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"Is the terror of knowing, what this world is about."

Under pressure - Queen



El tren subterráneo se detuvo con un sonido grave. Las puertas se abrieron y los pasajeros se desplazaron por la estación creando una sinfonía desordenada e interminable.

El compás de los pasos, el ritmo que marcaban los trenes al arrancar, los tonos de las voces mezclándose armaban una melodía caótica que solía disfrutar de vez en cuando. Cuando tenía un momento para descansar. Sin embargo, en esos momentos no podía permitirse reposo.

Nocturne Nº2 se abría paso con timidez en medio de aquella rapsodia urbana. Eran ya las nueve de la noche, quizá un poco más y Dominick, violín al hombro, seguía tocando. Cerraba los ojos mientras arrancaba las más nostálgicas notas a su viejo instrumento. No tenía remedio, cada vez que tocaba se transportaba a aquel mundo de sensaciones que sólo la música sabe trasmitir.

El estuche de su violín repiqueteaba con una que otra moneda que le lanzaban los transeúntes. Sí, prefería el callado sonido de un billete, pero dinero es dinero.

A esas horas de la noche, su único deseo era llevarse a todos los que escuchaban las dulces notas de la pieza, consigo.

Un billete cayó sobre el estuche, casi tan gastado como las cuerdas de su violín: uno de cinco dólares. Dominick no alcanzó a ver quién hizo el donativo, pero al agacharse a recogerlo se dio cuenta que la función estaba por terminar.

Sin perder un segundo guardó dentro del bolsillo del pantalón las ganancias de la noche. Casi colocaba su violín en su estuche, cuando un par de zapatos brillantes casi se detienen sobre él.

—¡Ey, Beethoven! ¡Te dije que no te quería ver por acá!

Era un oficial de policía de nombre Davis y venía a echarlo, como era su costumbre. Era hora de partir de todos modos. Sin decir una palabra, Dominick tomó sus pertenencias apurado para evitarse problemas.

—Te advertí que a la próxima te ganabas un paseo a la delegación.

El oficial hablaba en serio. Tomó al músico ambulante de un brazo.

—Y... ya...me...ib..

Dominick intentó protestar, pero fue inútil. Al encontrar resistencia el oficial sacudió al chico e hizo que deje caer el estuche del violín. El chico intentó liberarse para recuperar sus pertenencias, pero el policía no le dio tregua. De un movimiento veloz atrapó el otro brazo del músico y juntó ambos sobre su espalda.

—¿No oíste? A la delegación, ya estabas advertido.

Con los brazos sobre su espalda y del impulso que llevaba, Dominick cayó de rodillas. El oficial lejos de dejarlo ir, lo forzó a levantarse de un jalón.

—¡Miren! ¡Ese oficial está abusando de su autoridad!

—¡Ese chico no estaba haciendo nada! ¿Por qué lo está jaloneando?

—¡Déjalo tranquilo, es un niño!

De pronto sucedió algo que Dominick nunca esperó. Al levantar la cabeza pudo ver como un grupo de personas lo apuntaba con su teléfono móvil, mientras que las protestas no cesaban.

—¡Abuso policial! Ese chico no estaba haciendo nada más que tocar su violín.

Fue una muchacha quien se acercó primero, con su celular, intentó su liberación.

Rapsodia entre el cielo y el infiernoWhere stories live. Discover now