34. Contradicción

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Mi corazón está a tope, siento que esto sobrepasa mi nivel de valentía.

Han de pensar que soy un completo desastre, fea copia de un principe valiente, pero es que se que con esta noticia, mi padre se alterara a más no poder, estoy muy seguro que me echara en cara todo lo que ha hecho por mi, los lujos, la buena vida que al final no han sido suficiente. Siempre trato de complacerlo en todo, ser alguien del cual él se sienta más que orgulloso.

Pero creo que él nunca se conforma.

Me he puesto a pensar de que yo no merezco nada de lo que tengo, que soy un imbécil que trata a los demás como esclavos o por lo menos así era antes. Solo de pensarlo, me hace sentir terrible, yo no conocía la vida de los demás y aún así los humillaba.

Volteo a todos lados, buscando a mi padre. Pero no está.

—¿Mi padre donde se encuentra? —le pregunto a la joven aseadora.

—El señor Farûq está en el gran Salón —responde.

—Gracias.

Salgo apresurado al gran salón, no se por que pero se me hace extraño que se encuentre en ese lugar, él siempre está en su oficina o sino su habitación. Seguro tenía algo en el salón.

Cuando estoy por llegar escucho el sonido del piano sonando. Me detengo en seco cuando encuentro a mi padre tocandolo, este día está más raro cada momento, me acerco lento y solo me siento a su lado del sillón.

Se detiene y me queda viendo.

—Me estaba acordando de tu madre —dice un poco melancólico —. Ella siempre pensó en ponerlos a Tahira y tú aprender a usar instrumentos. Ella era una mujer tan especial, la primer mujer de la que me enamoré de verdad, mi primer esposa.

Yo quedo viendo las teclas del piano y solo pienso en el día en el que empeze las clases de música.

—Ella era la mejor —digo.

—Hijo cuando me casé con tu madre pensaba que eso no iba a funcionar, en ese momento yo no la amaba, solo me casaba por conveniencia. Pero según iba pasando el tiempo, la miraba diferente —sonríe —. Primero la veía como una hierba que estorbaba después solo la miraba como la rosa más bella de todo la nación.

—Ella era hermosa —susurró —. Te ayudaba con lo que sea.

—Muy pronto tú tomarás mi lugar como gran jefe Ibrahîm, espero que cuando estés seas un líder honorable. Alguien de quien la gente hable cosas buenas.

Volteo hacia otro lado y pienso en las palabras de papá, en que eso nunca podría suceder.

—Yo quería hablarte de eso —digo nervioso.

—¿Dime hijo?

—Sobre mi boda planeada con Zahida.

—Con que ya te diste cuenta —hace una mueca —. Quería que fuese sorpresa pero ya que sabes has de estar ansioso, solo te digo que por eso no te preocupes que yo lo tengo todo resuelto.

—¡Padre no me quiero casar! —suelto rápido algo alterado.

—¿Crees que es muy pronto? —pregunta —. Por que si es así solo po...

—¡No! —lo interrumpo —. No me quiero casar con Zahida Habîb —digo serio.

—Si no te gusta podemos conseguir a alguien más —contesta mi padre, que aún no capta a lo que me refiero.

Se que esto tendrá repercusiones políticas, y probablemente indignación familiar. Pero siendo sincero eso nunca me importo desde que me di cuenta que mi felicidad es primero que todo eso. Así que espero algún día me puedas perdonar padre.

El Hijo del Jeque ✔ Where stories live. Discover now