Parte 17: Sin perdón no hay evolución

11 0 0
                                    

Oliver quedó anonadado con las palabras de Nathalie. El verla suplicando perdón por haber manipulado a Marianna para que le hiciera la vida cuadritos a él y a cualquier pareja que tuviera, lo dejó fuera de base. Ella continuó:

–Sin perdón no hay evolución, Oliver. Y yo necesito evolucionar, sólo si me perdonas. Y también le pido perdón a Marianna, mi hija fue y es inocente.

–Ok, Nathalie. ¿Estás sinceramente arrepentida de lo que has hecho? Yo puedo disculparte, porque el perdón sólo lo da Dios.

–Lo estoy, Oliver. Y comprendo que contra el amor no se puede luchar. En este caso, te enamoraste de verdad, y sé que Arantxa te ama como tú a ella.

La aludida, sin perder la compostura, le dijo:

–Quizás yo no sea la indicada para decirte esto, Nathalie, pero, deberías ir a terapia. Esto antes de que hagas daño a quien no te hizo nada.

–Tienes razón, Arantxa -le respondió Nathalie-. De hecho, hablé con una psicóloga que va a estar atendiendo mi caso, para ir a unas cuantas sesiones. Perdón si mi amor fue enfermizo. Tengo que pedir perdón a mi esposo también, porque le estoy fallando. A él sí lo amo de verdad.

Yauri, Oliver y Arantxa quedaron azules cuando Marianna dijo:

–Entonces, madre, ve de una bendita vez a buscar a Felipe, no pierdas tiempo aquí con nosotros.

Nathalie, por toda respuesta, se levantó del sofá, tomó su bolso y diciendo adiós con la mano, fue a buscar a Felipe, llegando a la oficina de éste 20 minutos después. Se hizo anunciar por la secretaria, y al entrar, simplemente se acercó a él y lo besó como si jamás lo hubiera besado. Le dijo:

–Perdóname por ser tan intransigente, y tan tonta, mi vida.

–Tranquila, mi vida. Sabía que ibas a recapacitar, por eso no hice mucho alboroto. Todo estará bien...

Luego de haber conversado con Nathalie, Oliver se sentía en paz consigo mismo, y en libertad para seguir adelante con Arantxa. Ella demostraba amarlo de verdad, ya que sus acciones eran simplemente nobles. Y él podía por fin demostrarle su amor libremente, sin impedimento alguno. Pero, siempre habrían escollos por superar.

Al regresar a casa con Oliver, Arantxa fue, en primer término, a ver qué hacían sus hijos, puesto que Víctor y Andrea estaban ya en bachillerato, y César Augusto estaba en 4to de Primaria. Todos estaban silenciosos, ya que estaban haciendo las tareas del colegio, pero al ver a su madre, César exclamó:

–¡Mami, mira lo que hice! -mostrando orgulloso un poema que le habían asignado en el colegio para el día de las madres. Arantxa lo leyó, y le dijo:

–Gracias, hijo mío. -Lo abrazó, mientras Oliver entraba a la biblioteca, y Víctor decía:

–Hola, Oliver. Llegaste a tiempo para escuchar al enano leerle el poema a mi mamá. Les va a gustar.

César adoptó una actitud solemne, y leyó el poema. Al terminar, Arantxa tenía los ojos llenos de lágrimas, y Oliver le dijo al niño:

–Te felicito, campeón. Ni yo puedo reflejar en palabras lo que siento por tu mamá.

–Es que tú no eres poeta como yo -le dijo el niño, provocando risas a todos los presentes-. Oye... ¿Te vas a quedar esta noche aquí? Si es así vas a tener que leerme el cuento que me prometiste, y no me puedes decir no.

–Campeón, está bien. Te voy a leer el cuento. Pero, mañana quiero presentarles a mi hija -le dijo Oliver a los tres  hermanos Colmenares. Andrea preguntó:

–¿Y es una niña?

–No, princesa -le respondió Oliver-. Es toda una señorita de casi 19 años. Pero, te va a caer bien. No es odiosa...

–Está bien, Oliver. Si es así, será una hermana mayor. No soporto a Víctor...

–Epa, enana, que yo no me meto contigo -dijo el aludido-. A ver... ¿Quién te cuida en el liceo? ¿Quién?

–Tú, pues, gorila -le respondió Andrea a su hermano mayor-. Y no me quejo.

–Ya, pues -intervino Arantxa, para calmar los ánimos-. Vamos a dormir, que mañana hay clases.

Víctor y Andrea se despidieron de su madre y de Oliver, mientras César esperaba por él para leer juntos el cuento. Lo leyeron, y se fueron a dormir. Al día siguiente, y ya en la oficina, Yauri meditaba sobre las palabras que había dicho Nathalie el día anterior. No dudaba de la sinceridad de su arrepentimiento, pero tampoco se conformaba con la explicación que ella había dado.

Entre tanto, y también en su oficina de la clínica, Oliver sí dudaba del arrepentimiento sincero de su ex esposa, puesto que la conocía muy bien. Ainhoa pasó visitando a su cuñado, y cuando la secretaria lo anunció, éste dijo:

–Pase adelante.

–Buen día, cuñado. ¿Cómo estás?

–Ainhoa, bienvenida. No te esperaba por acá. ¿En qué te puedo servir?

–Cuñado, supe que Nathalie estuvo en tu casa, porque estaba seriamente arrepentida de haber hecho que tu hija interfiriera en tu vida privada.

–Así es, Ani. Estuvo en casa, y tanto mi hermana como mi mujer fueron testigos de lo que ella quiso decirme. Me da lástima, porque si bien no estaba muy enamorado de ella cuando nos casamos, es la madre de mi hija. Y por eso le tengo respeto.

–¿A pesar de que te quiso perjudicar cuando estabas con Nury?

–Pues, sí. A pesar de todo le tengo respeto, y consideración. Ani, tú eres su mejor amiga, y además mi cuñada. Nuestras familias han tenido una excelente relación de amistad durante más de 20 años, y sabes que no miento al decir esto.

–Lo sé, Oliver. Porque te conozco, porque eres sincero.

–¿Sabes con qué me salió Nath cuando fue a hablar conmigo en la casa?

–No... Explícate mejor, Oliver...

–Me salió con que sin perdón no hay evolución. Y que necesitaba mi perdón para seguir evolucionando.

–Santo Cristo... Definitivamente a Nathalie se le zafó un tornillo. Pero, por lo menos fue muy sincera contigo.

La secretaria de Oliver llegó con el café que éste le había pedido para sí y para Ainhoa, y lo bebieron mientras seguían conversando. Ella le dijo:

–Cuñado, debo hacerte una propuesta. Y espero que digas que sí.

–A ver, Ani... ¿Qué es eso tan importante que quieres proponerme?

–Cuñado, quiero que seas mi padrino de bodas.

La PeregrinaWhere stories live. Discover now