1. Eliot

81 11 1
                                    

El veintiocho de septiembre de mil novecientos ochenta y tres, se suponía que sería un día como cualquier otro

Ups! Gambar ini tidak mengikuti Pedoman Konten kami. Untuk melanjutkan publikasi, hapuslah gambar ini atau unggah gambar lain.

El veintiocho de septiembre de mil novecientos ochenta y tres, se suponía que sería un día como cualquier otro. Uno donde las personas seguirían con sus reprimidas vidas en los campos de concentración, donde la esperanza seguiría perdida por culpa de una corrupta invasión. Sin embargo, no resultó ser así, no repercutió de ese modo en aquellos dos jóvenes.

En uno de los muchos campos de concentración, siendo más específico, en uno llamado «Aolt Areelt», se hallaba la familia Torres, la que compartía un gran y extenso barracón con otras personas, al igual que el resto de los oprimidos que se encontraban allí; los que tenían la fortuna de seguir vivos. Aquel lugar, donde los latinoamericanos permanecían privados de libertad, estaba ubicado en un estado lleno de costas y playas. La brisa era fresca y el sol radiaba agradablemente.

El día veintisiete de septiembre, a las dieciocho horas, tras terminar con una de las muchas cenas en el comedor, aquel muchacho de esponjados y castaños cabellos, los que volaban en la brisa, apresuraba su paso dentro del barracón donde había vivido parte de su niñez junto a su familia y un montón de personas más. Eliot se daba prisa con la esperanza de no faltar, quería llegar a tiempo y apreciar aquel suceso. Estando en la parte trasera del barracón, él contento observo unas escalerillas y, al instante, optó por treparlas.

Fue deslumbrado, como siempre y todos los días, por el tono rosado del cielo y el anaranjado sol. Dejó caer su cuerpo en el techo, sentándose, y, sin quitarle la vista de encima a los arreboles, sacó de su chaqueta un chocolate, el cual, pasados unos segundos, comenzó a degustarse. No era nada fácil conseguir alimentos, y menos si se trataba de una golosina. Sin embargo, aquel que lamía sus achocolatados dedos, tenía un amigo de confianza en el comedor, uno que hizo menos triste su cumpleaños gracias a ese dulce regalo.

Pocas personas eran capaces de soportar al que daba una precisa atención al cielo. Todos decían que era un intenso y fácil de irritar, incluida su familia. Ni si quiera sus dos hermanos menores creían que era una buena persona, pasaban de él, al igual que todos los demás. Un hecho interesante, era que Eliot era conocido de esa manera por lo que sucedió una noche del año anterior, cuando las sombras dominaron en el estado y, por si eso no fuera poco, los suministros escasearon.

—¡Estoy harto! —gritó Eliot enfurecido en aquel momento, mientras apenas y podía distinguir a las personas dentro del oscuro barracón—. ¿¡Ustedes no!? ¡Nos tratan como cerdos, como no merecedores, como impuros, como la propia mierda! ¡En verdad, estoy cansado! ¡Vamos! ¡Anímense y juntos acabemos con todo esto!

Fue entonces que, desde aquellas palabras de revelamiento, la gente lo conoció como el intenso que no aceptaba y no se conformaba con la vida real. Nadie quiso apoyarlo, todos tenían suficientes y claras razones para no hacerlo. Una de ellas, y la principal, era a lo que todos tenían derecho y nadie les podía quitar: la vida. No obstante, el ICAE se había encargado de romper ese derecho cuando en el pasado un país frío despertó y conspiró en contra de ellos.

—Los esperamos —habló un soldado al teléfono—. Sí, mañana a las once, no demoren.

El mismo océanoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang