39: El equilibrio roto

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Natalia P.o.V.

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—No puedes seguir sin decirle nada, joder—crucé mis brazos, mientras susurraba los más bajo posible en su oído— ¿Te recuerdo que puede leer tus pensamientos si en algún momento quiere? Se acabará enterando.

—Ella sabe que eso no me gusta, illa, no lo hará—suspiró al mirar hacia el centro del pabellón—.

—Aunque no lo haga, ¿qué pretendes hacer? Porque es evidente que algo te pasa. Con ella.

—¿¡Y qué quieres que haga Natalia!?—alzó un poco la voz, y enseguida le chisté para que la bajase. Frustrada, Marta se acercó a mi oreja— ¿Quieres que le diga que estoy más confundía que Frodo en una joyería, por ella?

—¡Pues no exactamente, pero algo así! O al menos hablarlo, que sois amigas por encima de todo, coño.

Definitivamente tenía un cacao mental más grande que su cabeza. Y Marta no sabía gestionarlo. Era normal, estaba replanteándose algo que siempre había estado en su mente de otra manera. Ella se consideraba hetero. La ruptura con Paco se supone que no tenía nada que ver con esto, que había sido algo mutuo. Pero por lo que me contaba, sabía que María tenía algo que ver, aunque de forma indirecta. Bueno, qué coño indirecta, es directísima. 

Lo que había pasado en enero, aquel beso entre borracheras y humo, se le había quedado grabado a fuego en su cabeza. Y que María admitiese sus sentimientos acrecentó sus movidas aún más. Hasta ahora lo había llevado bien, pero las dudas le acabaron saturando.

Y así estaba, confundida, perdida y cabezota como ella sola. Necesitaba un buen apoyo, lo sabíamos todos, incluida ella. Ese apoyo, el mejor que podría tener, era María en estos momentos. Porque la entendía mejor que nadie. De hecho, estos días, en los que Marta casi no había hablado con ella, casi se arrancaba los pelos de la frustración.

—Y-yo...—balbuceó insegura. Volvió a mirar hacia el centro, donde estaban Mamen y María—...Lo-lo voy a intentar...

Asentí conforme, dando por zanjado el tema. Tampoco es que pudiésemos hablar más. Estábamos en medio de una clase, aprovechando que Mamen estaba haciéndole el examen de inicio a María, así que no podría enterarse de lo que decíamos. Pero ya habían acabado y estaba pasando lista para llamar al siguiente.

María se acercó a dónde estábamos, volviendo  a su sitio entre Mimi y Marta, y a ella la noté tensarse por un momento. Nuestra rubia melenuda nos miró con ilusión y chocó los cinco con Alba.

—¿Lo habéis visto? ¡Joder colega, que me ha dicho que la telepatía puede evolucionar a telequinesis! ¡Que voy a poder mover cosas con la mente!—se señaló la cabeza, aún flipando con la información—.

—Has gritado un "HOSTIA PUTA" como mi casa de grande, lo hemos visto, Mari, no te preocupes—dije con tono burlón—.

—Capulla—me pegó un guantazo en el hombro, y solté una carcajada—.

Había pasado ya una semana desde que habíamos comenzado el nuevo curso, y ahora es cuando comenzaban las clases de verdad, con este examen exploratorio de nuestros poderes, a cargo de Mamen. Los otros días habían sido una toma de contacto con las nuevas nociones y cosas que nos esperaban... incluida la nueva profesora, a quien conocimos el viernes.

A partir de ahora habría una asignatura más, y la impartía una tal... Villalonga. O Vilallonga. No recuerdo el apellido, ¿vale? Andrea, su nombre era Andrea. El caso es que a partir de ahora nos enseñaría a cómo manejar nuestros poderes en un entorno social. Vamos, básicamente cómo llevar eso de que aunque fuese algo "normalizado", según la sociedad, nos siguiesen mirando como si fuésemos bichos raros. Quitando el término de políticamente correcto, era básicamente ese mensaje. Pero se veía interesante, y la profesora era simpática.

Heroes Of Our Time // AlbaliaWhere stories live. Discover now