8.- Actea

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6 de mayo de 1231

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6 de mayo de 1231

El día de hoy conocí a la cuarta inmortal. Nos encontramos en el mercado con ella, y Bruna quiso evitarla intentando pactar un encuentro luego en algún lugar de Antioquia, pero la rubia inmortal no aceptó. Sin entender, yo caminaba al lado de Bruna de regreso a la casa de los Bordeau, mientras Actea nos seguía.

—No puedes esquivarme por siempre —decía en un tono cantado—. Ya te dije que esto no es un juego, Bruna. Tenemos que hablar.

—Lo haremos —contestó, por alguna razón yo sentía su voz temblorosa, como si sintiera algo de miedo—. Pero no ahora, déjame a solas. En serio, Actea, te lo pido como hermana. Hablaremos más tarde.

—No —contestó tranquila la inmortal mientras aún nos seguía. Empecé a asustarme, ¿qué tenía de malo que Bruna estuviera con nosotros? 

Bruna no pudo hacer nada por detener el pase de Actea a la casa de los Bordeau. Nosotras apenas habíamos entrado al patio y cerrado la puerta, pero poco después los sirvientes dejaron pasar a Actea como si nada, hasta la seguían con una sonrisa boba, como si estuvieran encantados. Para ese momento ya nos habíamos encontrado con la señora Kaysa, la prima Alix, y hasta Caleb. 

Al ver pasar a la inmortal me puse algo nerviosa, no importaba que Bruna le hubiera dado la espalda y que incluso le haya cerrado la puerta en la cara. Ahí estaba, lista para conversar sea como sea.

—Ay, pero qué horrible contigo, en serio. ¿Se te quedaron los modales en Provenza? Creí que éramos hermanas —bromeó la inmortal. 

Yo no entendía si estaba molesta o si ese era su carácter, porque según ella el tema era importante, pero ahí iba, sonriente. Retrocedí hasta llegar al lado de Caleb, y del susto que me había llevado de ver ahí a la inmortal lo tomé de la mano. Aún pienso que es encantadora y me fascina, pero a diferencia de lo que me pasa con Bruna, sí puedo razonar y temer a Actea.

—¿Pasa algo? —preguntó extrañada Alix—. ¿Has invitado a esta mujer a mi casa? —Mi prima también se veía contrariada. Pero, aunque una persona normal hubiera reaccionado mal al ver una desconocida en su casa, Alix parecía tranquila.

—Ah, ya veo, disculpa tú... No sé como te llamas, pero disculpa. No quise meterme a la fuerza a tu casa, solo venía a llevarme a esta inmortal que tienes por aquí. Bruna, querida, deja de esconderte de mí.

—Actea, te dije que hablaríamos luego. Retírate, ¿si? No me hagas usarlo.

—Ohhh... Lo había olvidado, puedes obligarme a irme con tu encantamiento. Terrible esta niña, ¿no? —dijo mirando a la señora Kaysa, y hasta le sonrió. Ella correspondió la sonrisa mientras Actea avanzaba hacia Bruna.

—Pero ¿qué rayos está pasando aquí? —La voz era del señor Amaury. Nos giramos a verlo, él tenía el ceño fruncido y miró con desconfianza a la recién llegada.

Los diarios de Jehane de CabaretWhere stories live. Discover now