03. Enojo y sucios pensamientos

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Ibrahîm Farûq.

Dolor, maldito dolor de cabeza insoportable, alzó la vista y al parecer estoy acompañado y no solo de una, si no que de dos mujeres.

¿¡Que demonios pasó anoche!?

Me levanto de la cama algo mareado, voy a buscar alguna píldora o algo para que me quite este dolor, ya que se esta tornando horrible, me adentro al baño rápidamente, aquí suelo dejar pastillas para ocasiones como esta, primero lavo mi rostro para después seguir con los dientes, me tomo la pastilla a la boca y solo espero a que se me quite este maldito dolor de cabeza, salgo del baño y veo que las dos muchachas ya están levantadas.

—¡Hola! —dicen las dos al unísono, bien amigables.

—Hola —digo muy confundido, raspando mi garganta —. Me pueden decir como es que llegaron hasta aquí —digo serio tratando de imponer.

Me miran algo indignadas.

—No te acuerdas, tu nos trajiste bien emocionado —sonríen las dos —. Se podría decir que ayer estabas hasta el tope de alcohol.

—Qué vergüenza. ¿Y cómo llegamos hasta aquí?

—Bueno, terminamos charlando los tres después una cosa llego a la otra y terminamos acá teniendo una noche para nunca olvidar —las muchachas actúan coquetas —. ¿Te hago una pregunta? —dice una de ellas.

—Sí, esta bien.

—¿Como soporta tanto en la cama? ¿Acaso toma algo? es que acabo como tres veces.

Me sorprendo mucho por su pregunta. —¿Como se le ocurre preguntar tal barbaridad?

–—Tranquilo, solo es una pregunta —dice haciendo muecas con sus rostros.

—Bueno, recojan su ropa y se van —cambian su mirada de tranquilas a una de muerte, creo que si la gente pudiera matar con el pensamiento yo ya estuviera en pedazos.

terminan de recoger la ropa y de ponérsela

—¿Como fue que nos encontramos en donde sea que me encontraba? —pregunto confundido.

—Un amigo tuyo, bueno eso me dijo él, el fue el que nos presentó —contesta una de ellas.

—¿Saben el nombre del tal amigo mío?

Veo que lo piensan un poco y yo estoy que explotó ya que no me gusta que cosas como estas sucedan, la imagen y mi reputación son como joyas para mi vida —. Zafir, se llamaba Zafir —contesta.

—¡Zafir! —digo enojado —. Gracias, ya se pueden ir.

—Tranquilo, tampoco nos vamos a quedar —comentan con molestia las mujeres, lo siento pero así soy yo.

No respondo y solo espero a que salgan ¡que bueno que mi padre no se encuentra ahorita porque si no ya estaría con una soga en el cuello! Rápidamente me cambió con algo de acuerdo al momento y salgo de la habitación.

El Hijo del Jeque ✔ Where stories live. Discover now