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And love dares you to care
For the people at the edge of the night...
Under pressure - Queen


No estaba muerto, pero si lo dejaba desparramado entre la vereda y la pista, no tardaría en estarlo. Era el mismo tipo que apareció en su departamento para cobrar la deuda de su mamá, ese que lo amenazó y golpeó.

A pesar de que tenía el rostro cubierto de sangre, era fácil de reconocerlo por los tatuajes en su cuello. En realidad tenía tatuajes en ambos brazos y hasta en los nudillos. Sumándole a todo el color rojo del cabello revuelto sobre el pavimento, no cabía lugar a error.

Resoplando en silencio, Dominick siguió su camino, pasando por encima del sujeto, evitando pisar la sangre que ya formaba un charco sobre el suelo. Tal vez debería asegurarse de que estuviera bien muerto. Así no tendría que volver a preocuparse por verlo aparecerse a cobrarle las deudas a June.

¿En qué estaba pensando? No necesitaba más problemas. Ese tipo era de la gente de Trevor. Si Trevor se enteraba que de algún modo tuvo que ver en la muerte de uno de sus hombres, le iba a ir muy mal.

Sin embargo, sus pies no avanzaban. No tenía nada que hacer ahí, no iba a recogerlo del suelo, para que no lo pise el camión de la basura que no tardaría en aparecer.

Bueno, quizá podía jalarlo hacia la acera para que no termine como parte del pavimento.
Alguna vez le escuchó decir a Anelka que el camino al infierno estaba hecho de buenas intenciones. Pero Anelka quizá no lo sabría, ya vivía en el infierno. Claro que siempre podía irle peor. Así que dejó su mochila a un lado y con todas sus fuerzas intentó mover al tipo ese.

Tenía la mejor intención del mundo, de apartarlo del peligro, pero ese sujeto no colaboraba. Pesaba dos toneladas y no acababa de levantarlo apenas cuando se sacudió y rodó sobre toda la pista.

Bueno, estaba hecho. Lo intentó. No funcionó. Adiós entonces. Sería un problema menos en su vida. De repente June hasta le perdonaba el lío que armó cuando se enterara de que el hombre de Trevor no volvería a molestarlos.

Dominick recogió su mochila y dispuso a desaparecer antes de que la voz de su consciencia volviera a atacar.

—¿Qué mierda me estás mirando? ¡Quieres pelea!

En otro momento seguro sería un espectáculo divertido verlo maldecir al vacío y pelearse con nadie, pensó Dominick. No ahora cuando el escándalo que armas atraía a la curiosa fauna nocturna.

Dominick esperó que el borracho se canse de patalear como escarabajo panza arriba. Finalmente se desparramó de nuevo sobre la pista y esta vez parecía muerto de veras.

Tal y como Dominick temía, el escándalo atrajo a uno de los chulos del vecindario. Fumaba un cigarro y se acercaba a prisa por la vereda contraria.

—¡Ey tú! ¿A dónde te vas? Ven acá.

Era momento de la retirada. La chica de antes, la que intentó subirse al auto de Connor, apareció también y le cerró el paso.

—¡Esta es mi zona, pendejo hijo de puta! No me gusta que se metan en mi territorio, ni le quiten clientes a mis perras.

Lo que le faltaba.

—¡Este es, esta perra me quitó a mi cliente! —la muchacha gritaba tanto como el chulo y hasta lo sacudió de un brazo—Te dije Bruce, esta puta fue, te dije que no andaba lejos.

Dominick se encogió en su sitio. Sabía que debía marcharse tan pronto pudo. Pero no, tuvo que quedarse a acariciar la idea de ver cómo a uno de sus problemas lo aplastaba un camión y ahora estaba peor que antes.

Rapsodia entre el cielo y el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora