Capítulo 17 - Higanbana no Saku Yoru ni

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Todo estaba oscuro, vacío. Era una penumbra absoluta, profunda y sofocante. Lo único que irradiaba luz en ese lugar era sí mismo, parado a la mitad de todo. Lo único que llevaba encima era una yukata blanca, estaba descalzo y no tenía su panza de embarazado, era sólo él en su forma más simple observando a la lejanía.
 
 
Sus pies comenzaron a andar como si se guiaran solos, sin llegar a absolutamente nada, hasta un borde salido de ningún lugar. Con los dedos de sus pies sintió la falta de un suelo pero no se alejó, sino que se quedó observando el abismo como si pudiera llegar a distinguirlo si seguía observando.
 
 
De repente dos brazos lo envolvieron del abdomen con mucha fuerza.
 
 
-¡No vayas!-
 
 
Miró aquello que lo envolvía y se encontró con otra figura que brillaba como él, pero en un color más opaco y débil. Eran unos brazos pequeños y envueltos con las mangas de una sudadera deportiva blanca, se giró y encontró una pequeña persona encapuchada con la sudadera y no lograba ver su cara.
 
 
-¡No vayas más allá! ….No te alejes y quédate conmigo-
 
 
El pequeño niño subió sólo un poco su cabeza y él pudo observar una barbilla blanca y una tierna boca semi abierta. Sonrió cálido y correspondió el abrazo con ternura.
 
 
-En ese caso me quedaré contigo, así que no temas-
 
 
El abismo detrás suyo desapareció, también el piso en el que estaba parado, pero ninguno estaba cayendo, en vez de eso sintió una brillante y cálida luz que los envolvió a los dos, flotando en un espacio que ya no le parecía tan vacío. No al menos, mientras estuviera abrazando a la pequeña figura que lo necesitaba tanto, y él amaba de igual manera.
 
 
Cuando abrió los ojos, estaba envuelto entre las cobijas de su cama, hecho una bola y con ambos brazos, abrazando su vientre redondo. Sonrió como pocas veces lo había hecho y acarició su enorme barriga con amor.
 
 
-Buenos días, Kibou… ¿Ves? Siempre estaré contigo-
 
 
Se levantó con mucho esfuerzo y pereza, se puso una blusa de embarazado solamente, hoy no tenía que salir a nada y hacía mucho calor. Bajó a la cocina y sacó algunas cosas del frigorífico como vegetales, leche, huevo y otras cosas. Lavó los vegetales, prendió la estufa, puso una sartén y vertió un poco de aceite en ella, mientras se calentaba, partió finamente las verduras, algo que había aprendido con la práctica, echó las verduras hasta que se cocieran un poco y luego vertió los huevos con un poco de leche para hacer un omellet.
 
 
Detrás de él, la muñeca de Higanbana cayó de su repisa y en el camino al suelo se convirtió en humana, luego fue a la mesa y jaló una silla para sentarse.
 
 
-Ohayo Higanbana-
 
 
-Ohayo, ¿qué es que huele tan bien?-
 
 
-Una simple tortilla de huevo con verduras-ttebayo-
 
 
-Las palabras que usas son tan simples, pero tu tono de voz parece emocionado, algo extraño sabiendo que a ti no te gustan las verduras-
 
 
-Pero a Kibou sí, mientras esté adentro de mí lo complaceré comiendo lo que él desee y necesite-ttebayo-
 
 
-Quién diría que el instinto de madre te pegara tan fuerte, comiendo tan saludablemente cuando originalmente te ponías verde con sólo escuchar la palabra “brócoli”-
 
 
-Sólo será hasta que nazca, después podré volver a mi vieja dieta de ramen y dulces, jajajajaja… ¡Auch!-
 
 
Una fuerte patada lo había desbalanceado, obligándolo a sostenerse de la mesa y a poner la otra mano en su vientre.
 
 
-A Kibou no le gusta tu idea, parece que desea que sigas alimentándote sanamente-
 
 
El rubio suspiró, se separó de la mesa para regresar con la comida y quitó el huevo de la sartén para servirla en un plato y se sentó en otra silla frente a la chica.
 
 
-¿Ahora él también me dirá cómo me tengo que cuidar? A veces me siento que quieren controlar mi vida-ttebayo- Estiró su brazo y tomó unos frascos que contenían pastillas y cápsulas, todos ellos vitaminas y suplementos alimenticios recetados por Shizune. El frasco más grande terminó resbalándose de su mano luego de sentir un rasguño.
 
 
-¡Bu-bueno, ya! ¡Ya entendí, seguiré comiendo verduras dattebayo!-
 
 
-Qué curioso, ser controlado por tu hijo que aún no nace-
 
 
-¡¿De qué lado estás-ttebayo?!-
 
 
-De ninguno, sólo me gusta molestar-  La chica cerró los ojos y sonrió divertida por la “desgracia” del otro. Luego abrió los ojos para mirarlo fijamente. –Hazme a mí también el desayuno-
 
 
-¿Ehh? ¿Y yo por qué?-
 
 
-Porque no sé cocinar y no gastaré dinero comprándosela a alguien más, además puedes usar eso de práctica cuando nazca el niño y debas alimentarlo-
 
 
-Mas bien, tú también te estás aprovechando de mí-
 
 
-¿Cómo crees? Ya te dije, es una práctica solamente-
 
 
Al final de la mañana, Naruto había hecho un desayuno completo para tres personas, con fruta, algo con huevo y lácteos, zumo y hasta postre.
 
 
Por suerte, Higanbana se había comido todo, y terminó limpiándose los labios con una servilleta.
 
 
-Hace mucho que no comía así de bien… mis felicitaciones Uzumaki-
 
 
El pobre rubio estaba tirado en la silla completamente agotado. ¡Se suponía que por su estado se había quedado en casa para no cansarse!
 
 
-Me iré a dormir otra vez-ttebayo-
 
 
-No seas perezoso, necesitas hacer ejercicio o si no te pondrás gordo-
 
 
-No estoy gordo… sólo enorme y con un bebé también enorme-
 
-Goooordo-
 
El chico la vio sólo un poquito herido del orgullo y se levantó.
 
-…Subiré a darme un largo baño- Naruto abandonó el comedor, fue directo al baño y se sumergió en la tina, cerró los ojos y se relajó en el agua por un largo rato hasta que los dedos de sus pies y manos se arrugaran.
 
 
Tal vez después debería ir a beber té, un rico té de manzanilla con miel y limón, o hacer una ensalada de tomates, aceite de olivo, queso mozarella fresco y albahaca. O podría dormirse en el baño hasta que la noche cayera, pero sabía que eso no era posible. Al menos podía relajarse hasta que todo el cansancio se fuera.
 
 
Recordó el sueño que tuvo y de nuevo palpó su vientre.
 
 
¿Su hijo tendría la misma piel de su padre? ¿Tan blanca como la suya?
 
 
Si tan sólo Sasuke los viera ahora. Si tan sólo Sasuke estuviera a su lado amándolo como antes… De esa forma apasionante, haciéndole el amor y susurrándole cosas bellas al oído.
 
 
Se tocó los pezones, ahora más grandes y oscuros, por donde comenzaría a brotar leche cuando su hijo naciera. A Sasuke le encantaba mordisquearlos, Sai le contó que a toda chica o chico con el que se acostaba terminaba lastimándolo hasta que sangraba y el amante de una sola noche huía de él. Había escuchado en la televisión, en un programa sobre psicología, que las personas que sentían atracción por los senos de manera casi patológica se debía a que en su infancia no fueron alimentados con leche materna y nunca tuvieron un crecimiento saludable debido al “abandono” materno, tal vez a Sasuke le pasó eso debido a que su madre murió y su padre se la pasaba ignorándolo. Pobre de su amado Sasuke. Él no quería que le pasara lo mismo a su hijo. Recordaba a Shizune decirle que lo mejor era darle de pecho porque reforzaba el lazo de madre-hijo y eso liberaba unas hormonas que ayudaba al desarrollo del bebé, además de que la leche materna le daba todos los nutrientes que necesitaba. Un largo tiempo alimentándose en los brazos de su madre, harían que Kibou se sintiera amado y protegido hasta que se quedara dormido.
 
 
¿Cómo sería tenerlo en sus brazos? Se lo imaginaba como un niño de cabellos negros, con la piel blanca, justo como en el sueño, abrazado a su cintura y durmiendo recargado en sus piernas suspirando entre sueños.
 
 
Sonrió enternecido. Seguramente su hijo sería un niño hermoso, el más hermoso del planeta.
 
 
Lo amaba con toda su alma. Por vez primera entendió que su corazón sí podía amar a dos personas al mismo tiempo, con tal fuerza que podría sacrificar todo por ambos, y esas dos personas eran Sasuke y Kibou. Ya alguna vez había prometido proteger y matar a quien quisiera hacerle daño, y podría volver a hacerlo, agregando que también podría luchar contra el cielo y el infierno juntos sólo por Kibou.
 
 
Tsume alguna vez lo dijo, ¿no? Los osos son más fuertes, grandes y peligrosos cuando tienen cerca a sus cachorros.
 
 
De repente se le salió un jadeo y una gran sonrisa. Estaba ansioso, quería ver ya a su hijo, quería oír ya su voz y ver sus ojos. ¿Serían negros como los de Sasuke? ¿O azules como los suyos?
 
 
Daba igual el color, ¡era su niño! ¡Amaba a su niño! ¡Y eso lo hacía tan felíz!
 
 
-Eres nuestra esperanza… así que nace para nosotros hijo mío-
 
 
Cuando Naruto salió de la tina, parecía una enorme pasa. Caminó desnudo hasta su habitación y tomó una yukata gris, se lo anudó con un obi rojo y se tiró en su cama luego de abrir la ventana para que el viento acariciara su cuerpo que se sentía muy fresco.
 
 
De repente sintió que una parte baja de su cuerpo cayera, literalmente, como si alguna parte de sus entrañas se hubiera desgarrado y por eso lo desgarrado había caído. Fue una sensación fuerte, mas no dolorosa. Pero eso lo hizo levantarse para palpar su vientre.
 
-¡¿Estás bien Kibou?!- Jadeó con fuerza porque en verdad se había asustado. Luego sintió una manita tocar la suya suavemente y se tranquilizó. Tal vez no había sido nada.
 
 
Se volvió a recargar en el respaldo aún “tocando” esa manita.
 
 
-No me asustes bebé-
 
 
Rápidamente el hambre lo volvió a invadir, se levantó una vez más y ésta vez sí se puso ropa para salir. De repente los antojos de unas fresas bañadas en chocolate con una ensalada de jitomate mexicano se le hicieron irresistibles. Bajó a la cocina donde Higanbana estaba picándole al reproductor de música pasando por muchas estaciones de música pop.
 
 
-Qué basura escucha ahora la humanidad-
 
 
-Hay gente a la que le gusta, pero no todos la escuchan… por cierto, saldré a la tienda a comprar algo-
 
 
La chica apagó el reproductor y fue a la entrada. –Te acompaño-
 
 
-¿Eh? Pero… ¿no debes quedarte por sí…?-
 
 
-Soy libre de salir cuando lo deseo, sólo que no había querido hacerlo, ¿puedo acompañarte Uzumaki?-
 
 
-¿Te quedarías si digo que no?-
 
 
-¡Para nada, iré aunque no quieras! Sólo regresaré hasta la noche e iré a donde me den ganas-
 
 
-Está bien, puedes venir, pero no te separes demasiado-
 
 
-No me hables como si fuera una niña, soy cientos de años mayor que tú, ya sé cuidarme y si alguien me molesta sólo lo mato-
 
 
Naruto no supo bien qué pensar de eso último, sólo tomó las llaves, una bolsa y en la entrada se puso unas sandalias.
 
 
-¿Puedes abrir la puerta?-
 
 
La demonio tomó el pestillo y lo giró para abrir la puerta de madera, afuera estaba muy soleado, en las calles no se paraban de oír a los pájaros cantar aún con el sonido de los autos transitando por las calles. El calor era prácticamente devastador y Naruto comenzó a arrepentirse de su decisión. Higanbana en cambio, salió disparada de la casa y bailó un poco recibiendo los rayos del sol como si se bañara con su luz.
 
 
-¡Hace mucho que no lo veía así de brillante! ¡Uzumaki, sal y llénate tú también!-
 
 
-En la tele dijeron que no debíamos estarnos mucho tiempo porque la radiación es muy alta y nos puede dar un golpe de calor-ttebayo-
 
 
Ella lo miró haciendo una leve mueca y bajó la vista al redondo vientre. Suspiró comprensiva. Los humanos eran tan débiles y frágiles, no como ella que con ese sol apenas podía sentir el calor como una suave caricia. Entró a la casa, en la entrada había un perchero y en él había un sombrero de paja. Lo tomó y se lo puso en la cabeza a Naruto.
 
 
-¿Estarás satisfecho con esto Uzumaki? ¿O preferirás a que el sol baje y salgamos hasta que oscurezca?-
 
 
-No, está bien, muchas gracias Higanbana…- El chico sostuvo el sombrero y sonrió tierno. La chica lo vió extrañado, ¿qué sentimiento provoca que sonrían así? De forma tan alegre, agradecida y satisfecha.
 
 
Naruto salió y levantó los brazos para ser acariciado por el sol igual que ella antes lo hizo, se volteó para verla y la invitó a seguirlo. Ambos retomaron el paso hasta la calle, en esa calurosa tarde de septiembre. La gente iba y venía, muchos con niños de las manos gritando y jugando, ése sería un día maravilloso para todo el mundo. De repente el golpe de ésa sensación de que algo se caía le debilitó las piernas y por poco termina en el suelo. Se palpó una vez más el vientre pero ésta vez bajó hasta su entrepierna.
 
 
Nada, algo mojada, pero no había sangre, probablemente sólo era sudor. Tal vez debía comprar las fresas y un galón de helado de chocolate. Tal vez así su temperatura corporal descendería, al menos un poco.
 
 
-¿Uzumaki, te sientes bien?- Higanbana se le acercó y palpó su frente. –Está caliente y mojada.
 
 
El rubio le sonrió para tranquilizarla. –No es nada, sólo el calor, así que vayamos rápido por esas fresas-
 
 
-Deben ser muy ricas- Retiró la mano de la frente canela y esperó a que el semáforo en verde cambiara a rojo para que los coches de detuvieran para poder pasar. Por suerte había mucha más gente que igual iban de compras, así que cuando se prendió la luz peatonal, todos se volvieron una masa que cruzaba la calle, caminaron a lo largo de muchos puestos de comida, la mayoría de cosas fritas, provocando náuseas al joven doncel embarazado. Mas o menos a la mitad de la calle encontraron un puesto de frutas donde las rojas frutillas estaban a la vista mostrando su buena forma y madurez. Compraron algunas y de regreso pasaron a una tienda de autoservicio donde compraron un cubo de helado.
 
 
En casa, metieron el helado en la nevera mientras las fresas eran lavadas, desinfectadas y cortadas en una tabla de madera.
 
 
Higanbana fue a la sala y prendió el televisor mientras Naruto seguía cortando las fresas. De repente, la sensación de “bajón” no sólo se sintió intensa, sino que también dolió. Se dejó caer sobre las rodillas mientras se sostenía de la barra. Jadeó asustado y otro dolor comenzó a sentirse, cuando miró una de sus manos, ésta estaba sangrando. Se había cortado cuando la sensación lo invadió.
 
 
-¿Uzumaki?- La chica lo llamó extrañada y fue hacia él, lo ayudó a levantarse y observó la herida. -¿Qué te pasó?-
 
 
-N-no fue nada… sólo se me desvió el cuchillo… iré a lavarme la mano-
 
 
Naruto fue al baño y se lavó. Abrió el espejo que tenía enfrente y sacó unos vendajes. Luego puso ambas manos en su vientre, observándolo con una mirada intranquila. Una pequeña mano se vislumbró entre la ropa, por debajo de su mano herida, como si el pequeño estuviera preocupado y quería saber si no le dolía. Naruto sonrió tranquilo. Su bebé podía apaciguarlo con sólo un toque y hacerlo pensar que todo estaba bien.
 
 
-Estoy bien, tranquilo-
 
 
Salió y se encontró a Higanbana lavando el cuchillo y las frutillas que se habían manchado con la sangre. Abrió la nevera y sacó el helado.
 
 
-Creo que las fresas serán para después, ¿quieres helado?-
 
 
-Nunca lo he probado, ¿sabe bien?-
 
 
-¡Por supuesto-ttebayo!-
 
 
Sacó dos copas y sirvió el helado en ellas, le dio una a la chica y ella lo probó con la lengua.
 
 
-Sabe bien…-
 
 
-¿Ves, qué te di…?-
 
 
El vaso que contenía el helado de Naruto terminó destruyéndose en el suelo. El “bajón” le había vuelto a dar, pero ésta vez como si todas sus vísceras se desgarraran. De pronto todo a su alrededor perdió el sonido, sólo vio a Higanbana ir hasta él para sostenerlo.
 
 
Miró el suelo donde se estaba vertiendo un líquido extraño que salía de él, jadeo mientras su rostro perdía el color y comenzaba a sudar frío. El sonido volvió y escuchó a la chica hablarle.
 
 
-¡Naruto! ¡¿Qué te está pasando?!-
 
 
-…El teléfono… ¡Necesito el teléfono…!-
 
 
Higanbana se alejó de él para ir a buscar el aparato. Él retrocedió unos pasos para lograr apoyarse en la barra de la cocina. La demonio llegó con el teléfono y él comenzó a marcar un número.
 
 
-¿Hola? …Necesito una ambulancia… que llegue al Hospital Akatsuki… estoy entrando en labor de parto-
 
 
La chica observaba el rostro moreno ahora blanco hablar con dolor mientras daba la dirección de su casa, los movimientos del niño le estaban provocando dolor. Ella se hizo hacia atrás entendiendo lo que ahora sucedía.
 
 
La razón por la que dijo “Hasta que el niño naciera”.
 
 
Naruto moriría pariendo a un engendro demoniaco, no había vuelta atrás y no había nada que pudiera salvarlo. Era una lástima, tener que ver a alguien más morir luego de haber pasado un tiempo agradable.
 El rubio trataba de mantenerse sereno, la ambulancia estaba por llegar, puso una mano entre sus piernas como si eso fuera a impedir que algo más se derramase, fue a la sala y tomó su celular para llamar a Tsume y avisarle. Buscó su número en la agenda y cuando éste estaba llamando, otra contracción fuerte y dolorosa lo derribó. El móvil cayó en la alfombra, justo cuando Tsume había contestado y lo primero que escuchó fueron los gritos de Naruto.
 
 
-¡Naruto-kun! ¡Naruto-kun! ¡¿Qué pasa?!-
 
 
-T-Tsume-san… Necesito que lleves lo necesario al hospital- Su voz se quebró, soltó un gemido chirriante justo después de terminar la oración y se agarró la entrepierna.
 
 
Sintió algo muy mojado y cuando miró su mano, había sangre. Jaleó aterrado mientras su mano roja comenzaba a temblar, no sabía qué hacer. Una nueva contracción lo tumbó. Ya no sólo sus entrañas se estaban desgarrando, también todo lo que se interponía entre su interior y el mundo.
 
 
-Higan… Higan… bana…- Miró a la chica que se encontraba recargada en la puerta, estiró su mano tratando de alcanzarla, pero ella lo miraba tranquila desde el marco, aunque nada contenta. –A…ayuda… Kibou… Kibou está…-
 
 
-Es inútil… luchar es inútil Uzumaki- Se dio la vuelta y comenzó a irse. –Lo único que puedo darte para que tu alma descanse, es que tu hijo sí crecerá de una u otra forma en un ambiente lleno de amor como querías-
 
 
La chica se desvaneció y Naruto se quedó observando todo con absoluto terror. Otra contracción lo hizo doblarse y gritar desesperado, su garganta e interior eran desgarrados. La sangre que salía de entre sus piernas corría sobre el piso de madera como un río y él no podía ni siquiera mover sus piernas, sólo tomó toda la que tenía para tomar su vientre y repetirle al niño que nacía de forma tan sanguinaria.
 
 
-Por favor Kibou… nace sano y salvo, nace sano y salvo, nace sano y salvo, nace sano y salvo, nace sano y salvo….-
 
 
Lo primero que dejó de sentir fueron los dedos de sus pies y esa sensación de calambres subió hasta que ya no lograba sentir sus piernas. Su cuerpo se estaba haciendo pálido, de sus ojos sólo salían lágrimas y lágrimas. Su boca semi abierta, seca y jadeante tenía un par de riachuelos de saliva de tanto tragar aire para soportar el dolor. Tenía la mirada perdida, creyó que lo habían abandonado y que nadie vendría a salvarlos.
 
 
Tanto dolor, tanta carga, tanto cansancio eran demasiados para él, su mirada se hizo cada vez más cansada y borrosa, la puerta se abrió en cámara lenta y lo único que llegó a ver, fueron un par de zapatos antes de perder la consciencia.
 
 
Cuando se dio cuenta, estaba en un sitio muy oscuro, tirado en un piso duro y frío. Tenía esa simple yukata blanca del sueño de esa mañana, y entre sus piernas se encontraba la sangre roja y brillante que salía de él.
 
 
¿Qué había sucedido con todo? ¿Y su bebé? Puso las manos sobre su vientre plano, bajó hasta sus áreas genitales y no había nada, sólo sangre. No había sonido en ese mundo negro. La sangre antes brillante comenzó a opacarse, cada vez más hasta volverse tan negra y oscura como todo. De repente una gran tristeza lo embargó, una que lo hizo querer cerrar sus ojos y no volverlos a abrir nunca. Tal vez la muerte no era tan mala si así descansaba.
 
 
Su luz que siempre lo envolvió comenzó a debilitarse también, el frío lo cubría y a él no le importaba.
 
 
Suspiró y de él salió vapor por lo helado del ambiente, tal vez ése sería su último respiro.
 
 
De pronto, algo arriba comenzó a removerse, después se rompió como un cristal y desmoronó, de ella una mano tan brillante que parecía una estrella blanca, bajó hasta él y lo tomó de una mano.
 
 
Era una luz tan cálida, tan bella. De repente las fuerzas para abrir los ojos y levantarse regresaron. Le dolió al principio pero logró ponerse de pie. Se aferró a ese brazo que lo levantó hasta desaparecer de ese mundo, de ese abismo.
 
Cuando se dio cuenta se encontraba en un lugar nuevo, unos amplios pastizales, había cientos de pétalos en el suelo, cuando miró hacia arriba había un impresionante cielo nocturno, como si éste no tuviera fin y estuviera lleno de millones y de estrellas de miles de colores, tamaños y formas.
 
 
-¿Qué es este sitio-ttebayo?-
 
 
-Sólo un dulce sueño hijo-
 
 
La voz de una mujer lo hizo saltar de confusión y sorpresa luego de reconocerla. Frente a él, una mujer de largos cabellos rojos y yukata blanca como la suya se encontraba sentada encima de la rama de un árbol de cerezo del cual miles y miles de pétalos caían.
 
 
-¿M-ma-mamá?-
 
 
La mujer bajó del árbol de un salto, caminó descalza y fue hasta el rubio, le tocó las mejillas y juntó sus frentes.
 
 
-Así es bebé, nunca me fui, siempre estuve vigilándolos desde lejos. Aún muerta, el trabajo de ser madre nunca termina… Aún así, lamento todo lo que te ha sucedido Naruto…-
 
 
-Mamá… yo…- De repente sus ojos se humedecieron de nuevo. -…Yo lo siento… por esa tarde… en que salí corriendo por la pelota… si no lo hubiera hecho… si no hubiera corrido por ella tú…-
 
 
Kushina cubrió su boca con una mano, sonriéndole de forma triste.
 
 
-No te culpes por lo pasado… no tienes la culpa ni de lo que me sucedió a mí ni tampoco a tu padre-
 
 
-Pe-pero él…-
 
 
-Ya no pienses en eso y mejor cuéntame… ¿por qué me hiciste abuela antes de tus 18, pequeño mocoso?-
 
 
El rubio se sonrojó un poco y se le salió una risa nerviosa. ¿Cómo contarle a tu madre que habías tenido mucho sexo con un demonio y al final quedaste embarazado porque nunca se te ocurrió que teniendo la edad que tenías podía ser riesgoso.
 
 
-Ninguno de los dos tomó medidas necesarias, pero aún así este bebé me gusta-ttebayo- Sonrió de forma sincera, le había dolido pero seguía amando a ese bebé.
 
 
-¿Y cómo dices que se llama?-
 
 
-Kibou-
 
 
-Es un bello nombre… al menos a ti se te ocurrieron mejores nombres que a Minato y a mí, ¿nunca te dijimos por qué te llamabas Naruto?-
 
 
La pelirroja se separó y fue hasta el árbol, se sentó y luego invitó a su hijo a sentarse junto a ella en la misma rama. El chico no tardó mucho en seguirla.
 
 
-No, ¿por qué?-
 
 
-Porque a tu tío-abuelo Jiraya, se le ocurrió el nombre cuando comía ramen con un chico que había conocido llamado Obito, usó ese nombre para el personaje principal de su historia, un ninja que ayudaba a la gente. Probablemente se hubieran llevado muy bien si él hubiera vivido lo suficiente para verte nacer. Te llamamos así en su nombre, Naruto-
 
 
El rubio abrió todo lo que pudo los ojos, impactado. ¡¿Qué su abuelo Jiraya hizo qué con quién?!
 
 
-…¿Mi tío-abuelo tenía un amigo llamado Obito? ¿Cómo Uchiha Obito?-
 
 
-Así es, era el amigo del tío de Sasuke-chan… Naruto, en realidad, su lazo estaba formado desde hace mucho, cuando tu bisabuela Mito se casó con Senju Hashirama quien era un amigo íntimo de Uchiha Madara-ttebane-
 
-¡¿Cómo sabes todas esas cosas mamá?!-
 
 
-¡Simple! ¡Porque hablé con ellos cuando morí! Con nuestros familiares que ahora están descansando-
 
 
-¿Y tú por qué no estás allá con ellos?-
 
 
-¿Cómo podría descansar teniendo a mi hijo y esposo solos? Hijo, los amo demasiado, y creo que ahora entiendes todo lo que una madre podría hacer por sus hijos… En parte es lo bueno de nuestra familia, las mujeres y los donceles Uzumaki somos los más maternales y fieros de los padres, tú mismo te habrás dado cuenta cuando juraste proteger a mi nieto aún si debías matar… justo como yo juré cuando te tuve entre mis brazos y sabía que serías un gran hijo-
 
 
-Mamá… tú…-
 
 
El rubio no pudo soportar más, saltó hacia la figura cálida y brillante y la rodeó en un abrazo sofocante y encimoso, pero lleno de cariño y gratitud.
 
 
-Gracias… mamá…-
 
 
La pelirroja lo abrazó también y le susurró al oído mientras su figura se descomponía en miles de pétalos.
 
 
-Gracias a ti Naru… ahora ambos debemos volver, yo debo de salvar a uno de mis amados, y tú tienes a alguien que necesita de ti…-
 
 
Abrió los ojos en el abrazo luego de sentir raro el cuerpo de la mujer, vio como su cuerpo languidecía, se descomponía y salía volando. Intentó al menos coger un pétalo del aire, pero cuando creyó haberlo atrapado…
 
 
El sonido de los pájaros en la ventana, el de pasos recorriendo el pasillo detrás de su puerta. El techo blanco y su mano estirada en lo alto tratando de atrapar algo que ya no estaba.
 
 
Naruto parpadeó un par de veces. Bajó su brazo y luego volteó a los lados. Primero vio una máquina enorme parecida a un respirador, al otro lado una bolsa con un líquido extraño conectado a un tubo de plástico largo que terminaba en una intravenosa metida en su brazo.
 
 
Otra vez esa maldita sonda. ¡Era oficial, odiaba las agujas!
 
 
Con su brazo libre se palpó su boca, pero se encontró con una mascarilla que le mandaba aire. Se la quitó, al fin y al cabo, ya podía respirar solo. Dio un respiro hondo y cuando sus pulmones se expandieron sintió un leve dolor abdominal. Su mano una vez más viajó hasta donde el dolor llegaba y resultó que allí había una gaza y vendas.
 
 
¿Qué pasó?
 
 
La puerta se abrió casi de golpe, Shizune acababa de entrar junto con otra enfermera  luciendo atareadas.
 
 
-¡Al fin despertó! ¡Señor Uzumaki, está bien!-
 
 
Las dos mujeres le quitaron todo lo innecesario de encima, incluso desconectaron el respirador y se lo llevaron a otro cuarto.
 
 
-¿Y los demás?-
 
 
Habló con su voz ronca, tal vez porque había estado mucho tiempo dormido.
 
 
-Por el momento no hay nadie, fueron a desayunar hace poco a un restaurant cerca del hospital, ¿pero tú cómo te sientes?-
 
 
-Creo que bien pero… ¿y Kibou? ¿Dónde está mi hijo?-
 
 
La mujer entristeció la mirada un poco y eso angustió demasiado al chico.
 
 
-Él se encuentra bien… es un niño muy fuerte, y sano pero… cuando estabas en labor de parto, algo desgarró tu matríz y estuviste a punto de morir desangrado por eso. Apenas llegaste al hospital y te sacamos al niño que estaba prácticamente bañado en sangre. Ya que estabas inconsciente te llevamos al quirófano y allí te operamos. No sabemos si eso habrá sido suficiente. Puede que no vuelvas a poder embarazarte de nuevo-
 
 
Eso último le cayó como agua helada y le dieron ganas de llorar, pero se mantuvo fuerte. Kibou estaba vivo, ¡su preciado hijo estaba vivo!
-Por favor tráigame a mi bebé-
 
 
Shizune se sorprendió un poco por su repuesta, también creyendo que se pudo haber puesto a llorar, pero en vez de eso llamó a la enfermera para que trajera al niño del área de maternidad. La chica asintió y se fue corriendo.
 
 
-…Naruto-kun… no le mentiré, ése niño que tuvo es uno de los casos más extraños que haya visto. Nació a los siete meses causándole desgarros y hemorragias internas, nació con el tamaño de un bebé de nueve meses y cuando le hicimos los exámenes, resultó que todo en él era normal, incluso le hicimos unas pruebas genéticas, y todo estaba en orden, es un varón sin ningún tipo de trisomía o enfermedad hereditaria… no sé cómo o qué cuidados le dio en el embarazo, pero es increíble, la mayoría de los que nacen prematuros llevan alguna enfermedad, pero el suyo nació sano, y con muchísima fuerza en los pulmones, no dejó de llorar desde que lo separamos para hacerle la operación hasta después de tres horas. Tampoco ha comido nada, se ha negado a beber cualquier cosa que nosotros tratemos de darle pero su sistema sigue muy fuerte-
 
 
Sintió una inmensa alegría, incluso se puso a reír suavemente, cuántos halagos recibía de su pequeño, cuántas buenas noticias. Sólo se sentía mal por no haber podido estar con él cuando lo necesitaba ni tampoco alimentarlo cuando él lo pedía.
 
 
Unos gritos se escucharon, cada vez más intensos conforme se acercaban a la puerta, de pronto la enfermera entró con un bulto que se removía y pataleaba, lanzaba manotazos al aire y no dejaba de gritar con la misma intensidad de las bocinas de las ambulancias. La pobre enfermera hacía todo lo posible porque el pequeño niño escurridizo no se le fuera entre las manos.
 
 
Naruto se enderezó y lo primero que hizo fue estirar sus brazos para agarrarlo. La enfermera se lo entregó, casi como si quisiera aventárselo, pero nadie la culpaba.
 
 
El pequeño niño gritón fue acunado entre los brazos canelas mientras su ahora madre trataba de apaciguarlo con palabras suaves y dulces.
 
 
-Kibou… Kibou… tranquilo, mamá está aquí, ya estoy aquí…-
 
 
El pequeño niño de piel blanca y con una pelusa de cabello negro azabache, comenzó a tranquilizarse, dejó de pegar y patear, sus gritos bajaron de volumen y finalmente se calló. Se removió sólo un poco para quedar frente al pecho cubierto con la bata de papel, estiró una manita y buscó algo en él. Naruto enseguida lo supo y se bajó parte del vestido. Su niño de seguro tenía hambre.
 
 
El pezón descubierto había aumentado de tamaño, estaba más oscuro y además hinchado. El niño abrió los ojos, que eran de un intenso azul al igual que los de Naruto. Abrió la boca y atacó al pecho mordiéndolo con fuerza.
 
 
-¡¡Ahhhh!! ¡Itai! …Kibou… No tan fuerte…-
 
 
Se aguantó el dolor mientras el bebé mordía y succionaba con desespero. ¿Cuánto tiempo había estado dormido y cuánto tiempo él había estado sin alimentarse? Acarició su cabecita, guardando la compostura, aguantando el dolor como el fuerte doncel que era, y luego de unos segundos, el bebé dejó de morderlo. Ahora succionaba tranquilo, como si supiera que ahora ya nadie se lo quitaría y él podía comer tranquilo hasta quedar satisfecho.
 
 
Kibou se alimentó por casi treinta minutos, ahora el rubio sentía su pecho dormido, le había dolido demasiado al inicio pero ahora todo se sentía muy tranquilo. Tenía ya a su pequeño entre sus brazos.
 
 
Cuando el pequeño soltó el pezón ahora rojo, miró el rostro de su mamá y sonrió con esa boquita sin dientes, pidiendo tocarlo, a él y a sus cabellos.
 
 
Lo cargó para que los dos estuvieran más cerca y tocaron sus narices. Ambos rieron y cerraron sus ojos.
 
 
-Espera a que tú papá te vea…-

Oni KokoroWhere stories live. Discover now