24.- El día de la verdad

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—¿Acaso no eres responsable del orden social de mi gente? —le pregunté yo. 

A veces no consigo entenderlo. Esmael se jacta de decir que él controla cada cosa que sucede en el mundo, pero también creo que mucho escapa de su control.

—En parte sí. Las cosas siempre han sido así, Jehane. Están los que nacieron para mandar, los que nacieron para rezar, los que nacieron para luchar, y quienes nacieron para trabajar hasta la muerte. Es el orden que he impuesto aquí y en todas partes del mundo —contestó él para mi sorpresa—. Pero no en todos los lugares es igual. Y sin duda la forma en que en occidente han interpretado las escrituras y marcado las diferencias entre clases es algo interesante. El comportamiento humano a veces es impredecible, y aunque no lo creas, toma forma con los años. Hasta siglos. Es solo que a veces me sorprende cómo una ideología con un mensaje lleno de paz degeneró en tanto sufrimiento y martirio.

—Ja, y que lo digas —comentó Actea con cierta ironía. Yo ya sé que se refería a lo que pasó con su mentora Hipatia, a cómo los cristianos la asesinaron.

—Lo que me sorprende es que no se hayan revelado aún —observó Nikkos—. Supongo que lo harán algún día, pues este modo nefasto de vida llegará a un límite de intolerancia total en algún momento.

—Creo que tienen mucha hambre y están muy ocupados en sobrevivir como para pensar en revelarse contra la clase dominante —explicó Isethnofret, y los demás asintieron.

—Pero algún día dejarán de vivir hambrientos, querida —le dijo Nikkos con una sonrisa—. Aquí en París hay hambre, desolación, suciedad. Pero también hay quienes han surgido y siguen oprimidos. Algún día se cansarán, algún día dejarán de tener miedo. Ese día nacerá un mundo nuevo, un nuevo orden. Y es emocionante saber que estaré ahí para documentar todo con detalle.

—Es lo único que te importa —dijo Bruna—. Ver cómo se cumplen tus teorías del comportamiento humano.

—Por supuesto —admitió animado—. De alguna forma me tengo que entretener en mi paso en este mundo.

Los inmortales siguieron hablando, poco a poco dejé de escucharlos. Ellos hablaban de cuáles podrían ser las bases para un levantamiento popular o insurrección más grande. Si la base sería religiosa. Política, económica. De momento una revolución no era aceptable, dijo Esmael, pues estaba ocupado en afianzar el poder de los monarcas. Pero algún día él también se cansará de este orden y promoverá aquella insurrección. Quizá aquí, en París.


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15 de mayo de 1236

Esmael ha decidido dejarme ir, y aunque antes solo fueron palabras, ahora es real. Ha preparado un séquito que me llevará a Béziers, dice que quiere que sea seguro para mí. Acepté de buena gana, pues aquellas historias de asaltos en los caminos han conseguido asustarme.

También he notado que estoy lúcida otra vez. Mientras menos tiempo pasa Esmael a mi lado, mejor me siento. Sé que de alguna forma perdí la noción del tiempo. Todo lo que viví parece una pesadilla que no logro recordar, como despertar de un mal sueño con la sensación de que este continuará al volver a dormir. 

Así pasaron mis años con los inmortales, entre olvidos y sueños que no quiero recordar. Pero he vuelto a sentir los días y las noches, el tiempo es real otra vez.

Mañana partiré, así me lo han hecho saber. El séquito me escoltará hasta una barcaza en el río Ródano para llevarme a mi hogar. Tengo miedo de lo que voy a encontrar al volver, de la reacción de todos. Temo por sus vidas, temo que me odien. Espero que hayan encontrado en aquel pergamino mi nota de despedida.

Los diarios de Jehane de CabaretWhere stories live. Discover now