22. Para todo hay una segunda vez.

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Capítulo veintidós.

Estaba acostada en el pecho de Jungkook, teníamos todo el día libre así que no existía entre nosotros ninguna intención de levantarnos de la cama.

—Me vuelves loco, ¿lo sabes?

—¿Ah, si? —sonreí.

—Si —me besó la cabeza— podría hacerte el amor todos los días.

—Me gusta la idea. —dije acomodándome sobre mis codos para poder verle la cara

Eso me recordó algo. "Todos los días" significaban cuatro. El volvería a España en cuanto mis padres regresen y a mi me daban unas enormes ganas de llorar de solo pensar que estaba enamorada de un chico que quizá no volvería a ver.

—¿Sucede algo? —preguntó.

—No, estoy bien. Sólo me siento rara, ya sabes.

—¿Te duele?

—No puedo ni moverme —digo, exagerando un poco, y se ríe.

—Tranquila, es normal. Mañana te sentirás mejor.

—Eso espero.

—Ya vuelvo, quédate aquí.

Se levantó de la cama y caminó desnudo sin ningún tipo de pudor por la habitación. Lo seguí con mis ojos hasta dónde pude, era una belleza digna de admirar.
Me estiré en la cama y sonreí. Estaba feliz. Muy feliz. Cerré mis ojos buscando guardar esta sensación en mi memoria por siempre.

—Despierta, koala —escucho la voz de Jungkook en mi oído.

—¿Que hora es? —acaricié su cabello.

—Las 2 de la tarde. Ya has dormido mucho, debes comer.

—Muero de hambre.

—¿Prefieres ducharte y luego comer?

—¿Estás diciendo que huelo mal?

—No, pero ya sabes, tienes olor a...sexo, a mí.

—Sí, es tu olor en mi piel lo que hace que no quiera ducharme —rió.

—¿Quieres comer? —asentí.

—Pero primero voy a ducharme.

—Ven aquí.

Me cargó en sus brazos como una niña pequeña haciéndome reír durante todo el trayecto hacia el baño de su dormitorio.
La bañera estaba lista, el agua desprendía un tentador vapor. Me deja de pie en el suelo, me quito la ropa interior bajo su mirada y me adentro en ella. Se siente tan bien el agua caliente, tan relajante.

—¿Vas a cocinar? —le pregunto, el se acerca y se sienta en el borde.

Ya me había visto demasiado desnuda, pero así lo sentía diferente. Me provocaba cierto pudor sus ojos clavados sobre mi cuerpo.

—Podría. O podría ayudarte con esto primero. —dijo al tiempo que se desnudaba para colocarse en la bañera frente a mi.

Tomó una esponja y la pasó por mis hombros. Cerré los ojos, disfrutando del tacto de esta en mi piel. Pero pronto la dejó de lado para reemplazarla por algo mucho mejor, como lo eran sus propias manos. Refregó el jabón sobre ellas para obtener espuma y luego las deslizó por mi pecho. Bajó por mis brazos. Fue hacia mis senos, y al tocarlos di un respingo que lo hizo sonreír. Los acarició con delicadeza y ternura, como si se tratasen de alguna obra de arte que no quería arruinar.

—Levanta tus piernas —pidió y lo hice.

Luego de que enjabonó cada una de ellas, me di la vuelta para darle acceso a mi espalda y cuello, dónde proporcionó unos exquisitos masajes.
Lavamos nuestro cabello y jugamos como niños en el agua hasta que nos aburrimos y decidimos salir.
El lo hizo primero, tomando una toalla blanca y cubriendo su cuerpo de la cintura para abajo una vez que se había terminado de secarse. Busca otra y la extiende para abrazarme con ella cuando salgo. Afuera hace frío así que me dejo proteger por sus brazos.

© Bajo Las Reglas -𝙅𝙐𝙉𝙂𝙆𝙊𝙊𝙆Where stories live. Discover now