10.- El palacio de los espectros

398 46 176
                                    

12 de junio de 1231

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

12 de junio de 1231

Ayer conocí a aquel que llaman Esmael, el ángel oscuro. Según he escuchado, él es el líder de los inmortales. 

Sé que los inmortales fascinan a los humanos, al punto que nos hacen creer que son divinos y perfectos. ¿Cómo no voy a saberlo? Llevo una vida pensando lo mismo de Bruna. 

Soy consciente de que lo que Esmael me provoca no es más que la fascinación que cualquier inmortal lograría. Y aún así no puedo evitar sentirme en las nubes cuando él me mira. O cuando me ofrece su atención.

Caleb estuvo algo molesto ayer, o al menos se molestó tanto como el encantamiento lo dejó. Me dijo que Esmael se había encaprichado conmigo y que pronto me arrebataría. También me dijo que me cuidara, que un inmortal ponga los ojos en mí no es bueno. También creo que tiene razón, ¿qué podía querer el líder de los inmortales conmigo? Diversión, jugar, pasar el rato. Yo no podría cambiar esas cosas por lo que siento por Caleb.

Anoche hubo una fiesta, nunca he presenciado algo similar. Había mucha gente extraña bailando, música que jamás escuché, y hasta la bebida tenía un sabor diferente. Yo vestía ropas más ligeras, y cuando me di cuenta ya estaba bailando como si no me importara nada, dejándome llevar por el ritmo. 

Caleb estuvo casi todo el rato a mi lado, era como si los dos nos cuidáramos de no hacer ninguna locura. Aunque ni nosotros mismos estábamos seguros de poder resistirnos.

Bruna nos presentó a los demás inmortales. Isethnofret y Nikkos, la egipcia y el cretense. Nikkos empezó a reír de pronto cuando vio a Caleb, y mi querido caballero no entendió nada. Lo bueno fue que nos explicó pronto qué estaba pasando.

—¡Qué cosas tiene la vida! Muchacho, a ti te conozco desde que ibas en los brazos de tu madre, esa mujer llamada Kaysa. Linda chica, ¿será que sigue viva? Y pensar que casi hago que la quemen en una hoguera. No era personal, así que no espero rencores —le dijo el inmortal.

—No sé mucho de esa historia, señor —le dijo Caleb a Nikkos con respeto—. Pero si conoció a mi madre, le alegrará saber que se encuentra bien.

—Bueno, alegrarme no tanto porque en verdad no me importa. Solo pregunté por curiosidad. ¿Sabías que hasta me llamaban en secreto "la maldita criatura"? Qué poca creatividad, si te soy sincero. Lo de maldito me pega preciso, pero lo de criatura estaba de más.

—Ajá... supongo —le dijo Caleb confundido—. Pero, señor...

—Que no soy señor, esas son cosas de ustedes los cristianos. Dime Nikkos, o solo "Inmortal", si te parece que llamarme por mi nombre es exceso de confianza.

—Está bien, se... inmortal Nikkos. Creo que así está bien. —Caleb me miró de lado y yo asentí—. No sé si la señora Bruna le explicó la razón por la que estamos aquí, en ese caso quisiera hablar con vos al respecto.

Los diarios de Jehane de CabaretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora