FINAL

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Llevaba como quince minutos seguidos mirando aquel reloj en la pared. El profesor hablaba sin parar pero ya hacía rato que le había dejado de prestar atención. 

Estaba esperando que finalizara la última clase de esa mañana con mucha ansiedad. 

Y no porque no me interesara escuchar sobre historia del arte porque de hecho era una de las clases más interesantes para mí en aquella institución. 

No, mi emoción era por otra cosa. 

Mi amigo Franco, sentado a mi lado, se le cerraban los ojos del aburrimiento que tenía pero en cuanto el profesor dio por terminada la clase finalmente se levantó de inmediato como si fuese una persona renovada y feliz. 

Supongo que a él le entusiasmaba el viernes por motivos muy distintos a los míos.

— ¿Salimos esta noche? — propuso mientras caminábamos hacia la salida. 

— Tal vez mañana. — respondí. — Quiero pasar la noche en mi casa hoy. 

— De acuerdo. Pero no me falles. — me señaló diría casi amenzándome. Yo reí.  — ¿A qué hora te vas? — quiso saber luego. 

— En un rato. Mi hermano pasará por mí. Lo esperaré afuera. 

Una vez allí, el ruido y caos de la ciudad nos invadió. En pleno mediodía era cuando más tráfico había y aunque ya hacía un mes que me había mudado a unos cuadras del instituto de arte donde estudiaba, aún me costaba acostumbrarme a las multitudes, los edificios altos cubriendo el cielo, luces y bocinas de los autos. No entendía por qué siempre todos parecían estar tan apurados.

Aquello me hacía extrañar lo calmo de mi pueblo. A la gente que te sonreía y saludaba al pasar aunque no te conociera. Y sobre todo el paisaje, las montañas, el lago y el aire puro. 

Y es por eso que esperaba los viernes con ansias para poder volver al valle. A casa. 

Amaba mi nueva vida sin embargo. Había logrado graduarme con buenas notas de la secundaria a pesar de todo el tiempo que estuve sin estudiar. 

Y no solo me había puesto al día y aprobé todos mis exámenes. En mis últimos meses antes de graduarme me uní a un club de dibujo que había en la escuela y descubrí lo genial que era compartir intereses con otras personas. 

Hice amigos. Después de tanto tiempo...me animé a tener amigos otra vez. Y a dejar a entrar gente a mi vida. 

Así que se podría decir que terminé la secundaria como todo adolescente debería. Con alegría, con amigos, con una divertidísima fiesta de graduación y con un buen futuro por delante. 

Papá estaba orgulloso. Le daba un poco de tristeza dejarme ir a la ciudad a estudiar pero veía en su mirada cada vez que me veía que estaba feliz por mí. Por por fin encontrar un camino. 

Desde que volvimos a ser padre e hijo otra vez había disminuido sus horas de trabajo en el campo y recuperamos el tiempo perdido. Ese verano antes de mudarme, nos dedicamos a arreglar juntos el jardín que mamá tanto amaba. 

Y así mi casa volvió a ser una casa feliz. Como antes. Por dentro y por fuera también. 

Mi hermano ya hacía bastante que se había mudado con su novia así que papá y yo tuvimos bastante tiempo juntos para reconectar antes de que fuera mi turno para volar del nido también. La verdad fueron meses increíbles. Llenos de emociones de todo tipo. 

No obstante, aunque ya no viviéramos ahí tanto Leandro como yo siempre regresábamos al pueblo. No había un fin de semana en que no volviéramos al lugar que nos vio crecer. A visitar a papá y pasar tiempo en familia. 

Bajo luz de lunaWhere stories live. Discover now