Especial de Navidad 2020 [Parte 1]

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I. La explotada laboral

No podía creer que ese miserable avaro, explotador laboral, intento de capitalista, desgraciado e insensible; no la dejara salir de esa maldita joyería siendo tan tarde. ¡Y en pleno 24 de diciembre! Casi casi Navidad. No podía creer el nivel de bajeza humana y falta de empatía que tenía ese hombre. Ya le había mandado un mensaje por WhatsApp a su novia para que fuera por ella a la tienda, se le había hecho tarde para comprar lo que faltaba para la cena navideña, e iba a necesitar ayuda.

Aurea no entendía en qué momento el señor Seymur se hizo tan desgraciado. Es decir, antes de la pandemia ya era un cretino, pero después de la muerte de su socio las cosas cambiaron en el trabajo. A la chica le dio mucha pena cuando se enteró que el señor Wolfgang estuvo enfermo por Covid, y no resistió la enfermedad. Un día dejó de ir a la oficina, y todo cambió. Al menos con él pudo bromear de a ratos, al menos él se preocupó de que todos en el trabajo siguieran las medidas de seguridad, y hasta les dio mascarillas para protegerse.

Pero no, apenas se fue el pobre hombre, y Ethelbert Seymur decidió arruinarles la vida a todos. Despidió a más de la mitad de los trabajadores de la tienda, y los que se quedaron tuvieron que aceptar la reducción del sueldo. No solo la reducción, sino que se acabaran los contratos. Los tratos habían pasado a ser semanales, y la paga se daba al terminar la jornada. A veces el muy desgraciado ese demoraba en entregarle su maldito dinero, cosa que no podía tolerar.

Lo peor era que no le quedaba otra que aguantarse. No había trabajo en Etrica, muchos comercios habían quebrado y no tenía más opción que aceptar las condiciones que su avaro jefe le proponía. Y como fue la única idiota que aceptó trabajar en la víspera de Navidad, se suponía que iba a darle un pago adicional. Contaba con eso, lo necesitaba. Siquiera para comprar un mísero regalo, cualquier cosa que hiciera sonreír a su pequeña. Así que Aurea se apresuró en cerrar la caja y dejar todo listo para irse de una vez de esa tienda del mal.

Cambió el cartel de "Abierto" por "Cerrado", dejó todo ordenado, y cogió su abrigo. Estaba ya terminando de alistarse, cuando sintió la puerta de la oficina del jefe abriéndose. Al girarse lo notó poniéndole mala cara. Oh no, ya se intuía algo malo.

—¿Ya te vas? —Preguntó molesto.

—Mi turno terminó hace más de una hora, señor. No debería estar aquí —respondió intentando mantener la calma.

—Casi es Navidad.

—Si, por eso mismo debería irme.

—Justo por eso esta tienda debería estar abierta —le reclamó—. Salimos de una crisis, tenemos que trabajar más que antes si queremos recuperarnos. No hemos tenido muchas ventas.

—Hago lo que puedo, señor. No puede culparme por eso —respondió a la defensiva. Lo que faltaba, que la culpara porque en medio de la crisis pocos tenían dinero para comprar joyas.

Memorias de Xanardul: Las escogidas [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora