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CHARLIE

Después de haber hablado una hora extra con la señorita Ámbar, he vuelto a casa para escuchar los reclamos de mi madre, que dice que está muy estresada por el juicio. Esta vez no le he respondido, la sesión con la señorita Ámbar me ha dejado agotada, solo me he quedado quieta mirándola gritarme en la cara, porque tampoco me dejaba ir a mi habitación. Y ahí me he quedado durante diez largos minutos en los que solo me ha gritado lo inútil, inmadura, mala hija y tonta que soy.

Ya no la soporto más.

Al subir a mi habitación he intentado llamar a mi padre para decirle lo que había pasado, pero no me ha respondido. Las primeras veces los tonos han sonado hasta que las llamadas se han cortado automáticamente, y en las siguientes simplemente ha saltado el buzón de voz. Así que solo me ha quedo hundirme en mi soledad porque no quería molestar a Jace con las peleas. Además, él iba a querer verme, y yo no quería que viera a mi madre así de enojada y que pudiera decirle algo hiriente. Sin embargo, ha sido casi peor quedarme sola.

El juicio está a la vuelta de la esquina y yo ya llevo dos días sin ir a clases. No puedo levantarme de la cama más que para ir al baño y a tomar agua, porque los nervios ni siquiera me dejan comer sin que me den ganas de vomitar. Definitivamente, esta es la peor situación que he vivido.

Esta vez sí he hablado con Jace, pues no merece que lo ignore por algo que no es su culpa. A fin de cuentas eso es lo que mis padres dejan de hacer, no puedo ser igual que ellos. Ha prometido venir a verme hoy y traerme los apuntes.

El timbre de la puerta principal suena, así que me levanto de la cama envuelta en una cobija delgada. A paso lento bajo las escaleras y voy hasta la puerta, la abro y dejo a la vista el desastre en el que estoy inmersa ahora mismo.

—Te ves muy bonita. —Sonríe de forma sincera.

—Mentiroso. Pasa. —Sonrió ligeramente por su intento de hacerme sentir un poquito mejor. Él entra y me mira serio.

—¿Cómo estás? —pregunta con una mirada tierna.

—Mal, me he hundido yo sola —confieso con pena en mis palabras.

—Eso no es

—Sí es cierto, me encerré en mi burbuja y me hundí otra vez.

—Recuerda que voy a acompañarte en todo este proceso. —Toma mi cabeza entre sus manos y me da un beso en la frente.

—Me siento mal porque tengas que pasar todo esto conmigo

—Te quiero tanto que no me importa hundirme también. —Mete la mano en su chaqueta y de esta saca un cuaderno como por arte de magia, me lo entrega y lo hojeo al instante.

—Escribí todo lo que pude, están todas las tareas y las respondí para que no trabajes tanto y te abrumes más. Aunque sí deberías ver un poco la de Geografía, es que no sé muy bien quiénes son nuestros vecinos de México.

—Pero si es muy fácil.

—A ver, es ¿Tulipanes? Sí, eso, algo de León, luego algo como cacahuate combinado con agua, y

—En realidad es Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Chihuahua.

—Eso, y el nombre de un perro, entonces sí está mal, puse Dóberman.

—¿Es broma?

—No, son nombres muy difíciles. —Ríe.

—Siempre me ayudas mucho

—Para eso estoy, para ayudarte en todo. —Me sonríe con la boca cerrada—. ¿Ya saben la fecha del juicio?

Bajo la mirada y asiento.

Hasta el último de mis días. [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora