Sólo un poco más

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Capítulo 23
Sólo un poco más.

Mara

Aturdida, subo a la habitación con pasos lentos y arrastrados. Tengo un nudo en la cabeza que no quiere deshacerse. Siento que es mucho por procesar. ¿Cómo es que algo tan importante sucedió en la vida de mi novio, y yo no lo sabía? Creo que me amedrenta mucho más de lo que debería. Él decide guardar demasiado para él solo, cuando yo soy todo lo contrario. Comparto con él cada cosa que fue, es y será. Quizá estoy mal y soy yo la que no debe querer más allá, pero siento que lo necesito, y él no me lo está dando.

Su padre está en la carcel.
Su exprometida, la mujer maravilla, está muerta.

¿Quién sufre tanto y no lo comparte?

Alguien que ya lo superó, sí. Pero yo no creo que él haya superado alguna de esas cosas. No cuando llega borracho a mitad de la madrugada a mi departamento.

Me hace partícipe, pero no me da ni un jodido motivo.

Estoy molesta.

Abro la puerta y él parece estar a punto de salir de la habitación a la que yo entraré. Nuestras miradas se encuentran y mientras la mía lanza llamas ardientes de cólera, él se ve arrepentido.

No me importa.

Retrocede en silencio para que yo entre y lo hago porque es mi destino final. Le ignoro por completo y me centro en quitar el maquillaje que usé a lo largo del día. Limpio mi cara por completo y por el espejo puedo ver cómo se encuentra en una lucha interna. Trata de hablarme, pero se arrepiente. Una y otra vez. Me coloco mi pijama y estoy por caminar hacia la cama cuando él se pone frente a mí y por fin dice algo:

—Eso no debió pasar y lo lamento mucho.

—Está bien —respondo, intentado rodear su cuerpo para llegar a la cama, pero él no lo permite. Sostiene mi cintura un segundo, solamente para detenerme—. ¿Algo más?

Eric permanece en silencio hasta que el tormento que carga en su interior le cobra factura; una muy costosa.

El hombre que parece ser muy fuerte, se derrumba ante mis pies. Cae arrodillado frente a mí y abraza mi cuerpo. Su cabeza permanece a la altura de mi vientre mientras sus fuertes brazos me sujetan con firmeza.

—Perdóname, Mara —pronuncia con pesar.

—¿Qué es lo que debo perdonarte?

Él demora en responder y yo ruego para que sus palabras sean las correctas, pues sólo una cosa quiero: su honestidad.

—Todos los errores que he cometido últimamente.

—¿Cuáles errores? —insisto, dándole otra oportunidad.

Pero él no dice nada, se aferra a mí en su lugar.

—Sólo ayudame a entender —suplico realmente cansada de intentar hacerlo por mi cuenta.

—No debí dejarte, no debo excluirte, no...

—¿No...? —digo cuando su pausa es larga.

—La cuestión es, Mara, que me haces tan feliz, que me da miedo que de la noche a la mañana, ya no sea así.

Me hinco para poder quedar a su altura, ahora ambos nos encontramos apoyados sobre el suelo con nuestras rodillas, mirándonos fijamente a los ojos, intentando comunicarnos como dos iguales que quieren del otro para poder ser acompañados a lo largo de la vida.

—¿Qué está pasando? —pregunto para poder escuchar de su parte las realidades que otros ya me han contado.

—Pasa que a veces soy débil.

El oficial de mis sueñosKde žijí příběhy. Začni objevovat