44.- Secretos peligrosos

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Mientras terminaba de peinarse, Sybil vio de reojo que Aurea tenía problemas en arreglarse el vestido nuevo

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Mientras terminaba de peinarse, Sybil vio de reojo que Aurea tenía problemas en arreglarse el vestido nuevo. No llegaba al broche, así que tuvo que dejar lo que estaba haciendo para acudir en ayuda de su amiga. Aurea le susurró un gracias, y sin querer Sybil frunció el ceño al notar la marca de la ropa que usaba.

—¿A quién le vendiste la virginidad?

—¿Qué cosa? —preguntó ella espantada. Literal, como si hubiera sido una pregunta en serio y no una broma típica de ellas.

—Tarada, que este vestido cuesta una vida. ¿Quién te lo compró?

—Ah, nada. Ya te dije, fue regalo de mi futuro nuevo padrino. Que no quiera que lo vean con marginales dice —contestó restándole importancia. Aurea se miró al espejo y empezó a arreglarse un poco con el nuevo set de maquillaje. Sybil se mantuvo en silencio, es que en serio esa historia se le seguía haciendo muy turbia.

—¿Sabes? Sigo sin entender todo eso —se animó a decirle—. Es raro que de pronto los Seymur te quieran apadrinar. O sea, entiendo que las Fiurt son muy requeridas y eso. Pero, ¿por qué tú?

—Obvio, quieren una bruja para que le dé buen aspecto a la familia. No hay más vuelta que darle —le dijo sin mirarla, concentrada en delinear tus ojos.

—¿Tú eres estúpida o te haces? Te estoy hablando en serio, Aurea —le dijo Sybil cruzándose de brazos. Esa bruja le estaba ocultando algo, no lo dudaba. La historia era turbia, no podía negar eso. Y que le inventara una estupidez en lugar de contestar con claridad solo empeoraba las cosas.

—Ay, pero qué dramática eres —contestó risueña y la miró por el espejo—. Que no pasa nada, Sybil. Solo quieren apadrinarme y ya, no hay nada extraño en eso. Siempre supe que tendría muchas propuestas antes de mi iniciación, es normal para las Fiurt.

—No se trata de eso Aurea. Tú... Tú sabes lo que eres —disimuló. Ni aunque estuvieran solas era correcto hablarlo en voz alta—. No puede ser tan simple.

—Pero lo es. —Aurea dejó su delineador negro a un lado y se paró para ir con ella—. Tranquila, estoy bien. No te preocupes tanto.

—Es que mira, me preocupa que te estén haciendo tantos favores cuando ni siquiera has empezado tu servicio con ellos. Esa gente no da nada gratis.

—Eso fue lo que dije yo, pero le restaron importancia. A esos les sobra el dinero, Sybil. ¿Qué quieres que haga? ¿Qué me niegue? No tiene nada de malo aprovechar un poco, son cosas de primera necesidad.

—Nada de esto —le dijo señalando su ropa y maquillaje— es necesario. Le vas a romper el corazón a Daxa, se la pasa recolectando ropa para ti. ¿Qué va a hacer con todo eso ahora que te la pegas de fina? —Aurea rió. Quería confiar en ella, pero últimamente estaba rara. Le ocultaba algo, y se dio cuenta que no iba a soltar nada por más que insistiera.

—Siempre hay quienes lo necesitan, de eso ni te preocupes.

—Claro que me preocupo. Antes ibas todos los días de descanso a dormir en casa, mis madres se la pasan preguntado por ti. Dicen que las tienes abandonadas. —Por un instante Aurea hizo un gesto culpable. Pero eso lo superó pronto para sacarle cosas en cara.

Memorias de Xanardul: Las escogidas [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora