29.

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CHARLIE

Aun no me hablo con mi madre y tampoco con mi padre, solo de vez en cuando hablo con Camille por el celular de Jess, pero hasta ahí. Ella solo me pregunta que cuándo iré a visitarla, pero no sé qué decirle porque ni yo misma lo sé. Estoy evitando a mis padres porque siento que, si los vuelvo a ver y hablar con ellos, lloraré, gritaré y romperé cosas.

Así que prefiero quedarme en mi habitación para no toparme con mi madre y mantener mi celular en silencio para evitar las llamadas de mi padre.

No quiero verlos, lo cual es extraño, ya que justo ahora les estoy haciendo un retrato a cada uno, al igual que a Leo, Ken, Daphne, Camille y obviamente a Jace. Estoy copiando de fotografías, quiero darles mi mayor esfuerzo. Termino de pintar una hebra de cabello en el retrato de Leo y dejo el pincel a un lado, me alejo un poco y giro la cabeza a un lado asegurándome que todo está bien, y lo está un poco, solo veo un pequeño fallo en un destello de luz. Así que vuelvo a tomar el pincel, pero antes de poder arreglar mi fallo suena el timbre.

Jace ha llegado.

Dejo el pincel y salgo de la habitación, bajo las escaleras y abro la puerta para no hacerlo esperar. Ahí está él, con sonrisa amplia y una caja de pizza en sus manos.

—Hola, Jace —saludo sonriendo.

—Hola, Charl. —Entra y me da un beso en la mejilla.

—Has traído pizza

—Así es, comeremos juntos como lo acordamos en la escuela.

—Es que ahora ya no tengo tanta hambre.

—Puedes comer tanto como quieras, tampoco te obligaré a comer un número exacto de porciones. Ven.

Ambos nos dirigimos al comedor, él pone la caja de pizza en el centro de la mesa y luego nos sentamos uno al lado del otro. Abre la caja, toma una porción, a la que da un bocado de inmediato, y suspira. Es el fan número uno de la pizza.

Le sonrío y tomo una porción de pizza, la miro un poco y luego le doy un pequeño bocado. En realidad no tengo apetito de nada, ni siquiera de agua, pero no quiero hacerlo sentir mal porque de verdad está dedicando mucho tiempo a ir a comprar comida y luego venir a mi casa. Sería muy desconsiderado de mi parte no comer lo que me trae.

—¿Sabes qué he estado buscando? —pregunta después de tragar un bocado.

—¿Qué has buscado?

—A psicólogos muy buenos de aquí, de Austin. Hay un par de opciones, mira. —Comienza a buscar en su celular, pero tomo su mano deteniendo su búsqueda y hago que baje el celular y lo deje sobre la mesa.

—No necesito un psicólogo.

—Todos necesitamos uno. Solo hay que mirar y podrás elegir uno, y si ninguno te gusta buscaré

—No, Jace, es que yo no quiero ir a ningún psicólogo. Te prometo que el dolor ya ha pasado — o no— y mi cabeza ya está pensando en mejorar. Quiero ser feliz, así que le he pedido perdón a Daphne, y quiero hacer lo mismo con Leo y Ken.

—¿Lo dices en serio? ¿De verdad que todo está bien? Sabes que me puedes contar lo que sea, no es necesario que mientas porque yo no te juzgaré.

—No miento

Me mira serio porque obviamente no me está creyendo ni una sola palabra. Ni siquiera yo me creo.

—No te creo, tus ojeras, tus ojos, tu voz, no te creo nada.

—Pero es la verdad. Te prometo que, aunque que el dolor sigo sintiendo un poco de dolor en el pecho. Quiero que todo sea como antes, y me refiero a hace años, cuando éramos los inseparables cinco. Ya no me importan mis padres, solo quiero pasar días felices junto a mis amigos.

Al menos, los últimos de ellos.

—Solo un psicólogo, Charl, al menos prueba con la señorita Ámbar

—No, no quiero. —Y como sé que seguirá insistiendo me pongo de pie y me acerco a su silla.

—Por favor. Te voy a acompañar y si es necesario te —Me siento en su regazo, le hago callar y se sorprende. Deja sus manos en el aire evitando tocarme, y me mira confundido. Tomo su rostro y le doy un corto beso en los labios.

Sé perfectamente lo que provoco en él, y aunque me siento mal por aprovecharme de ello, me ha parecido la única forma de quitarle de la cabeza el tema del psicólogo, al menos por un rato.

—Amm ¿Me das otro beso? —pregunta colocando sus manos en mi cintura.

—Solo si me prometes ayudarme a organizar algo.

—¿De qué se trata?

—Ya ves que quiero dejar todo atrás y pasar estos días feliz y en paz. —Acaricio su cuello para que mantenga sus ojos y su atención en mí y no en otro tema. Asiente sin decir nada—. Quiero que seamos el mismo grupo de amigos que antes, incluso quiero que nos reunamos un día a pasar el rato. Quiero que todo sea como antes, al menos por un momento ¿Puedes ayudarme con eso?

—¿Quieres que reúna a nuestros amigos?

Asiento.

—Claro, si eso te hace feliz, lo haré. Incluso podemos hacer la reunión en mi casa uno de estos días. ¿Qué te parece el dos de marzo?

—Perfecto.

Hasta el último de mis días. [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora