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La alarma fastidiosa de mi teléfono fue la que me despertó por la mañana. Tenía mucho sueño todavía por muy obvias y hermosas razones. 

No obstante, cuando toqué el colchón a mi lado estaba vacío. El calor de Bruno ya no estaba y parecía que hacía bastante se había ido. 

No sabía en qué momento nos quedamos dormidos anoche pero estaba seguro de que lo hicimos juntos. Bueno, al menos compartimos buena parte de la noche ya que no sabía en qué momento se levantó y se fue exactamente, para regresar a su casa supuse. 

En la mesita al lado de mi cama había un papel doblado que me llamó la atención. Lo tomé y lo abrí. 

Dentro había algo escrito. No mucho pero era claro que Bruno lo había dejado. Y a medida que leía y una otra vez cada palabra, mi corazón aumentó más y más la velocidad de sus latidos. 

De repente todo el sueño que tenía desapareció por completo. Mis ojos estaban más abiertos que nunca y mi mente más confundida que nunca también. 

Perdón. 
Te amo. 
No lo olvides. 

Tres frases simples pero que puestas juntas y seguidas en el mismo papel le pueden alborotar la mañana a cualquiera que las recibiera. En este caso, a mí. 

Presentí lo peor. No supe por qué, solo lo sentí. 

Tomé el celular y le marqué de inmediato mientras me vestía con la mano sobrante lo más rápido que podía. 

Nada. Me enviaban directamente al buzón de voz. 

— Oye, el desayuno está listo. Levántate. — oí decir a mi hermano detras de mi puerta luego de golpear. 

No tenía tiempo para esto ahora. Ni mucho menos para la escuela. 

Bajé velozmente las escaleras y alcancé a Leandro. Mejor dicho me lo llevé por delante. 

— ¡Hey, ¿A dónde vas?! — exclamó. 

— Creo que Bruno me necesita. — respondí sin detenerme un minuto. Me puse mi abrigo y busqué mi llaves — Necesito ir a su casa. 

— Espera, espera. ¿Qué pasó? 

— No sé, pero...creo que algo malo. — dije sin estar muy seguro de nada pero creo que mi forma de actuar o mi mirada expresaban lo contrario porque Leandro que aún estaba a medio vestir regresó corriendo a su habitación y dijo que él me llevaría. 

Los siguientes minutos fueron eternos y tortuosos. Mi hermano me pedía explicaciones en el auto que yo obviamente no tenía. Solo sabía que tenía que llegar. 

Sin embargo apenas nos detuvimos frente a su casa, me dio miedo abrir la puerta del auto y bajar. Solo me quedé allí mirando hacia su dirección. 

— ¿Julián? — la voz de mi hermano me hizo voltear a verlo. — Te espero. 

— No, está bien. Ve a casa a buscar a papá. Vayan a trabajar. 

— ¿Seguro? Porque no entiendo nada qué está pasando. 

Bienvenido al club, pensé. 

Finalmente me animé y bajé. Convencí a mi hermano de que se fuera y yo me dirigí hacia la casa de Bruno. Respiré profundo antes de llamar a la puerta. 

¿Por qué este miedo que de repente me invadía? Me aprisionaba el pecho de una manera horrible. 

Golpeé otra vez. Una tercera y una cuarta. Y nada.

Nadie acudió a mi llamado. Intenté una vez más en el celular y el buzón de voz continuaba evitando que localizara a Bruno.

Terminé sentado en la puerta de su casa a las siete y media de la mañana. Sin saber qué demonios hacer. Preocupado y asustado. 

Bajo luz de lunaWhere stories live. Discover now