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Tomorrow takes me high, high, higher...
Under Pressure~Queen




Si Trevor pretendía humillarlo apareciendo de improviso en su departamento y tratándolo como a un mocoso de pecho, lo consiguió el cabrón. Pasada una semana, Chris aún no se reponía de la vergüenza. Sin embargo, no se comería las burlas en paz. Un par de veces estuvo tentado de partirle el hocico a Harris, porque no se olvidaba del episodio en la barra. Pero antes de cobrar su tan merecida venganza, tenía asuntos que atender. Un par de cosas se perdieron aquella noche en la que tuvo la necesidad de ahogarse en alcohol.

El auto de Trevor fue una de ellas, pero no la más importante. Ni siquiera se preocupó en ir a buscarlo. Sabía bien que ese coche regresaría ileso y por su propia cuenta a su dueño. Nadie en su sano juicio se atrevería a tocar nada que le perteneciera al Trébol.

Una vez el dichoso coche regresó a donde pertenecía, Chris consiguió escabullirse dentro en busca de lo perdido. Se tomó el trabajo de revisar a conciencia el interior sin resultados positivos.

Luego de maldecirse varios minutos y rabiar otros tantos, por fin tuvo que aceptar que no, en realidad ni el revolver que Trevor le regaló ni su cuchillo favorito, estaban ahí dentro.

Le resultaba imposible recordar donde los perdió. Luego de amenazar al resto de la gente del Trébol e irse a los puños con otros tantos, no consiguió saber el paradero de los objetos.

Dos semanas tuvieron que pasar para que por fin decidiera dejar el tema. Claro que podía comprarse quinientos cuchillos mucho mejores que aquel de mango de madera labrada y acero. Pero era su favorito, Trevor se lo dio cuando se conocieron y nunca lo aceptaría, pero se ese era su predilecto. Cuanto más pensaba en su preciado artefacto de destrucción, más se le retorcían las entrañas por su pérdida.

Tenía una idea de donde podría estar. Sin duda alguien lo sustrajo de entre sus prendas. Alguien que tenía muy poco tiempo en la tierra por atreverse a robarle. Lo tenía todo planeado, apenas tuviera un momento libre iría a recuperar lo que le pertenecía. Sería cuando el Trébol dejara de respirar sobre su nuca.

Desde aquel pequeño incidente, no lo dejaba descansar. Nada que le molestara, en realidad. Chris adoraba mantenerse ocupado. Trevor siempre decía que las manos ociosas son los juguetes del diablo.

El Trébol era el diablo y solo podía recuperar su confianza si es que cumplía con todos sus encargos.

Así pasó una semana más entre idas y venidas, controlando los negocios de Trevor en tierras sureñas. Por órdenes de su jefe, tuvo de compañía al bastardo más molesto de toda la jodida tierra.

Finley O'Malley era un veterano hombre del Trébol, curtido y ladino, creía que estaba al mando, lo cual era irritante. El viejo era un sabelotodo. Además de pretender controlar los horarios, las rutas que tomaban, también decidía el lugar donde se hospedaban, por cuanto tiempo y donde detenerse para comer.

Llevaban un par de horas manejando y ya rompía el alba. Chris le gritó un par de veces que se detuviera por un maldito café, carajo. Porque el viejo bastardo no le dejaba tomar alcohol.

Tuvieron varias discusiones al respecto, en las que terminaron a los puños y con botellas rotas. Chris tuvo que ceder y reconocer que no probaría una gota durante ese jodido viaje. Luego de despertar con el cráneo envuelto en una venda somera, aceptó que Fin ganó esa vez. El bastardo le lanzó la botella que consiguió escabullir al cuarto de hotel donde se hospedaron y con eso terminó la discusión.

Chris necesitaba beber algo o se volvería loco. El viejo controlaba además la radio del auto. De todas las malditas estaciones para elegir, tenía que poner «country». Lo odiaba con todas sus fuerzas.

Rapsodia entre el cielo y el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora