Isaias 1: 16.

125 10 0
                                    

Isaías 1.
16 Lavaos, limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo.

Estados de ánimo. A veces me siento como un acantilado y en otras como un cielo azul pero lejano.

A veces uno es manantial entre rocas y otras veces es un árbol con las últimas hojas.

Pero hoy me siento a penas como laguna insomne con un embarcadero ya sin embarcaciones una laguna verde inmóvil y paciente conforme con sus algas sus musgos y sus peces, sereno con mi confianza confiando en que una tarde te acerques y me mires, te mires al mirarme.

Me apetece contigo lo cotidiano, quejarme de la rutina, desear estar en una playa desierta.

Tal vez, de tanto que me apetece tenerte cerca, quizás no sea tan solo un deseo. Tengo la esperanza aún grabada de que volverás y que cuando lo hagas yo estaré aún encantado contigo.

Mientras tanto me reúno con todos los anhelos que sin querer se han sumado a mi piel; te guardo ese lugarcito de mi corazón que un día se te dió por entrar. Me niego a quitarte de allí y que otra ocupe tu lugar, se me movió tanto el piso que reconstruirlo se me hace engorroso.

Prefiero quedarme saboreando los últimos vestigios del recuerdo de tus labios. Dulces, suaves, húmedos pero no tanto. Mantenerme prendido a esa ilusión que descubrimos al mirarnos, recordar el contorno de tu espalda y el calor de tus manos.

Prefiero a este punto morirme de pena pero jamás de cobardía. Aquí estoy dispuesto a amarte como siempre, como nunca antes. No sé ni cuándo ni cómo pero presiento que los tiempos del universo funcionan más lento y es sabio aprender a vivir el proceso.

No te tengo ni me tienes, presiento que siempre será así. Es lo que pasa cuando dos almas libres sin querer se encuentran en pleno vuelo. Solo espero que cuando nos volvamos a encontrar nos demos las gracias por saber esperar.

Ya ni siquiera recuerdo tu rostro. Trato de encontrarte entre sábanas manchadas de deseos frustrados. Tu nombre se vuelve sordo en la oscuridad de la habitación. Ya no recuerdo por que te quise. Si había una razón, el tiempo la arrancó de mis recuerdos, pero no de mi pecho. 

Ya no me hace gracia la soledad que me acompaña. Mis susurros son como cuchillas que eligen desangrarme hasta la muerte ¿No prometiste siempre encontrarme? Pero jamás viniste. Mi niña, tengo miedo de olvidar y de quedar vacío ante una probabilidad nula. La esperanza de que llegues de repente siempre me sorprende cuando consulto con mi almohada. Ya no sé nada. Sigo cayendo. Temo que nadie tome mi mano antes de caer al piso.

El príncipe Hans, hace un mes que no salía de su cuarto. Su piel se tornó aún más pálida de lo que ya era, su cabello era más largo y tenía barba. Sus ojeras oscuras le daban un aspecto desagradable y descuidado, había bajado mucho de peso y se le notaba. Su ropa era toda de negro.

Él manifestaba estar muy arrepentido por lo que hizo y quería ver a Elsa, con suma urgencia. Ni siquiera quería hablar solo... mirarla. Se le concedió su deseo, ella dio su aprobación.

Sabia que era un error pero lo hizo.

Del calor que hacía cada vez que pasaba, de su falta de sentimientos y de su sobra de soberbia, de su seguridad que no era más que la locura.

De su manera de ser, de su manera de arrancar la vida, el corazón, la piel y la salud mental. De su falta de compasión por ella y por la vida, de sus secretos, de su pasión a la que nunca llegabas pero que tanto lo envolvía, de su expresión de hielo. De como la engañaba con su olor a cielo para llevarla al infierno.

Sabia que era un error pero lo hizo.

No sé como decírlo: pero te echo de menos. Extraño tanto tu sonrisa, esa manera tan tuya de decirme te quiero sin mover los labios; con la mirada clavada en mis ojos, así: sin parpadear.

"El Pecado" Helsa (En Edición)Where stories live. Discover now