11.- Novedades de terror

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—Houston, tenemos un maldito problema —concluyó Silvain, justo cuando terminó de leer la última traducción de los diarios de Jehane

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—Houston, tenemos un maldito problema —concluyó Silvain, justo cuando terminó de leer la última traducción de los diarios de Jehane.

—¿Por qué tenemos un problema? ¿Dónde queda Houston? —preguntó Julius.

—Jul, se refiere a que, según lo que escribió Jehane, sabía que algún día Ismael iba a robar sus diarios. Y sí pasó, se los robó porque le dio la gana —contestó Alain con amargura. 

Era eso, un estúpido capricho de aquel inmortal. Solo robó los diarios porque en el año 1231 amenazó a Jehane con hacerlo, y lo consiguió. Por culpa de eso papá tuvo que salir a perseguirlo y murió. Para el inmortal fue como un juego, pero Alain nunca lo iba a olvidar. 

—Ajá, y no solo eso —agregó Silvain—. Creo que ustedes no se han dado cuenta del gran detalle.  Bruna usó en encantamiento con Ismael. ¿Entienden lo que significa eso? —Él y Julius se miraron entre sí. El niño se rascó la cabeza pensativo, y él no supo qué decir.

—¿Es muy malo? —preguntó Julius.

—A ver, mocosos. ¿No se dan cuenta de la gravedad de lo que pasó? —preguntó irritado el chico, como si le resultara pesado explicarles todo—. Bruna no tenia ni treinta años de inmortal en ese entonces. ¿Saben cuántos años tenía Ismael en 1231? Casi cinco mil, no sé si más. ¡Cinco mil malditos años! Para él, Bruna era nada. Era como un feto, ni siquiera una recién nacida. Y aun así, Bruna lo controló, usó encantamiento y lo dominó. ¿Ahora si entienden?

Gracias a la explicación de Silvain de pronto ya lo veía todo más claro. Y conforme hablaba sentía que palidecía. Silvain tenía muchas razones para estar preocupado, y claro que eso era un problema.

—Qué miedo... —dijo despacio Julius, y ahora hasta el niño se veía asustado.

—La encantadora es más peligrosa de lo que se pensaba, esa zorra está de terror —les dijo Silvain. 

El chico dobló las hojas que él llevó y se las entregó. Alain las guardó en su mochila, sentía que las manos le temblaban un poco. Hace rato debió darse cuenta que la orden y los inmortales no eran cosa de juego, y ahora no podía evitar sentirse asustado.

—¿Qué vamos a hacer, Silvain? —le preguntó Julius en voz baja. Pobre, al pequeño se le contagió el susto.

—Rezar para que esa maniática nunca aparezca en nuestras vidas.

—Amén —agregó él. No sabía si eso funcionaría, pero no estaba de más.

Los tres muchachos de la orden estaban sentados a la entrada de la escuela, justo como la otra vez cuando los castigaron. Solo que en esa ocasión era distinto. En medio de sus clases los mandaron a llamar a los tres de la dirección. Alguien, y con "alguien" se refería a Antoine de Maureilham, solicitó permiso para que salieran. Pronto los irían a recoger, así que por eso esperaban a la entrada de la escuela. Antes de ir a clases, Alain le pasó a Silvain una copia de la última traducción que hizo Jerome de los diarios de Jehane, y apenas el chico terminaba de leer todo. Por eso estaba tan perturbado.

Los diarios de Jehane de CabaretWhere stories live. Discover now