10.

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CHARLIE

La felicidad nunca me dura más de medio día.

Mi madre ha comenzado a gritarme apenas he abierto los ojos, y eso está empezando a cansarme, tanto que he decidido buscar ayuda en la psicóloga escolar. Es un gran paso, porque me da mucho miedo lo que me pueda decir, pero estoy segura de que es lo mejor, tanto para mí como para los que me rodean.

Abro la puerta lentamente y asomo la cabeza, asegurándome de que está ahí, y afortunadamente lo está.

—Hola señorita Ámbar —saludo.

—Hola Charlie, pasa. —Hago lo que me indica, cierro la puerta y tomo asiento en una silla frente a su escritorio—. La señorita Rose Mary me dijo que tal vez vendrías, pero estaba comenzando a pensar que no iba a ser así, han pasado días desde eso.

—Sí, es que tenía algo de miedo.

—¿De qué?

Alzo hombros y después suspiro al bajarlos.

—Miedo de lo que me pueda decir

—Oh, no te preocupes. Antes de empezar la sesión, debes saber que este es un lugar seguro, en el que habrá cosas tanto buenas como malas. Pero cada una de mis recomendaciones serán para que mejores.

—Entiendo.

—Está bien, podemos comenzar. ¿Qué es lo que te trae por aquí?

Miro el escritorio con seriedad e inspiro varias veces.

—¿Qué es lo que te preocupa?

—No es tanto qué me preocupa como qué me atormenta.

—¿Tiene que ver con lo académico?

Niego.

—¿Tu vida social?

—Influye.

—¿En tu salud mental?

—Sí, en eso.

Anota en una hoja blanca lo que le digo junto con otros apuntes que no alcanzo a ver.

—¿Habías ido antes a un psicólogo?

—No, mi madre dice que no lo necesito y que solo reclamo atención.

—¿También hay problemas familiares de por medio?

Asiento.

—¿Puedes contarme cuáles son esos problemas que te atormentan? Hasta donde te sientas cómoda.

Tomo una gran bocanada de aire y cierro los ojos con fuerza para luego abrirlos y comenzar a hablar.

—Desde los trece años me siento apagada, siento que a veces estoy arriba y luego abajo: un segundo estoy por los suelos sintiéndome pésimamente mal conmigo misma y luego me siento extremadamente feliz. Todo esto comenzó cuando mis padres se divorciaron.

—¿Había peleas de por medio?

—Muchas.

—¿Qué más pasó?

—Pues que me alejé de mis mejores amigos. Cada vez estaba más enfadada conmigo, me daba miedo lastimarlos, o que ellos me lastimaran burlándose de mi situación, aunque eso nunca lo hicieron.

—Entonces, todo esto afecta tu salud mental y tus habilidades sociales, porque sé que eres muy callada.

—Supongo que sí, no me gusta estar con mucha gente, porque hacen preguntas que no quiero contestar.

—¿Cómo cuáles?

—Muchas, la mayoría son preguntas sobre por qué no hablo, o por qué siempre pinto cosas tristes.

Hasta el último de mis días. [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora