A paso rápido me pongo calcetas y tenis deportivos. Mi apariencia importa poco en estos momentos, solo me importa saber que ella está bien. Esquivo a mi mamá y corro hasta la entrada para tomar las llaves del auto e ir al hospital, sin escuchar los gritos de mi madre, que me dice que espere, o a mi padre preguntando qué sucede. Subo al auto y enciendo, no dejo que se estabilice un poco porque salgo rápido del garaje.

Siento un gran peso en mi corazón, mi pecho sube y baja sin control. Ella tiene que estar bien.

Las calles están vacías y eso me hace manejar con tranquilidad, porque si hubiera tráfico seguro que provocaría un accidente. En menos de diez minutos llego al hospital, aparco en el lugar más cercano y bajo corriendo. Me encuentro con su madre en la sala de espera, está llorando desconsoladamente y un hombre de cabello castaño que no conozco la abraza con consuelo.

—Señora, Dillar —llamo su atención con voz temblorosa.

Levanta la vista y comienzo a acercarme hacia la silla libre que hay a su lado.

—Jace, perdóname

— ¿Cómo está Charlie? ¿Qué fue lo que pasó?

—Yyo llegué tarde a casa, y cuando subí eella estaba en su cama, desvanecida y con botes de pastillas en su mesita de noche, enentonces le llamé y ella no se levantaba y ahí comprendí qué había tratado de hacer, intentó suicidarse, y todo porque no fui una buena madre, la hice sufrir por vengarme de su padre. Todo es culpa mía y si la pierdo no me lo perdonaré porque todo será por mi culpa, y no le he dicho que la quiero. —Rompe en llanto de nuevo y el hombre que está a su lado la abraza más fuerte mientras le susurra cosas al oído.

Intentó suicidarse

Ella realmente no había cambiado cuando habló tanto con nosotros ayer, cuando se reía con nosotros, cuando me abrazaba y me decía que me amaba, sus lágrimas, realmente se estaba despidiendo, lo había pensado ya, por eso dijo que tenía miedo. Lo tenía planeado, solo intentaba despedirse con alegría y yo no disfruté lo suficiente.

Tomo mi cabeza entre mis manos, quiero gritar. Si yo no la hubiera dejado sola, si la hubiera hecho más feliz, si la hubiera ayudado más, tal vez ella no estaría aquí.

No le puede pasar nada, no puede pasar nada. Si eso sucede, me va a destrozar por completo, me arruinaría la vida

Las puertas eléctricas del hospital se abren y aparecen el señor y la señora Hans junto a la pequeña Camill, la cual tiene una cara somnolienta y va en pijama.

—¡¿Para esto querías alejarla de mí?! —grita el señor Hans atrayendo las miradas de las pocas personas que estamos en la sala.

—Mike... —susurra, suplicante.

El señor Hans se acerca peligrosamente a ella, pero su esposa le toma del brazo con cara de temor.

No

—¡Mi hija tenía que estar conmigo. Si así hubiese sido, estaría bien! —le grita nuevamente.

No ahora...

—Basta... —digo en voz baja.

—No le grites. —El hombre que está con la señora Dillar se levanta en su defensa y se pone entre los dos.

—Tú no te metas, no es tu asunto —le responde el señor Hans. Sin prestarle mucha atención al hombre se vuelve a dirigir a la mamá de Charl—. ¡¿Querías a Charlie para esto?! ¡¿Para que ingresara en el hospital?!

No es el lugar

—Basta... —vuelvo a decir.

—No le grites. Seguro que no te gustaría que yo le gritara a tu esposa, no es el momento

Hasta el último de mis días. [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now