«Nueva»

61 9 1
                                    

—¿No acostumbras a salir, verdad? — preguntó el pelinegro desde la cocina.

—No mucho. No es como si tuviera muchas ganas de salir con mucha gente. Ni siquiera salgo con mi familia. — respondió el coral sentado en una mesa.

—Ah... Ya veo. Ten, cuidado que aún está hirviendo. — le acercó un plato de sopa.

—Gracias. — sonrió.

Se había acostumbrado rápido. Llevaba casi dos semanas conviviendo con el chico y no había tenido ningún incoveniente.

Acababa de entrar en vacaciones por dos semanas. Así que con su compañero, y muchos otros empleados del trabajo, prepararon su renuncia. No podían seguir en ese lugar.
Pero a pesar de estar decididos, no terminaban de tener el suficiente valor.

O al menos no lo tuvieron hasta que, el jefe del local llegara (como de costumbre) de mal humor y empezara a insultar a los meseros que se encontraban fuera de la vista de los clientes.

—¿Qué es esto? — el hombre regañaba a una chica que, como de costumbre, no había hecho nada malo.

A tan solo unos minutos de terminar el turno, estaba detrás de una mesa, en la cual habían dos bandejas con órdenes de, lógicamente, clientes.

—L-La orden de...

—No me importa de qué mesa sea. Me refiero a que, ¿cómo puedes llevar así el pedido? ¿No ves que perjudica nuestra imagen?

—¿Q-Qué?

—Pero... — interrumpió el coral, que también se encontraba allí.

—¿Te hablé? ¿No verdad? Cállate.

—Señor, con todo respeto...

—Primero enfócate en hacer bien las cosas, luego, de paso, aprende a no meterte en conversaciones ajenas. Ahora. — se volvió a dirigir a la chica. —Ya que he descontado esto de tu... Primera paga... Wow... Solo la primera semana y ya estás bajando tu paga... Bueno, este otro también lo logró, y ya está bajando su segunda paga.

La chica, con su mano fuera de la vista del hombre, buscó a la del coral. Este al sentir un pequeño golpe en un lado de su mano, sin bajar la cabeza, miró de dónde provenía el golpe. La chica estaba golpeando su mano con su meñique, en señal de que la tomara.
Ambos chicos se tomaron la mano en señal de apoyo, ya que tenían miedo de lo que sería capaz de hacer el hombre.

—Ahora, ¿ven sus “bellas” órdenes? — el superior sonrió muy forzadamente. Ambos chicos asintieron.
El hombre las tiró al suelo, rompiendo vasos y platos.

Ambos chicos estaban conteniendo sus ganas de llorar. En especial la chica, la cual había llegado hacía solo una semana.

—¿Qué sucede...? — entró un chico del siguiente turno, el cual, al igual que otros, seguían esperando a lo que fuera que estuviera pasando en aquella habitación para poder iniciar su turno.
Seguido de este, se encontraban todos los empleados del lugar observando la escena.

—Ahora, o lo hacen bien, o no tendrán paga este mes. ¿Entienden?

—No. Basta, no puede seguir haciéndonos esto. — dijo uno de los empleados del mismo turno.

—¿Estás contradiciendo mis métodos?

—Lo que fuera, no tiene el derecho de tratarlos así. No son objetos, son personas. Y ninguno es perfecto. — dijo otro.

—Este no es el trato que merece un empleado. Y mucho menos, a una empleada nueva. — agregó una chica.

—Si nos va a tratar así, ¿qué sentido tiene trabajar aquí? — se unió el coral.

—¿Entonces así trata a sus empleados? Váyase a la mierda. Renuncio. — soltó el chico que inició la protesta.

—Renuncio. — se empezó a oír por parte de los empleados.

—¿Ah, se pondrán en mi contra? Bien, váyanse. Sé que volverán en unos días.

Todos los presentes se quitaron el mandil que usaban de uniforme y los lanzaron al suelo.

—Estimados clientes, lamentamos la molestia, pero les pedimos amablemente que se retiren del lugar. Gracias por habernos elegido. — se oyó por los parlantes.

Los chicos empezaron a sacar a las personas del local, hasta que finalmente quedó el superior viendo todo el espectáculo.

—Sé que volverán.

—¿Qué tan seguro está?

—El lugar no funciona sin empleados, además, yo soy el que los mantiene, de cierto modo.

Los chicos y jóvenes salieron del lugar.

—Debo decir, que estoy muy orgulloso de todos ustedes. Al fin salimos de este infierno. Ahora solo queda buscar un nuevo lugar en el cual conseguir dinero. — dijo uno de los chicos.

—Bien, bien, ¿iremos a celebrar o no? — gritó otro.

Aquel grupo de tan solo doce personas gritaron emocionados.
Todos ellos caminaron hacia algún sitio. Mientras que quedaron los dos chicos que anteriormente habían sido regañados.

—¿Tú también fuiste descontado en tu primera paga? — preguntó la chica rubia.

—Já, lamentablemente sí... — ambos rieron.

—¿Cómo te llamas?

—Satori.

—Aoi.

—Lindo nombre.

—¡Gracias! El tuyo también es lindo.

Los chicos se sonrieron mutuamente.

—¿Quieres ir a comer algo?

—Seguro.

Y así, los chicos se separaron del grupo, y tomaron un camino diferente.

----
alto en surrealismo kkkkkk

Connected | DDLC (Genderbend)Where stories live. Discover now