Epílogo

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•Epílogo•

Los días pasaban y las noche se volvían eternas, cada vez sentía que no podía, que el perder a Ibrahîm me llevaba cada vez más a la locura. El solo pensar que mi bebé crecerá sin conocer a su padre es difícil.

—Sophia tranquila, todo saldrá bien.

Las palabras de Elena alivian un poco mi dolor, el saber que ella estará ahí para mí es reconfortante.

—Me duele Elena.

Ella se acerca y me deposita un abrazo, unos de esos que cuando suceden, se siente la necesidad de expulsar todo eso que te está dañando.

—Todo saldrá bien.

—Falta poco Sophia, inhala y exhala —Erick un amigo que conocí en el trabajo se acerca a darme ánimos en este momento tan especial y doloroso para mí.

—¿Como está? —Elena se acerca rápido.

—Las contracciones.

Elena toma de mi mano y me sonríe, la quedo viendo y el sudor que recorre por mi frente se siente caliente aún con el aire helado del hospital. En eso un dolor punzante me comienza a atacar y doy un grito al cielo, Elena se asusta y rápido manda a llamar al médico en cuestión de segundos, en la sala se entra el doctor con sus enfermeras.

—¿Lista cariño? —me pregunta el doctor.

—Sí, ya saquen lo —digo por la sensación horrible que se siente. Los minutos pasaban y por suerte Elena me acompaño en la sala de parto, ella toma mi mano mientras el doctor me dice que puje para que salga el bebé.

En eso hago el puje más fuerte de mi vida, tanto que creo que todas las venas se me resaltaron y de la nada un alivio inunda mi ser. Cuando de la nada escucho los lloriqueos del bebé.

Volteo a ver al doctor que es el que tiene a mi hijo en sus manos.

Él me voltea a ver y sonríe.

—Tuviste un niño hermoso y sano Sophia.

Elena se aproxima a ver al pequeño y el gesto de su rostro solo hace que mis anhelos de tenerlo en mis manos se agrande. El doctor se acerca para que lo tome y cuando lo veo una lagrima sale de mi ojo. Lo tomo entre mis brazos y la sensación en mi pecho están fuerte que creo nunca haberla sentido.

—¿Y como se va a llamar? —pregunta Elena.

Quedo viendo el rostro de el bebé y una sonrisa se figura en mi rostro.

—Se va a llamar como su padre, Ibrahîm.

7 años después.

El camino a la felicidad puede ser de varias formas, muchas veces la encontramos en una pareja, en una madre o en un padre pero yo nunca pensé que encontraría mi felicidad de esta manera, con un hijo.

Tan resplandeciente como una estrella, tan lleno de alegría como los pájaros al cantar. Sus ojos claros como dos esferas de luz y clara piel como misma nieve. Así era mi pequeño, mi ser de alegría y de amor por el cual daría hasta propia vida.

—Hola amor ¿como te fue en tu primer día? —se acerca el pequeño Ibrahîm a abrazar a su querida madre.

—Muy bien mamá, hoy aprendimos a multiplicar —su dulce voz el cual transmite tranquilidad, me conforta siempre después de mi trabajo.

—Que bueno amor.

—El pequeño Ibrahîm es muy inteligente —se acerca una mujer joven y muy hermosa —. Hola, mi nombre es Elizabeth y soy la maestra.

El Hijo del Jeque ✔ Where stories live. Discover now