—Tu padre no es un santo.

—Él me quiere, siempre me lo dice, y tiene sus errores, pero porque yo le provoco

—Tu padre lo único bueno que hace es manipular, se hace el bueno para que todos estén de su lado.

—No, no, él no es así. Tú sí, tú eres quien me quiere meter todas esas ideas en la cabeza; además de que me acabas de decir que te arruiné la vida. Ojalá pierdas el juicio porque no te quiero ver nunca.

—Eres una mala hija porque no te pones en mis zapatos.

—Y tú tampoco te pones en los míos, no ves las cosas desde mi perspectiva, que todo lo que me dices me puede afectar.

—Siempre haciéndote la maldita víctima, tienes casi dieciocho años, madura de una buena vez. Mientras estés bajo mi techo, acatarás mis órdenes; no me importa lo que creas de tu padre, yo sé con certeza que es un maldito manipulador de primera, y al paso que vas terminarás igual que yo. Y de una vez te digo que no me cansaré hasta dejar por los suelos a tu padre, y sí, sí voy a ganar ese juicio. —Se da la vuelta y comienza a subir las escaleras para luego encerrarse en su habitación.

Esto solo era un regaño por llegar tarde y se ha convertido en algo más grande. Estoy muy cansada de mi madre y todos estos problemas, odio como intenta hacer quedar mal a mi papá diciendo que es un manipulador, él ya me dijo que ella es así y sin duda le creo a él.

Subo hasta mi habitación y cierro la puerta con fuerza. Voy al baño y me mojo el rostro para tranquilizarme. Sin esperar mucho, abro uno de los cajones del escritorio de mi habitación y saco un pequeño cúter, lo pongo sobre mi antebrazo y cierro los ojos con fuerza para no sentir tanto dolor. Pero lo veo a él, a Jace, sonriendo y acariciando mis heridas sin hacer malas caras. No puedo defraudarlo y seguir lastimándolo de esta manera, no después de todo lo que ha hecho por mí, pero es que mi madre me tienta tanto

Tomo una bocanada de aire y dejo el cúter sobre la mesita de noche y me recuesto en la cama, siento presión en el pecho y unas incontrolables ganas de querer lastimarme para cambiar el dolor de mi enfado por el dolor de mi brazo, pero me obligo a dejar mi mente en blanco.

Tengo que cambiar esa parte de mí por muy difícil que me resulte.

Salgo del salón de clases despidiéndome de Daphne, quien va a pasar el receso con su novio, cuando una escurridiza mano se entrelaza con la mía.

—¿Te ibas sin mí? —Jace me sonríe como un auténtico niño.

—He creído que ibas a pasar el descanso con Leo y Ken.

Ambos comenzamos a caminar de la mano por el pasillo sin rumbo alguno, algunas personas nos miran de reojo y secretean, pero eso no me importa en lo más mínimo.

—Sí, iba a ir con ellos, pero he escuchado que Daphne va a pasar el descanso con Karl y he decidió que yo lo pasaría contigo.

—No tenías que hacer eso.

—Sí tenía, ahora somos como una pa —se detiene de golpe.

—¿Como una pareja? —pregunto sonriendo.

—Mmm —murmura, nervioso.

—¿Y por qué no te atreves a decirlo?

—Pues porque a penas te he confesado mis sentimientos, no quiero que vayamos taaan rápido, o formalizar algo sin hacerlo de la manera correcta, ni mucho menos que, si no te sientes cómoda, te veas obligada a continuar porque nos hayamos puesto una etiqueta antes de tiempo.

Los señores Grey han educado a Jace de una manera magnífica. Compré el boleto ganador.

—¿A dónde vamos?

Hasta el último de mis días. [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora