El favor de Pinkie Pie

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"Si mi sonrisa mostrara el fondo de mi alma mucha gente al verme sonreír lloraría conmigo"

-Kurt Cobain



—Parece que lo conseguimos —dijo Mauricio quien también se había puesto de pie mirándome con una sonrisa— tenemos tu libertad.

—¿qué? —pregunté anonadada

—como lo escuchas —dijo German con una sonrisa— no es seguro todavía, pero es la idea perfecta, usualmente no me gustaría involucrarte en esa situación, pero es necesario que nos ayuden con algo.

—las dos —intervino Mauricio señalándonos a Poché y a mí.

—¿de que estas hablando? —preguntó Poché.

Vi a mi padre tragar saliva ante la mirada de Poché, era evidente que estaba nervioso por algo, solo no sabía que era lo que lo tenía así.

—hay una forma Poché, algo que nos conviene a todos —intervino Celestia— te explicaré, pero tomen asiento.

Señaló un par de sillas cerca de nosotras, traté de sentarme lo más alejada de German, quien al solo verlo me provocaba asco o algún sentimiento perecido que no supe identificar del todo.

—si es sobre lo de la otra vez puedes irte a la mierda Ana —dijo Poché dejándose caer en la silla a mi lado.

—es justo sobre eso —respondió Celestia.

—todos ustedes son una bola de cerdos y no voy a permitir que le hagan eso —dijo Mini Cruella señalando a Celestia con el dedo índice.

—¿de qué están hablando? —pregunté principalmente a mi padre quien había notado no era capaz de mirarme a los ojos.

—ellos quieren aprovecharse de Pinkie solo para dejarte en libertad —escupió Poché como si aquello fuera mi culpa.

—¿Qué? —

—no es así exactamente —se excusó Celestia— solo es algo que puede funcionar y le dará la victoria a German.

—Daniela —dijo Mauricio poniéndose de pie— necesito que me escuches y confíes en mí.

—¡cerdos! —escupió Poché poniéndose de pie y caminando a la salida hecha una furia.

—¡Poché! —la llamó Celestia, sin embargo, mini Cruella no se detuvo y salió de la oficina.

—Daniela, es simple necesito que convenzas a la chica esa de aceptar la propuesta que le hizo Ana —intervino mi padre en un gesto severo.

—¿y eso que es? —pregunté.

—no es necesario que lo sepas —dijo German.

—si lo hará tiene que saber —intervino Mauricio enfrentando a mi padre— si quieres hacer esto, no se lo ocultes a ella German, ya no es una niña.

—y tú sabes mucho de eso verdad —Reclamó Germán.

—bueno niños dejen que las niñas grandes nos encarguemos de esto —comentó Celestia mirándome. —¿qué está pasando? —exigí saber a la mujer.

TU CONDENA, MI DELITOWhere stories live. Discover now