Capítulo 21

575 49 10
                                    

Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas

     -¿Que hace aquí Lily? -preguntó McGonagall. 

     -Weasley -contesté. Me tapé la nariz, aún olía la sangre.

     Estaba a punto de vomitar.

     -Potter también -dijo seria- ¡Meigas fritas! 

     La gárgola cobró vida y se apartó hacia un lado, y la pared que tenía detrás se abrió dejando ver una escalera de piedra que se movía continuamente hacia arriba, como una escalera mecánica de caracol. Montamos los cuatro en la escalera móvil; la pared se cerró tras nosotros con un ruido sordo y empezaron a ascender, empecé a hiperventilar, estábamos demasiado apretados, no había suficiente espacio.

     Intenté controlarme, pero las paredes me apretaban.

    -¿Lilianne? -me preguntó asustada la profesora.

     Al hasta que llegamos a la brillante puerta de roble en la que sobresalía la aldaba de bronce que representaba un grifo. Era más de medianoche, pero en el interior de la habitación se oían voces, como un agitado murmullo. Parecía que Dumbledore estaba reunido por lo menos con una docena de personas. La profesora McGonagall llamó tres veces con la aldaba en forma de grifo y las voces cesaron inmediatamente, como si alguien las hubiera hecho callar pulsando un interruptor. 

     La puerta se abrió sola, y la profesora me precedió a mi y después a Harry y a Ron hacia el interior. El cuarto estaba en penumbra; los extraños instrumentos de plata que había sobre las mesas estaban quietos y silenciosos en lugar de zumbar y despedir bocanadas de humo, como solían hacer; los retratos de anteriores directores y directoras que cubrían las paredes dormitaban en sus marcos. Junto a la puerta, un espléndido pájaro rojo y dorado del tamaño de un cisne dormía en su percha con la cabeza bajo el ala. 

     -Ah, es usted, profesora McGonagall..., y..., ¡ah! 

    Dumbledore estaba sentado en una silla de respaldo alto detrás de su mesa, inclinado sobre la luz de las velas que iluminaban los papeles que tenía delante. Aunque llevaba una bata de color morado y dorado con espléndidos bordados sobre una camisa de dormir blanquísima, estaba completamente despierto y tenía los penetrantes ojos azul claro fijos en la profesora McGonagall. 

     -Corra -dije desesperada- es ¡AAAAHHH!

     Me arrodillé delante de todos, son un grito de dolor. Podía escucharlos, alguien iba a morir. Llegábamos tarde, muy tarde. Sangre por todos lados. Muerte. Una inminente muerte. Pero, sobre todo, un dolor desgarrados que se incrustó en mi cabeza.

     -¡LILIANNE!- gritó la profesora McGnagall.

     -Cuéntaselo... Harry -dije con el mayor esfuerzo que podía-. rápido.

     -Profesor Dumbledore, Potter ha tenido..., bueno, una pesadilla -declaró la profesora-. Dice que... 

     -No era ninguna pesadilla -se apresuró a corregir Harry. 

     La profesora McGonagall miró al muchacho con el entrecejo fruncido. 

     -Está bien, Potter, cuéntaselo tú al director. 

     -Verá... Yo... estaba dormido, es verdad... -empezó a explicar Harry, el director no lo mirara a él, sino que se examinara los dedos, que tenía entrelazados-. Pero no era un sueño corriente..., era real... Vi cómo pasaba... -Inspiró hondo-. Al padre de Ron, el señor Weasley, lo ha atacado una serpiente gigantesca. 

Lilianne y la Orden del FénixWhere stories live. Discover now