12. Aire forzado

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Ella despertó, reaccionó con total calma, sin recordar lo último que vivió antes de caer inconsciente, sin recordar ese momento junto a él

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Ella despertó, reaccionó con total calma, sin recordar lo último que vivió antes de caer inconsciente, sin recordar ese momento junto a él. Eliot la vio desde el cristal que estaba en medio de la pared, la que dividía el pasillo de la habitación. Cuando él avisó a los médicos, estos de inmediato fueron para examinarla y hacerle unas cuantas preguntas, a las que ella respondió con sinceridad.

—No... no recuerdo nada.

No obstante, por causa de los previos testimonios de Eliot, la doctora pudo llegar a una conclusión: debía separarlos. Debía hacerlo porque los síntomas que demostraba Bleu no eran sanos, la toxina la estaba destruyendo por dentro y los médicos no sabían qué hacer para evitarlo.

—Hola, Bleu —dijo la doctora, tras entrar al dormitorio y sentarse en la cama, a un lado de la chica—. Sé qué ahora mismo debes sentirte desorientada, y lo entiendo. Tú pulmones colapsaron, provocando que te ahogaras y finalmente perdieras el aire. Pero, eso ya no importa, porque estás aquí... y estás bien.

—¿Qué... Qué hay de Eliot? —preguntó débilmente a través de la mascarilla de oxígeno, luego tosió un poco—. ¿Él se enteró?

—Ehm... No, él estaba dormido cuando sucedió. Pero, sabe de ti, sabe como te encuentras y dónde estas.

—¿En serio? —Se notó sorprendida y un tanto alegre—. ¿Dijo que vendría?

—No, él dejará el experimento, lo hemos expulsado, está limpio. El tratamiento sí funcionó en él —reveló.

—Espere, ¿eso quiere decir que en mí no? ¿No funcionó? —preguntó, mientras persistía calmada.

La doctora mostró una sonrisa entristecida y negó con la cabeza.

—No, cariño, no funcionó —musitó débil y, seguidamente, respiró profundo, colocándose de pie—. Eres una luchadora, Bleu —la miró a los ojos—, sé que saldrás adelante. Ahora, descansa, te veré más tarde.

Las lágrimas no tardaron en brotar de aquellos ojos azules. La mente de Bleu quedó en blanco, comenzó a temer por algo a lo que jamás creyó que temería. Se sentía aterrada y atrapada, sin poder escapar de lo que le esperaba. Le había dado una última oportunidad a las esperanzas, pero, las perdió una vez más. Tan aterrada se sintió que, una parte de ella, descifró por qué su antiguo compañero de cabaña no vendría a verla: él estaba sano, se había recuperado y ella no. Comenzó a verse a sí misma como un profundo océano, uno donde él, sin saber nadar, se podría ahogar.

«¿De qué me sirve respirar este aire forzado? En un tiempo, alguien más lo podría necesitar», pensó Bleu, reflexionando sobre la presencia de la mascarilla de oxígeno en su rostro.

El mundo se vino cuesta abajo dentro de su mente, ella consideraba que tenía una gran peso encima, uno que en cualquier momento la aplastaría en su totalidad; sin lastima, sin dolor y sin durar. Ella quería correr lejos, pero no podía hacerlo. Había tantas cosas que quería hacer en su vida y esa situación fue un botón de «apagado» para todo lo que en algún momento deseó y soñó. Sin embargo, fue el botón de «encendido» para recordar aquello que olvidó.

«Bleu, lo siento», recordó esas arrepentidas palabras del otro lado de su puerta en la cabaña.

—Eliot —gimoteó ella en silencio, entre lágrimas.

El mismo océanoWhere stories live. Discover now