«Fiebre»

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-¿Estudiaste, verdad? -preguntaba el pelimorado a su acompañante.

-Que sí, ya es la cuarta vez que me lo preguntas, no soy tan irresponsable como crees. - dijo el castaño riendo.

-Solo me aseguro de que estés preparado.

-Como quieras, pero que sepas que sí he estudiado. Es la última semana de exámenes, necesito subir mis notas con esto.

Ambos chicos llegaron a su salón de clases y se sentaron en sus respectivos asientos. Se sentaban uno al lado del otro, en la parte trasera del salón de clases.

Toda la mañana pasó con tranquilidad, hasta el mediodía.
El castaño había cambiado su estado de ánimo repentinamente, y escondía su cabeza entre sus brazos cruzados.

-Oye, ¿estás bien? - el pelimorado puso una mano en el hombro del castaño y lo movió.

-¿Hm? Sí... Solo estoy cansado. - su rostro estaba algo apagado.

-¿Estás seguro?

-Sí, tranquilo...

-Bien, si necesitas algo, solo dímelo. - el castaño asintió volviendo a su posición inicial.

Unos minutos después, el timbre que indicaba el inicio del receso comenzó a sonar.

Todos los alumnos se dirigieron a la cafetería para poder alimentarse mientras que hablaban entre ellos.

-¿Vamos por nuestra comida?

-No tengo hambre...

-¿En serio estás bien? No te ves muy bien que digamos...

—Me duele la cabeza, seguramente sea por el estrés de estos días. Es todo.

—Sea lo que sea, no te fuerces demasiado.

—Tengo que, al menos, terminar el día. Luego de eso... Veré qué hacer.

El pelimorado puso una mano en la frente del castaño. Estaba ardiendo.

—Estás hirviendo. Deberías ir a la enfermer...

—Estoy bien. — interrumpió el chico. —No tengo que ir a ningún lado, voy a terminar el día y continuaré la semana sin problemas.

—¿Entiendes que estamos hablando de tu salud? ¿Y si te pasa algo? ¿En serio vas a dejar que “se cure solo”? — el mayor alzó la voz.

—¿Y si no? ¿Eh? ¿Y si no me pasa nada? ¿Qué de bueno tiene ir a un lugar para que te digan lo obvio?

—¡Es sobre tu salud!

El castaño se levantó de su asiento.

—¿Ves? No tengo nada. ¿Iremos por comida, o no?

—Dijiste que no tenías hambre.

—No la tengo, pero no puedo dejarte morir de hambre por estar cuidándome demasiado.

—No deberías estar...

El castaño se desequilibró y apoyó sus manos en la mesa de su asiento. Haciendo que el mayor se levantara rápidamente preocupado.

—Jóvenes, ¿qué ocurre? — se acercó una maestra al ver el desorden que ocasionaban ambos chicos con su pelea.

—Sucede que mi compañero, al parecer, tiene fiebre.

—La cual mejorará. No es nada grave maestra.

—Bien, ve a enfermería.

—¿¡Qué!? ¡Pero...!

—Mi labor consiste en, además de enseñar, asegurarme de que los alumnos se encuentren bien.

—Y es exactamente lo que vamos a hacer, si nos lo permite... — el pelimorado llevó al castaño a la enfermería mientras que este pasó todo el camino murmurando cosas.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarles? — preguntó la enfermera que se encontraba en la habitación.

—Mi compañero. Se siente mal, tiene fiebre.

—Oye... Oye... Creo que... — el castaño, sin terminar la frase, cayó inconsciente sobre el hombro del pelimorado.

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