Juan 11: 25 - 26

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Juan 11.
25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

26 Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?

Hay veintitrés razones por las que te amo. Una quizás sea por ser perfecto. Otra puede ser por tu sonrisa coqueta, tal vez tus labios seductores o tus ojitos dormilones.

Yo no sé de brillos, solo conozco a tu mirada que me ilumina y a tu voz cuando despiertas. Tal vez te sientas imperfecto, pero para mí eres más que bello.

Tus cejas despeinadas son un acto de rebeldía que no se comparan con tu cabello, rebelde se podría decir, pero tú, ¿qué regla romperías? Quizá la de entrar a mi corazón sin preguntarme.

Puede que no siempre lo diga, pero enamoras cuando das todo sin esperar nada. Yo no sé como haces para siempre sacarme una sonrisa.

No puedo decirte las doce razones restantes, alguien más podría enamorarse, y yo, yo no estoy dispuesta a dejarte.

La habían designado al palacio de la Familia Real Westergaard por tiempo indeterminado. Viviría en un castillo gigantesco con dos reyes, 13 príncipes hermanos y toda la servidumbre. Se sentía en paz, podía ver al pelirrojo cuantas veces quisiera.

Veía el constante maltrato de los hermanos de Hans hacia él. No podía aprenderse sus nombres ya que eran demasiados. Se dio cuenta porqué el pelirrojo era como era.

Así que, creo que somos quienes somos por un montón de razones. Y tal vez, nunca sabremos la mayoría. Pero, aunque no podamos elegir de donde venimos; sí podemos elegir hacia donde vamos. Aún podemos hacer cosas. Y sentirnos felices por ellas.

Habia visto más cielos mirando a los ojos que levantando la vista. Ha sentido más tristeza en las sonrisas apagadas que en llantos amargos. Ha presenciado el ocaso de las eras, ha vislumbrado el amanecer de las edades. Si veia al ojiverde por la mañana en la planicie de las urbes y su sombra todavía lo sigue, lo hablaba, él la esperaba, para contarle por qué su sonrisa se muestra a medias, casi apagada, casi sin brillo, casi sin vida.

Sabía de ese modo que existe en él un anhelo prohibido, de volar hasta que las alas me duelan, de cantar hasta quedarse sin voz. Deseaba que alguien lo acompañe, que trabe esa amistad sempiterna de la que tantos hablan y pocos poseen. Deseaba que le digan que las palabras también se acaban, que algún día todos verán en él a aquel que siempre he sido: un hombre desprovisto de máscaras, sin atuendos ajenos, sin pasos perdidos. Un hombre apenas, tan simple como cualquiera...

Las estrellas que alguna vez alumbraron sus noches se han evaporado en las pieles de quienes llegó a querer cuando aún tenía fuerzas. Los robles que anegaban de oscuridad los bosques ahora no existen. No hay libertad ni embrujo, ni sueño ni andares inciertos. Los caminos de ayer ahora son trazos que vacilan el rumbo en su andar trastabillado. Quédate, háblame, toma su mano y sonríe como él nunca podrá hacerlo. Dile que todo se termina y, en lo posible, procura que tu esperanza no muera.

- Hemos estado todo el día sin vernos. - Hans le dio un beso en la mejilla. Ya era de noche.

- Estábamos muy ocupados en nuestros asuntos. - caminaron por el corredor.

- Quiero darte algo especial. - dijo el pelirrojo abriendo la puerta de su habitación. - Necesito que cierres los ojos.

"El Pecado" Helsa (En Edición)Where stories live. Discover now