11.

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JACE

¿Que si quería besarla? ¡Obviamente sí!

Pero a pesar de mis ganas, no era lo correcto, al menos no entonces, cuando, aunque ya estaba más tranquila e incluso riendo un poco, seguía vulnerable. No se está de un segundo a otro totalmente tranquilo después de contar con toda la confianza los problemas que atormentan tu vida. Así que por eso la dejé hacer sus preguntas con libertad, porque sabía que se iba a distraer, pero nunca pensé que ese momento podría acabar en un beso, uno que de verdad yo ansiaba.

No le he mencionado esto a nadie, ni siquiera a Daphne o mi madre, que son mis más fieles confidentes. No quiero que pregunten porque tendría que explicar por qué la he abrazado, y no quiero romper ese lazo de confianza que hemos creado aunque sea pequeño.

Pero lo que sí estoy dispuesto a contar es que somos amigos de nuevo.

—Es genial —dice Ken mientras corre a mi lado—. Cuando eres amigo de alguien quiere decir que esa persona te considera como su hermano.

—Uh, no quiero ser como su hermano.

—Sí, no es sano que te guste y utilicemos la palabra hermano. Como sea, hay seguridad entre los dos.

—Lo sé, aunque no es una seguridad total, vamos a paso de hormiga.

—De hormiga o elefante, pero que sean firmes.

No daré un paso en falso, no con tanto avance.

—¡Evans! —El grito del entrenador nos hace mirar con pena en dirección a Leo, que viene de puntillas tratando de colarse en el grupo sin ser visto tras saltarse las vueltas obligatorias.

—Entrenador.

—¿Crees que puedes llegar tarde a mi entrenamiento cuando tenemos un juego a la vuelta de la esquina? —grita. Está evidentemente enojado. Terminamos las diez vueltas y llegamos donde está el profesor. Queremos chismosear el regaño. Leo camina tranquilo hasta nosotros, pero sé que por dentro no quiere estar cara a cara con el entrenador.

—Pasos largos, Evans —exige el entrenador.

—Dígame, entrenador.

—Dime tú por qué has tomado la decisión de llegar tarde.

—Dolor de estómago.

—Muéstrame la nota de la enfermera.

—No me la dio.

—La llamaré entonces.

El profesor saca su celular, pero Leo lo detiene de inmediato.

—De acuerdo, le he mentido. La realidad es que he llegado tarde porque estaba con una chica, no haciendo cosas malas, estábamos

—¿Copulando? —susurra el entrenador.

—¡No! Le dije que no estábamos haciendo nada malo.

—Suéltalo, Evans. Me imagino los peores escenarios para los chicos con las hormonas alborotadas a tope.

—Solo le estaba haciendo la propuesta del baile a la chica que me gusta.

El profesor le mira directamente a los ojos y luego suelta una carcajada estruendosa. Con toda la confianza el resto del equipo se une a la carcajada, pero nos detenemos de golpe cuando grita el entrenador.

—¡¿Creen que es gracioso perder un juego por una chica?!

—Claro, podría pasar toda mi vida con ella gracias a la invitación del baile — responde Leo, enfadado.

Ken y yo agachamos la cabeza al escucharlo. A este paso, no llegará vivo al baile.

—Evans, soy compasivo contigo por la única razón de que estás enamorado y en este momento piensas con el corazón y no con la cabeza.

Hasta el último de mis días. [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora