23.- Todo tiene su tiempo

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La noche anterior terminó de leer en casa la última traducción de las memorias de Jehane

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La noche anterior terminó de leer en casa la última traducción de las memorias de Jehane. Una parte que, por cierto, no se la entregó el Jerome real. Cuando llegó a casa encontró en el buzón un sobre que sobresalía. Solo por curiosidad lo sacó, y sintió un temor súbito. Pensó que había sido suficiente con todo lo que Nikkos le contó, pero el inmortal había dejado un sobre para él con información adicional. La escondió entre sus cosas, y entró a casa.

Mamá lo esperó angustiada, y la entendía, era tarde. Al verlo, se agachó para estar a su altura y lo abrazó fuerte. Notó su miedo, mamá no estaba enojada. Solo muy asustada porque creyó que se había perdido o que le pasó algo. Al separarse notó lágrimas en sus ojos, mismas que se apresuró a secar.

—Tranquilo, ya lo sé todo —murmuró su madre mientras acariciaba sus mejillas.

—¿En serio? —preguntó sorprendido, le tembló la voz. ¿Acaso la orden descubrió lo de su charla con Nikkos?

—Si, Andrea me lo contó. Sé que vieron lo que le pasó a la madre de Silvain. Te asustaste, ¿verdad?

—Ajá... —contestó en voz baja. Eso lo tranquilizó, porque si descubrían lo de Nikkos estaría en verdaderos aprietos.

—¿Dónde estuviste? Andrea dijo que se despidió de ti en el paradero de buses.

—Si, pero el bus tardaba en llegar y me cansé de esperar. Vine caminando, también estuve sentado en un parque. No sé, no dejaba de pensar.

—Amor, no vuelvas a hacer eso —dijo mamá, no dejaba de acariciar sus mejillas—. Me voy a morir sin ti, no podría soportarlo. No salgas solo, y siempre reporta tu ubicación a la orden. Me asusté mucho.

—Lo siento, mamá. No lo pensé, solo tenía miedo —se excusó, ella volvió a abrazarlo.

—Ya pasó, lo importante es que estás bien. —Él asintió. No creía estarlo, siendo sincero.

Al llegar a su habitación, escondió el sobre que le envió Nikkos. Cenó con mamá, ella lo estuvo vigilando con disimulo. Tuvo que esperar hasta la madrugada para poder leer. Sacó el sobre, buscó una linterna y se metió debajo de la manta.

No supo cómo sentirse. Le dio mucha pena Jehane, saber que la tuvieron secuestrada tanto tiempo y le hicieron cosas malas. 

Le estremecía leer las partes en que ella le hablaba. A Alain le parecía leer una carta de alguien muy familiar, como si lo conociera. Y conforme leía, ella le parecía cada vez más cercana. Al principio no se esforzó por imaginarla, pero poco a poco se formó una imagen de ella en su mente. Tuvo que ser una chica muy linda. Quizá no muy alta, pero sí muy fina y educada. Había leído de sus cabellos dorados, y aunque nadie se lo dijo, la imaginó de ojos azules.

Después empezó a imaginar su voz. No podía ser como la de mamá, porque mamá tenía más de treinta. En su mente le dio una voz parecida a la de Andrea. ¿Acaso estaba en lo correcto? ¿Así fue su voz? ¿Y si Jehane también lo imaginó a él? Ella lo dijo en sus diarios, que supo que algún día sería un hombre, pero le gustaba pensarlo como a un niño.

Los diarios de Jehane de CabaretWhere stories live. Discover now