La verdad es que, por más que he dormido, me sigo sintiendo pésimamente y mucho más al recordar todo lo que hice ayer. Pero tengo el derecho de sentirme así porque mis padres lo único que han hecho conmigo es jugar y burlarse; aunque uno más que el otro o, al menos, más descaradamente uno que el otro. Solo soy un peón de su juego, no me aman en realidad, solo están obligados a hacerlo, o fingen hacerlo. Espero que mi hermana no sufra lo que yo, pero, aun así, es lamentable que yo sea su ejemplo y el conejillo de indias.

Me pongo de pie y trato de ordenar mi habitación un poco para que cuando llegue Jace no esté tan desordenada como ayer. Dios, me muero de vergüenza al recordar que actué como una persona incontrolable. No pude dejar de llorar hasta que me quedé dormida, porque al sentir sus brazos rodearme no podía evitar pensar que él es la única persona que me quiere, así que lloraba un rato más. Y ni que decir tiene cuando me cantó esa canción

«Realmente has amado a una mujer».

Sin duda eso es lo que él ha hecho conmigo a pesar de que yo no estoy cien por cien centrada en él, en lo que tenemos, a pesar de que siempre estoy llorando y hablando de mis problemas. Él realmente ha amado a una mujer y lo ha demostrado con cada uno de sus gestos o palabras.

Y eso hace que me sienta muy mal. Porque él se está entregando completamente a mí, dándome su tiempo, su cariño y sus consejos, mientras que yo no le estoy ofreciendo ni la mitad de eso, y no es justo. No es justo que una persona se desviva por mantener algo a flote y la otra parte de la relación solo espere mirando de lejos sin poner la mano en el fuego.

Jace merece algo mucho mejor, alguien que lo haga reír a cada hora del día, que lo comprenda y le ayude con sus problemas. Porque yo ya lo he dicho: estoy luchando con los míos propios y no puedo echarme a la espalda los de él, y no es que no quiera hacerlo, sino que no puedo, porque solo incrementaría el peso que llevo encima y, si lo hiciera, terminaría ahogándome.

Y yo sigo luchando por salir a la superficie.

Pero ¿cómo le hago entender que él merece algo mejor?

Llaman a la puerta principal, así que dejo un par de pinceles que estaba guardando para ordenar un poco este caos. Hablando del rey de Roma. Salgo de la habitación y bajo las escaleras con lentitud, me duelen los huesos y siento las piernas como dos espaguetis recién hechos. Sin embargo, aun así camino hasta la puerta, la abro y me encuentro con un Jace bastante cansado, pero con una sonrisa en su rostro y una bolsa con el logo del lugar que vende sopas de pollo.

—Hola, Charl. —Me hago a un lado y él entra—. ¿Cómo te sientes?

Muy mal y confundida.

—Bien, mejor —miento. Él sonríe, se acerca y me da un beso en la frente. Tal vez ya no se sienta cómodo al darme besos en la boca, pero supongo que es mejor así, no dolerá tanto.

—He traído sopa para comer, espero que tengas apetito; si no, no hay problema. Yo muero de hambre, vamos a comer.

—No, yo tengo mucha hambre, de verdad, quiero comer todo.

Sonríe grande.

—Tal vez es porque no has comido casi nada.

O porque es un atracón ansioso.

Ambos caminamos hacia el comedor y nos sentamos uno junto al otro, saca las sopas, me da la mía y algunos cubiertos de plástico. Sin esperar mucho, comienzo a comer con rapidez. No estoy mintiendo, de repente me muero de hambre.

—Si quieres más, puedo comprar más —dice mirándome con una sonrisa pequeña.

Sorbo de la cuchara y lo miro apenada.

Hasta el último de mis días. [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now