Casualidades

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Capítulo 34
Casualidades

Mara

Mi antojo por un frappé es gigantesco. Camino hacia la cafetería haciendo uso del manos libres mientras me encuentro en una llamada de negocios importante. No me fijo a mi alrededor, y es por eso que mi cuerpo choca contra el de un hombre de peculiar rostro, pues sus ojos muestran heterocromía, verde y azul.

—Lo siento mucho —digo apenada.

Él sonríe amablemente.

—No te preocupes, linda.

Hago la fila pacientemente y en cuestión de minutos, mi nombre es dicho. El frappe no tarda en ser absorbido por mis labios a través del popote. Siento cómo un gran peso se retira de mis hombros y el alma me regresa al cuerpo. Estoy satisfecha y con la energía suficiente para continuar mi día, mismo que terminará con una cita en compañía de Fernando y por lo que estoy muy emocionada.

—Tu novio llamó —comenta Tere cuando llego a casa por la noche.

—¿Ferch?

—¿Tienes otro?—inquiere con su ceja en alto.

—No, pero no es mi novio —aclaro.

—Por favor, Mara. Tienen sexo cada vez que se ven. Si no es tu novio, ¿entonces qué es?

—Amigo con derecho— menciono con obviedad.

—No te hagas la mosca muerta —murmura—. En fin, te dejó un mensaje.

Mi mirada se alza de golpe, me siento confundida y los pensamientos negativos se vuelven los protagonistas.

—¿Por qué no me llamó al celular?

—Porque el iluso te está preparando una sorpresa. Te pedirá ser su novia esta noche, y yo no te voy a decir más.

Mi rostro se muestra desilusionado. Me detengo un par de segundos para analizar la situación y cuando está clara, hablo:

—Gracias por no querer dar información de más, eres tan considerada —ironizo con cierto grado de molestia.

—El sujeto me agrada, no tengo nada en su contra. Pero él no es...

—No lo digas —advierto.

Ella se encoge de hombros.

—No lo diré, pero tú sabes perfectamente lo que quiero decir. Mucha suerte, hermanita.

—Eres una bruja, Teresa.

—Me la debías.

***

Me siento decepcionada, y es que ... ¡sí me gustan las sorpresas! Esa maldita arpía lo arruinó todo. Ahora sé qué es lo que debo esperar, tengo una expectativa y si Fernando no la cumple, será un desastre para mi caprichosa persona.

Subo a su auto en punto de las nueve y arrancamos, dirigiéndonos hacia lo desconocido. La plática es amena y la música entretenida. Un buen rato que concluye cuando nos detenemos en el estacionamiento de la marina del Peñasco.

Me gusta la idea hasta ahora.

Caminamos juntos, tomados de la mano a través de la hermosa y elegante vista. Un cancel eléctrico se abre y el muelle nos conduce hacia las embarcaciones.

La emoción salta de mi cuerpo.

—¿Me llevarás a un paseo en yate? —cuestiono cuando nos detenemos frente a uno muy vistoso.

El oficial de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora