cinco

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❛estoy acostumbrada a los gorilas❜

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estoy acostumbrada a los gorilas

Esa mañana, antes de ir a clase, quedé con Madison para desayunar juntas pronto y poder ponernos al día. Si quería que me diese tiempo a aprovechar la tarde, más me valía quedar con ella por la mañana.

En ese momento estábamos en la cola de una cafetería. Pediríamos el café e iríamos andando hacia nuestros institutos, los cuales sólo estaban a unos cinco minutos de distancia.

Madison atendía el St. Monica College, puesto que ella era una universitaria al igual que mi hermano. Yo, en mi caso, iba al St. Monica's High School. Siempre que hablábamos de algo, ella parecía tener mucha más experiencia que yo en todos los temas.

—¿Entonces participarás?—me preguntó mi amiga después de explicarlo todo sobre el corto de mi hermano.

—Sí —me encogí de hombros—. Necesitaban una actriz y a mi me hace falta evadirme un poco de todo el lío que hay ahora.

—Harás de la mujer de Rudy —Madison me miró con una sonrisa pícara. Yo fruncí el ceño, con cara de no entender nada—. ¡Vamos, Emma! Pensaba que utilizabas más tu neurona.

—¿De qué estás hablando?

—Llevamos juntas demasiado tiempo como para que me ocultes estas cosas. Cuando éramos pequeñas, estaba claro que Rudy y tú os gustabais.

—¿De dónde sacas esa mierda?

—Aún eres igual de cabezota —Madison rodó los ojos mientras avanzábamos un paso en la cola. Suspiró y me miró con cara de póquer—. Os pasabais el día discutiendo y estaba claro que Rudy lo hacía porque le gustabas. Otra cosa es que tú nunca lo pillaras.

—Pues no, no lo pillé nunca.

A ver, siendo sincera, debía admitir que hubo periodo corto de tiempo en el que Rudy me gustó un poco. Yo tenía la misma edad que él, y él era guapo con ojos azules. Me gustaba e intenté gustarle, pero lo único que recibía por su parte eran insultos, risas y burlas. Una vez lloré por él en mi cama, porque no sabía qué le había hecho. Pero finalmente lo olvidé y ese pequeño crush desapareció. Desde entonces nunca me había vuelto a gustar.

—Pues te lo digo yo, que tengo más neuronas que tú. Le gustabas a Rudy, y quién sabe, a lo mejor todavía también.

Entonces comencé a reír como una loca. Solo de pensar en que eso fuese verdad me hacía gracia. Era el mejor chiste que había escuchado.

—Eres muy graciosa, Maddie, para.

Llegamos hasta la mesa, donde el camarero atendía y la conversación pareció apagarse por fin.

—Un cappuccino con avellana para llevar —pidió Madison.

—Yo un cortado con hielo para llevar también.

breezeblocks || rudy pankowOnde histórias criam vida. Descubra agora