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Yerin

Estaba atada a una mesa de metal, sentía el frío de la superficie penetrando en la piel de mejilla, pecho y abdomen. Me encontraba tan asustada que me era difícil respirar y los pasos de esos hombres rodeando la habitación no ayudaban.

-Tranquila pequeña - dijo uno con una voz melosa - No te haremos daño si tus papis nos dan lo que queremos - Mentira. Acarició mi espalda desnuda mientras yo intentaba alejarme de su toque, lo cual me era imposible gracias a las cadenas que sujetaban mis muñecas y tobillos a la mesa.

-Es hora de que hables con tus padres - dijo una voz ronca, me tense inmediatamente y empecé a temblar, sabía lo que venía.

Se paro al lado de la mesa sosteniendo un látigo mientras marcaba el número de mi familia. Desee que no contentaran, odiaba que contestarán las llamadas porque mis padres sabían lo que me hacían cada que hablaba con ellos.

Descolgaron la línea, la voz de mi madre inundó la habitación, la respuesta que le llegó fue el sonido del látigo estrellándose contra mi piel y mi grito de dolor.


Desperté cubierta de sudor y con la respiración agitada. No entendía porque estaba teniendo esas pesadillas otra vez, no hacían sino desgarrar una herida que no quería atender en este momento, abriendo una puerta que no debería ser abierta. Revise el reloj de la pared, 3:20 am, maravilloso. Me levante en silencio buscando la ropa de entrenamiento y salí de la habitación. Se estaba convirtiendo en una costumbre, los días que me despertaban las pesadillas salía a correr un poco para despejar mi mente.

Una voz me hizo detener mi trote abruptamente - Soldado Jung - busque el origen de la voz, encontré a su dueña parada a unos metros de la pista de carrera mirándome sería

-Sargento Jung.

-Puedes llamarme Eunha cuando estemos solas - me sonrió pero sus ojos seguían serios - ¿Qué estas haciendo levantada a esta hora?.

-En ese caso, puedes llamarme Yerin - me acerque a ella - Estaba corriendo porque no podía dormir, ¿Y usted?

-Me sorprende que en un par de semanas aquí ya me trates respetuosamente - bromeó levantando una ceja - Yo estaba arreglando unos asuntos del torneo con la Sargento Hwang - sentí como mi corazón se aceleraba al escuchar su nombre, controlar el Yerin - No te preocupes, ella está en otra ala del edificio.

-No estaba preguntando por el paradero de esa idiota - solté bruscamente y ella sonrió entretenida

-Claro... Entonces ve al edificio Yerin, no debes estar afuera de tu camarote a esta hora.

-Ya te dije que no podía dormir - replique molesta y una idea cruzo mi mente - ¿Puedo ir contigo?

-Claro, pero tengo muchas cosas que hacer - advirtió mientras se daba la vuelta

-Esta bien, me puedes servir de guía mientras estamos en eso - troté hasta quedar a su lado, ella negó resignada mientras me sonreía

Durante el resto de la madrugada estuvimos recorriendo las instalaciones de la Academia, repartiendo y pidiendo permiso para realizar los entrenamientos pertinentes para el torneo. La única habitación que llamó mi atención fue la sala de música. No entendía porque no teníamos una clase obligatoria ahí. Al preguntarle a Eunha ella me dijo que era debido a que nuestra Academia se centraba en otros temas y que las personas que la usaban lo hacían en sus tiempos libres.

Para cuando las trompetas sonaron, ya nos encontrábamos en el ala de nuestro pelotón, Eunha se despidió dulcemente y yo me dirigí hacia mi camarote. Había descubierto que la castaña era increíblemente amable y divertida. No entendía porque la troglodita de Eunbi no podía ser así. Entre con una enorme sonrisa a la habitación, la mañana con Eunha había sido maravillosa. Las chicas me miraron entre preocupada y curiosas.

Mi Sargento (Sinrin)Where stories live. Discover now