EPILOGO.

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JACE

11 de agosto

Todo marcha bien, todos parecen recuperarse, excepto yo.

Sigo con un gran dolor en mi pecho cada vez que despierto. Ya no está la chica que se sentaba en el centro de la clase, ni que me tomaba de la mano, que comía helado conmigo o pastel en mi casa, ya no está y me siento vacío sin su presencia. Simplemente siento que he perdido el rumbo, que me he salido del camino. Sigue siendo muy difícil para mí pensar que cada vez que entro al aula no está, no puedo verla ni disfrutar y deleitarme de su belleza. Eso se acabó.

Respecto a otras personas...

Los padres de ella ya no volvieron a pelear, ni hablar. La señora Dillar y su esposo se fueron a otro estado para comenzar una nueva vida y que a ella ya no le hiciera mal la partida de Charlie. Ella simplemente se derrumbó, se culpó de todo. No es por ser cruel, pero nunca fue una buena madre para mi pequeña Charl, nunca hizo algo por ella o le demostró un poco de amor maternal. La señora Dillar cayó tan bajo en su depresión que lloraba todos los días, iba a la escuela y simplemente se quedaba mirando la entrada con los ojos vidriosos y una mirada de esperanza. Un día me acerqué y le pregunté qué hacía allí. Ella simplemente me dijo que tenía la esperanza de ver salir a Charlie y poderle dar un abrazo, ese abrazo que no pudo darle nunca, decirle el te quiero que jamás salió de su boca, o comenzar a ser una buena madre.

Pero ya era muy tarde para reparar los errores que había cometido.

El señor Hans y yo seguimos en contacto. Sé que él extraña a Charlie tanto como yo, aunque se equivocó. Él ha prometido proteger a Camill y van a terapia de familia. Por más que eso ya no sirva de mucho para Charl, al menos su hermana vivirá en un ambiente más sano y seguro.

Daph llora a veces. Dice que le duele no haberla ayudado, no estar para su mejor amiga, no decirle que la amaba y la extrañaba, que siempre estaría con ella.

Yo, además de lo débil que me dejó su muerte, también estoy feliz porque sé que ella está ahí arriba cuidándome y preparando algo grande para mí. Y me siento muy afortunado de tener a alguien cuidando mis pasos. También sé que ya no ha llorado más, no ha sufrido, no se ha sentido sola, frustrada, enojada, o triste; simplemente no está.

No tengo palabras. Nos graduamos sin Charl y obviamente no fui al baile con ninguna chica; no hubiera sido lo mismo y solo me hubiera obligado a olvidarla. La olvidaré cuando tenga que ser y estoy seguro de que para eso han de pasar muchos años.

En la escuela cada día guardábamos un minuto de silencio por Charlie y todos los compañeros que se han ido.

El mundo es tan cruel que a cualquier lado al que mires hay una persona sufriendo en silencio, apartado de todos, ocultando su dolor con sudaderas en verano, risas, sonrisas, ojos felices, o simplemente mirando a la gente desde unas gradas y fingiendo una tranquilidad que quisiera tener para sí.

No solo era Charlie, eran muchos más, hombres, mujeres, de primer año, intermedio o último, populares o solitarios. No hay límite.

La depresión, la ansiedad, la ira, la tristeza y el sentimiento de morir no tiene edad, nacionalidad, género o rango. Nada, solo existe y siempre está a nuestro lado esperando que bajemos la guardia para atacarnos.

Con un dolor gigante cada uno de mis días, trato de imaginar que esto terminará. Pienso que es un sueño y que lo que vivo solo es producto de mi imaginación mientras estoy en trance mirándola escribir algo en su libreta en el asiento del centro del aula y yo deseo ser el papel. Sin embargo, las cosas no funciona de esta manera; ella no está, solo me queda afrontarlo sin esperar nada, sin esperar que todo vaya bien porque la realidad es que nada va bien desde que se fue.

No sé si volveré a ser mismo, el Jace feliz, porque ella se llevó toda mi felicidad cuando se fue de mi lado.

No espero poder ser feliz con alguien más ni deseo serlo. Solo quiero que ella vuelva a por mí para que ninguno sufra. Y como eso es imposible, lo único que me queda es amarla, por toda la eternidad.

Abro la puerta de casa y digo a mis padres:

—¡Vuelvo antes del vuelo, tengo algo que hacer!

Hasta el último de mis días. [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora