51: Seudónimos y hostias

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Alba P.o.V

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Nos fuimos sentando en los cómodos asientos de la sala. Aquella clase, la de Andrea, estaba organizada para que nos sintiéramos lo más a gusto posible. A mí me encantaba, porque además de ser súper chuli con sus cojines, colores azules y pantallas, la profe Andrea siempre conseguía que estuviésemos en completa confianza con ella. Le hice una señal a Natalia para que se sentase a mi lado.

Natalia necesitaba ese día mimos, muchos mimos, y se los iba a dar como que me llamo Alba Reche. Se dejó caer en el asiento sin muchas ganas y yo me acurruqué para pasar mi cara por la suya, como hacen los gatos. Llegué a hacerle cosquillas en el cuello y eso logró que se riese un poco.

Todavía se encontraba dándole vueltas a la pelea que tuvo con su madre ayer.

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Llegó por la mañana con su moto y la aparcó dentro de la academia. En las clases se mantuvo más callada de lo normal, y a la pregunta de si había ido todo bien, lo único que contestaba era un "luego hablamos". Ya a la tarde, en mi habitación, se derrumbó al soltar lo que había pasado. Porque ella escapó con la moto como si fuese la reina del lugar, pero por dentro estaba hecha un desastre. Las palabras de su madre lograron lo que quería, herirla en sus sentimientos, y en su orgullo. Y también se instaló en su interior un nuevo miedo.

—¿Y si...y si toman represalias contra la academia...contra vosotros...contra ti? Mis padres no son para tomárselos en broma...—dijo entre sollozos de rabia por no hacer nada más—.

—Nat. No creo que pase, pero si pasa, estaremos aquí esperándolos, de tu parte. Noemí la que más—choqué mis puños—¡A ver si se atreven a demandar a tanta gente, los chulos!

—Se pueden atrever, tú no los conoces...Menos mal que no los conoces...

—Pues que se atrevan, esto lo vamos a solucionar juntas—junté su frente con la mía—¿Trato hecho?

—Esto no te incumbe, a ninguno le incumbe. No es justo.

—Nat. ¿Trato?

Suspiró cerrando los ojos.

—Trato...

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Esperaba que el plan que tenía para hoy pudiese ayudarle al menos a despejar su mente de tantos pensamientos que le abarrotaban y rebosaban. Yo solo quería darle paz.

—¿Ya estamos todos?—preguntó Andrea, que hoy no había encendido la pantalla como siempre solía hacer, en vez de eso llevaba unos cuantos rotuladores en la mano y en una mesa había dejado 18 pizarritas. Se asomó por la puerta y la dejó abierta, cosa que tampoco hacía normalmente. Nos dedicó una gran sonrisa—¡Buenos días!

—¡Buenos díaaas!—respondí alegremente, aunque los demás compañeros le pusiesen poquísimas ganas—.

—¿Qué, estáis cansadillos ya, no? Es viernes... Lo sé. Hoy no os daré mucha caña.

Lo cierto es que era muy maja. En general no nos daba esa caña que ella decía. En su clase nos hablaba de cómo era visto el conjunto de personas con poderes desde un punto de vista social y también político. Estudiábamos cómo comportarnos y qué no hacer con las personas de a pie para no "espantarlas". Porque por más que dijesen que el tener poderes estaba normalizado y que ya la gente no se extrañaba, seguíamos siendo los bichos raros.

Heroes Of Our Time // AlbaliaWhere stories live. Discover now