Mateo 28: 18

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Mateo 28.
18. Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

Desvelo.

A altas horas de la madrugada su cuerpo se hace presente, se ha esfumado lo sé, pero aún busco su sonrisa en mis sueños. Tu recuerdo se ha calmado. Vivo tranquilo con mis melancolías o mis estúpidos melodramas. Estoy solo en la noche fúnebre. Ha pasado tanto tiempo, me he convertido en mercenario de sueños y traficante de ilusiones.

Nunca la tuve como yo quería, ni quería tenerla.

Me falta tanto, sus abrazos, sus besos, sus manos en mi pecho, me faltan huevos para decirle que te quiero, aquí, conmigo.

Un amanecer lluvioso.

Apenas abrió los ojos corrió hacia la ventana para contemplar las nubes grises tan cargadas. Observo la lluvia caer de forma precipitada empapando todo a su paso, las gotas corrían por su ventana, la cual abrió para abrazar ese frio de la mañana que le helaba la nariz y llenar sus pulmones de aquel olor a tormenta que tanto le encanta y del olor de la tierra mojada que le recuerda a su niñez.

Pudo contemplar las hojas mojadas de las plantas que se nutren de aquella lluvia que cae esta mañana y el nutre su alma con cada precioso amanecer como este.

El tiempo de aquel entonces era monótono. Era denso y soberbio como la tarde antes de la tormenta. No esperaba ya más nada.

En aquellos tiempos cuando se encendía el lucero por dos días y el resto eran recesos. Receso de la vida misma, de la acción y reacción, de la sorpresa, la juventud.

No quedaba de el ni la sombra cuando apareció de entre ellas. Amable sonrisa que me hizo sentirme a salvo otra vez. En ese momento comprendí que no importa qué tan al fondo se esté, siempre hay puentes dispuestos en los momentos oportunos. Siempre andan los locos lindos del amor rondando las esquinas.

Se dispuso a vestirse como cada mañana bien temprano. Sus ojeras eran enormes acompañadas por unos profundos ojos verdes. Estaba fastidiado porque hoy tenia que tener una seria conversación con el padre. Odiaba eso. Hablaba en un lenguaje bíblico que detestaba. Se notaba su molestia en sus cejas pelirrojas. 

Su desayuno llego a su puerta. Debía admitir que la comida de ahí no era mala, al contrario, le encantaba comer. Estaba concentrado comiendo cuando llamaron a su puerta y la abrieron. Era Elsa y el padre.

- Hijo, venimos a hablar contigo. - dijo cerrado la puerta.

- Ya lo se. - dejo la comida en la mesa. - ¿Por donde quieren empezar?

- Bueno... hay tanto de que hablar joven príncipe. Primeramente decirte que tu no eres lo que esas personas te hicieron. - ante esas palabras el pelirrojo rodó sus ojos.

- Yo soy en lo que convertí el dolor, la incertidumbre, las lágrimas y el desconcierto. Soy el poder de haber podido decir adiós a quienes ya se habían ido de mí hacía años a vivir sus propios destinos. A los que yo me aferraba a querer estar.

- Y ahora bien, ¡oh mi hijo!, he aquí, estás en tu juventud, y te suplico, por tanto, que escuches mis palabras y aprendas de mí; porque sé que quienes pongan su confianza en Dios serán sostenidos en sus tribulaciones, y sus dificultades y aflicciones, y serán enaltecidos en el postre día.

- A ver, lo escucho.

- Y aconteció que mientras así me agobiaba este tormento, mientras me atribulaba el recuerdo de mis muchos pecados, he aquí, también me acordé de haber oído a mi padre profetizar al pueblo concerniente a la venida de un Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo. Y al concentrarse mi mente en este pensamiento, clamé dentro de mi corazón: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí que estoy en la hiel de amargura, y ceñido con las eternas cadenas de la muerte! - lo miró fijamente mientras que Hans veía para otro lado.

"El Pecado" Helsa (En Edición)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant