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La alarma del teléfono hizo que saltara de la cama. La costumbre le hizo buscar el revólver donde siempre lo guardaba, debajo de la almohada.

Al no encontrarlo, acabó de despertar. No se encontraba en su cama, si no en una ajena. Los recuerdos de la noche anterior llagaron raudos a ponerlo al día.

Chris sacudió la cabeza y pronto encontró el revólver, sobre el suelo. No iba a perder otro de los regalos de Trevor. Especialmente uno que necesitaría cuando tuviera que enfrentar a Bracco. Revisó el teléfono y vio varias llamadas perdidas. Los mensajes de texto ni los leyó.

Era hora de marcharse. Necesitaba tomar los calmantes para el dolor, pero se detuvo un momento. Todavía podía sentir la calidez que obtuvo la noche anterior. El lecho seguía tibio.

Resopló enojado consigo mismo. ¿En qué estaba pensando? Chris se calzó a prisa sin quitarle la vista de encima al bulto envuelto en una frazada.

Si no supiera lo profundo que dormía Dominick, pensaría que estaba muerto. Desenvolvió al chico de dentro de las cobijas y le quitó su chaqueta.

Dominick ni cuenta se dio. Sólo rodó en la cama buscando abrigarse .

Chris se apartó de su lado, dándole una mirada al resto de la habitación.  Todo lo sucedido la noche anterior fue realidad.  Pasaron la noche juntos y lo único que hicieron fue dormir profundamente.

Sonrió sin quererlo. De pronto sentía ganas de reír a carcajadas pensando en la cara que pondría Bracco si se enteraba donde pasó la noche.

No, nadie debía saberlo. Lo que pasó entre ambos, se quedaría dentro de esas cuatro paredes mugrosas. Al cruzar esa puerta tendría que olvidarse  que Dominick existía.

Si alguien se enteraba, si Trevor llegaba a saber que...

Chris detuvo el tren desbocado de sus pensamientos. Dominick se volteó en la cama, parecía que iba a despertar. No, no lo hizo. Sólo se acurrucó buscando calor dentro de ese espacio helado.

Tendría que despertarlo y hacerle entender que no podía contarle a nadie que se encontraron. Advertirle no sería suficiente.  Absolutamente nadie debía saber que...

—¡Mierda! —masculló al sentir la vibración de su móvil.

Era Bracco de nuevo, jodiendo cómo era su costumbre. No le contestó. En silencio lo mandó a podrirse en la casilla de voz.

El auto se quedó afuera. ¿En qué andaba pensando? Seguro Bracco estaba esperándolo abajo para agarrarse a plomazos a esas horas de la mañana.

—¡Ey, despierta! —Rodeó la cama para tener acceso al chico y destaparlo para que dejara de dormir.

Dominick abrió los ojos al sentir el frío y su rostro se arrugó en una mueca de enojo. Hasta frunció los labios en el proceso. Acto seguido, se dio la vuelta para recuperar su sueño.

—¡Deja eso! —vociferó Chris para sacarlo del letargo.

Funcionó mejor de lo que esperaba, Dominick saltó del susto y los ojos se le abrieron más de lo normal.

¿Ahora qué? Pensó Chris. ¿Quería un besito de buenos días o qué le pasaba?

—¡Levántate de una maldita vez! —Ni esperó que lo hiciera.

Chris salió de la habitación. A pesar de la luz diurna, el departamento era bastante oscuro. Tuvo que sobreponerse al asco de caminar entre ropa sucia, polvo, envases de comida y demás basura regada por todo el suelo. Encontró una ventana cubierta por persianas polvorientas.

Rapsodia entre el cielo y el infiernoWhere stories live. Discover now