[ 14 ]

6.1K 781 505
                                    

— ¿Es en serio? — me crucé de brazos y lo miré. 

— ¿Qué? ¿Qué tiene de malo? — respondió Bruno para nada arrepentido de su decisión.

Y es que cuando nos alejamos unos kilómetros del pueblo y lo observé conducir hacia las montañas, tuve una idea hacia dónde nos dirigíamos. 

El teleférico de Valle Lago Azul te llevaba hacia uno de los mejores paraderos en uno de los cerros más altos que rodeaban todo el pueblo. Desde allí se podía ver todo el valle. Y en plena temporada de invierno cuando la nieve lo cubría todo era uno de los destinos más escogidos para ir a esquiar. 

Debo de haberme subido a ese teleférico cientos de veces cuando era niño. Pero cuando vives en un lugar turístico llega un punto en que esas cosas no te emocionan en lo absoluto. 

Bruno llevaba un año viviendo aquí y aparentemente nunca había ido. Lo sabía no solo porque me lo dijo, sino porque su cara de emoción lo delataba. 

— Nunca subí. — me contó nuevamente — A ninguno. En ningún lugar. Así que estás obligado a acompañarme. 

— Pues esa parte no me sorprende. — reí. 

La base del cerro estaba muy cambiada. Había nuevos negocios y a pesar de no ser la temporada alta aún, estaba repleto de turistas. Se veía agradable, emocionante, muy diferente a como lo recordaba de niño. O quizás yo era él diferente...

— Espero que no le tengas miedo a las alturas. — le advertí mirando hacia arriba. 

— Cuando estoy contigo no podría temerle a nada. 

— Bruno…

— ¿Demasiado cursi? 

No respondí pero le sonreí. Era muy pronto para empezar a avergonzarme. Recién habíamos llegado. 

— Vamos. — hablé luego y nos dirigimos a pagar nuestros boletos que nos llevarían hacia las nubes. 

No habría vuelto a este lugar por mí mismo, pero como Bruno dijo, ahora sería especial. Porque lo haríamos juntos, porque solo éramos nosotros. 

Además era divertido hacer y mostrarle algo por primera vez que él no conocía y yo sí.  

Ya quería ver su cara con su enorme sonrisa y sus ojos maravillados cuando llegáramos arriba de todo y viera desde allí el lago que tanto le gustaba. 

Desde abajo se podían ver los picos montañosos cubiertos con algo de nieve. Esa que nunca se iba en ningún momento del año porque hacía demasiado frío a esas alturas. 

Nos advirtieron que íbamos algo desabrigados para subir pero no nos importó. Ya estábamos allí, no íbamos a regresar. 

De todos modos, Bruno se aseguró de sentarse bien cerca mío y rodearme con su brazo por detrás cuando ya estuvimos en el teleférico y éste comenzó a ascender lentamente. 

— Estoy bien, no tengo frío. — le aseguré — No te pierdas la vista. 

— Tampoco tengo frío. Era más una excusa para abrazarte. 

Quitó su brazo entonces y no supe cómo pedirle que volviera a ponerlo donde estaba. 

Pero ya habría tiempo para eso luego quise creer. Ahora de verdad no quería que se perdiera la vista. Sabía que la amaría. 

Bruno se puso de pie, se asomó más al vidrio para mirar a través de él todo lo que quedaba atrás y cómo todo se iba haciendo más pequeño con cada metro que avanzábamos. 

Bajo luz de lunaWhere stories live. Discover now