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El pequeño estudio se alojaba dentro de un edificio cercano a la orilla Del Río Hudson. La temperatura era de apenas unos grados y el frío se dejaba sentir en la brisa que le revolvió el cabello.

Maldijo a Bracco cuando lo vio llegar y entró por su cuenta en busca de las escaleras que lo llevarían lugar de destino.

La pieza  olía a humedad y al entrar Chris arrugó la nariz con descaro. No se detuvo si no que le dio una  mirada reprobatoria al resto del recinto. Sus ojos verdes se detuvieron sobre la mancha sobre la silla en la que tenía que sentarse e hizo una mueca de asco.

Bracco pasó a su lado fijandose también, pero deliberadamente ignorando el poquito de tinta que quedó sobre el tapiz.

El dueño de casa los saludó con la cabeza, mientras se ponía los guantes de goma. Notó en seguida la razón por la que Chris miraba el asiento con los brazos cruzados y labios fruncidos. Hizo apenas una mueca de fastidio y limpió la mancha ofensiva con un trapo sucio.

—Ya sientate  y deja de joder, Chris. Es un poco de mugre. —Bracco se apropió de la única silla disponible dentro de aquella pieza que fungía como un estudio de tatuajes—. Además, con la cara de muerto fresco que tienes, en lugar de  venir a ver a Ricky debería llevarte a ver a un sepulturero. Seguro ni has ido al médico.

—Eso es para viejos alergicos de mierda. Si voy al hospital será para que me alarguen la verga.

Bracco cruzó los brazos, pero no respondió ante el comentario.  Kris cruzó la puerta con su mismo semblante desgarbado. Al ver a Chris se detuvo en seco. Lanzó un gruñido y se arrimó a la pared.

—Oye  Bracco, trajiste a esa rata asquerosa por...

Chris se quitó la camiseta sin perder de vista a los presentes.

—Yo no lo traje, vino solo. ¿No sabías? Es mi premio consuelo.

—No sabía que andaban sorteando mierda.

—Fue idea de tu jefe. Es tan bueno que me lo dio para que lo entrene y haga algo con él. No sé que se le ha dado por pensar que hago milagros. Así que gracias a ti, tengo a este dolor de culo pegado a mi propio culo. No sabes cuanto te lo agradezco —continuó Bracco observando las pinturas que decoraban las paredes.

—¿Acaso quiero venir aquí? Trev... El Trébol me dijo que viniera. Si no, me hubiera ido a hacer otra cosa. Tengo mejores cosas que hacer.

—¿Ah sí?—interrogó Chris—. Rascarte los huevos a dos manos no te toma mucho tiempo, ¿no?

—¡Ni tienes idea, cabrón! No tienes ni idea de Lo que voy a hacer con...

—Ya cierra el hocico mocoso. El pez muere por la boca y yo estoy a punto de meterte un arpón por el hocico y sacártelo por el culo.

A Kris no le cayeron bien las palabras de Bracco y se sulfuró de inmediato. No iba a permitir que lo humillara delante de Chris, a quien por demás odiaba.

—Vete a la mierda viejo. A mi no me hace gracia estar aquí mirándole la cara a ese pendejo. Prefiero perder mi tiempo haciendo cualquier otra mierda. —Kris levantó la voz más de lo que debía—. Váyanse todos a la mierda.

Chris esbozó una sonrisa y hasta el tatuador hizo lo mismo. El único que no encontró gracioso el comentario fue el mismo Bracco.

Kris era aun bastante joven e inmaduro, imprudente además e increíblemente impulsivo. Aprendería con el tiempo, a medir sus palabras, si es que Bracco decidía perdonarle la vida luego de haberle hablado de ese modo.

Rapsodia entre el cielo y el infiernoWhere stories live. Discover now