Capítulo 32

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Nacho:

Recién termino de salir de la terminal para despedir a Gypsy y Sounya, que se van a España. A ellas dos, se les sumó Juan, quien va con el pretexto de «ver cómo va todo por allá», aunque los dos sabemos que es porque no quiere ver a su esposa que no ama y a su hija malcriada. Hablando de hija malcriada, al parecer Milagros y Matías se separaron, ya que ella vive subiendo posteos de indirectas a todas sus redes sociales. La última que publicó fue una frase de una canción de Selena Gómez, "necesité perderte para amarme".

Se me es imposible no compararla con Gypsy, si alguna vez terminamos (que Dios sabe que no quiero que pase), me imagino que ella en vez de subir frases de novias despechadas, deberá seguir cumpliendo su función cómo reina de un pueblo. Y eso es lo que me molesta. En cierto punto, siento que si la hiciera elegir entre su pueblo o yo, elegirá sin dudar a su gente. Me hace sentir orgulloso, obvio; pero me duele sentir que seré su segunda opción. Siempre. Y no puedo ganarle al fantasma de un pueblo. No puedo.

Me detengo al percibir que el semáforo está en verde; el olor de una pizzería me hace rugir el estómago, recién ahora me doy cuenta que son las 12 del mediodía y no almorcé. Busco con la mirada de dónde era ese olor de los dioses, pero me niego a comer en un sucucho que no sé si cocinan con todas las normas de higiene correspondiente. Estos días que pasé con Gypsy, me han ayudado significativamente en no pensar en la limpieza. Capaz ella es mi medicina. Es increíble, como apenas me separo de ella , el TOC vuelve, recordándome de dónde soy.

«Tengo que cruzar la calle en 10 segundos sino un zombie me va a atacar» 22 años y todavía me hago esos juegos estúpidos en la cabeza.

Estúpido...

Estúpido...

¡Julio! ¡Me olvidé de Julio! ¿Por dónde andará? Decido llamarlo, una vez que pude pasar mi juego y ningún zombie me devoró el cerebro.

—Abril, ¿qué haces?—digo una vez que me atiende el celular.

— ¿Ahora te acordás que tenés un hermano? ¿Gypsy se fue? ¿Te dejo? Así no son las cosas, Ignacio. No me podés ignorar y dejarme a la suerte de Dios en una ciudad completamente desconocida, en la cual me pudo haber agarrado un lobo marino y ya no tendrías hermano favorito. O me pudo secuestrar esas personas que venden anteojos...

—Julio, corta el drama—vocalizo con voz cansina—. ¿Dónde estás? Necesito almorzar.

—Ah, claro. El señor sólo me llama cuando quiere algo, pues no. Tengo una dignidad, aunque no lo parezca.

Volteo mis ojos, olvidándome que no me puede ver.

—Julio...—le suplico.

— ¿Uhm?—contesta en tono indiferente. Lo estoy logrando.

—Vamos. Te espero en el patio de comidas del shopping Aldrey. Te mando la dirección.

—Ok, está bien—se rinde.

Niego con la cabeza riendo una vez que la llamada se da por finalizada, y le mando la ubicación por Google Maps. Julio es puro drama y berrinche, le decís algo lindo o le rogás, y ya te perdonó. Creo que es la única persona que puede enojarse y perdonarte en un lapso de tres minutos.

***

— ¿Entonces ahora ella está viajando a España?—pregunta Julio dando el último bocado a su pizza hawaiana.

Pongo una mueca de asco.

— ¿Cómo podés comer eso?

— ¿Qué tiene?—se encoje de hombros.

Gitana ··completa··Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu