Les tomó un minuto entero a las palabras de Trevor cobrar sentido en su mente. En otro momento seguro hasta saltaba en un pie. La felicidad que debía embargarlo al recibir noticias como esas, simplemente no llegó.

Era todo lo que deseaba, pero por algún motivo, no se sentía contento. Lo peor de todo es que Trevor lo notó. Por supuesto que lo hizo, a ese cabrón no se le escapaba nada.

Trevor lo miró apenas girando el rostro. Chris se compuso y hasta dibujó una media sonrisa en sus labios. Subió al auto sin más trámite y anunció con sorna.

—¡Ha! Ya era hora, empezaba a pensar que nunca pasaría.

El comentario dio resultado. Trevor regresó los ojos a la pista y lo dejó tranquilo para preocuparse a su gusto.

¿A dónde irían? ¿Cuándo volvería? Tenía asuntos pendientes en su departamento y no podía desaparecer sin avisar. Chris se maldijo a sí mismo, ¿en qué estaba pensando? No, actuó sin pensarlo y ahora tenía que afrontar las consecuencias.

Podía decirle para pasar por su departamento, para recoger sus medicinas. Sería tan solo un momento. No le tomaría mucho tiempo decirle a Dominick que volvería luego, aunque no sabía cuándo. Era lo de menos. Debía advertirle que se quedara dentro, que ni asomara la nariz. No hasta que vuelva.

Bracco estaba fuera de combate, pero las buenas noticias corren rápido. No tardaría en correrse la voz y todos sabrían lo que ocurría. Pasó a las grandes ligas, ahora era uno de los perros grandes de la Baraja.

Con todo lo que implicaba.

—Dejé mis pastillas en casa... —intentó sonar despreocupado, pero falló cuando Trevor sacó del bolsillo de su chaqueta un frasco con píldoras.

Al lanzárselas, Chris las atrapó. No tuvo que cerciorarse de que fueran las que tomaba para el dolor. Maldijo en silencio y regresó los ojos a la carretera.

Trevor no decía una palabra y el silencio empezaba a enloquecerlo. Confiaba en su líder, ¿no? Lo seguiría hasta el mismo infierno, si para allá iba; fue una promesa que hizo cuando se conocieron.

De eso ya había pasado un buen tiempo, pensó mientras se hundía en el asiento del copiloto. El Trébol se ganó su admiración y respeto malsano desde la primera vez que se vieron. Pero ese era tema para otro día, resolvió.

—Si no dices nada, va a ser muy aburrido el viaje —murmuró Trevor girando ligeramente el rostro para mirarlo.

Nunca dejaría de sorprenderlo. A Chris se le tensaron todos los músculos por puro reflejo. A pesar de que la voz de Trevor era suave e inocua, sabía bien que algo traía entre manos.

—Mejor tú dime a dónde vamos.

—Esa es una sorpresa —replicó Trevor con naturalidad.

—No me gustan las sorpresas —murmuró Chris torciendo los labios. Tarde recapacitó, pero ya estaba hecho.

—¿Es eso cierto?

El tono de voz de Trevor elevó sus alarmas. Tenía que mantenerse tranquilo y no dejar ver lo nervioso que se encontraba. Tragó en seco y volvió a la carga.

—¡Pues claro! Las odio. Además, tú eres quien me sorprende a cada rato. Como cuando mataste a todos mis compañeros y a mí me dejaste vivir... Esa fue una maldita sorpresa, Trevor. Yo ya me veía bien muerto —quiso bromear, aunque el ambiente se tensó como la cuerda de un violín.

—Trabajas mejor a solo. No necesitas compañía.

—Lo de Bracco fue...

—Un duelo justo. Bracco fue el perdedor.

Rapsodia entre el cielo y el infiernoWhere stories live. Discover now