7-Cenizas, cenizas

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06:53 pm 2 de junio de 2018  

Rusakovo, Koriak, Rusia

Francisco vigilaba la entrada del callejón donde se escondía su equipo, mientras tanto los demás trataban de despertar a Bastian de su estado de inconsciencia. De repente, Fran escuchó los sollozos de una mujer y decidió asomarse por la esquina del callejón para revisar el perímetro. Empuñó su Glock y se puso la M-16 en la espalda mientras se agachaba y avanzaba en silencio. Al asomarse por la esquina de la calle, logró observar a grupo de personas vestidas de túnicas y capuchas negras con dibujos de color rojo en la parte trasera de su ropa que parecían las famosas estrellas del diablo. Al principio, creyó que eran caminantes ya que no hablaban ni se movían. Hasta que, finalmente se fijó en un detalle bastante perturbador.

Entre varios de ellos, sostenían a un niño atado que obviamente estaba asustado. También tenían a una mujer que parecía ser la madre del niñito, la mujer lloraba y suplicaba mientras los sujetos la ignoraban con total indiferencia. Uno de los encapuchados tomó un enorme cuchillo y se lo clavó al chico en el abdomen, después, metió la mano en la herida del niño y con el dedo dibujó un circulo alrededor de las víctimas.

Luego, dibujó una estrella de seis puntas dentro del círculo mientras que entre varios encapuchados sostenían a la mujer por los brazos. Finalmente, el que parecía el líder, le cortó el cuello a la mujer y comenzaron a hacer una especie de ritual. De repente, todos se inclinaban ante un tipo bastante alto, el cual se veía bastante indiferente ante esa demostración de idolatría. 

Después de varios minutos gritando e inclinándose, comenzaron a comerse el cadáver del niño. Mientras que casi todos comían, uno de ellos los observaba, era el hombre ante el que se inclinaban minutos atrás. Sin embargo, este sujeto era distinto a los otros, era más alto y corpulento, además su túnica no tenía capucha y era un poco más ancha. También, tenía otra cosa peculiar, el sujeto era totalmente pálido y tenía los ojos amarillos y hundidos en la cara. Tenía otro detalle que resaltaba a la distancia, el hombre poseía una gran barba de color rojo intenso que parecía sangre.

Fran sintió arcadas y decidió volver a donde estaba el resto del grupo, sin embargo, sintió la mirada de uno de ellos. De repente, el líder sacó una pistola y le disparó a la sombra de Fran. Este se alteró y corrió hacia la callejuela mientras escuchaba más disparos a sus espaldas.

—¡Vienen por nosotros!—gritó Fran mientras corría hacia el grupo.

—¿Quiénes?—preguntó Bastian un poco adormilado.

—¡Unos dementes!

—¡Por aquí! ¡Encontré una abertura en el muro!—indicó José haciendo señas.

Sin perder tiempo, todos corrieron hacia la salida improvisada. Casi todos entraron, salvo Ricardo que por su tamaño necesitaba ser empujado por otras personas. Afortunadamente, lograron arrastrarlo por la salida unos segundos antes de que los satanistas entraran al callejón y comenzaran a buscar la ruta por la que habían escapado.


07:12 pm 2 de junio de 2018

Rusakovo, Koriak, Rusia

Finalmente, los encapuchados lograron encontrar la vía de escape del chico y comenzaron a colarse por allí para terminar lo que habían comenzado. El sujeto que los comandaba miró hacia los lados y vio una pista. En un lado de la calle había un trozo de ropa negra, de hecho, se veía muy gastada y vieja. Al acercarse a revisarla, vio una sombra corriendo hacia un edificio pequeño. Sin pensarlo mucho, comenzó a perseguir al chico que los estaba espiando, una de las reglas de la secta era: no se dejan testigos de los sacrificios bajo ninguna circunstancia. Ese impuro pagaría.

Al llegar al edificio, todos se dieron cuenta de algo. El chico no estaba solo. Nadie lograría bloquear las entradas tan rápido y menos siendo tan delgado. Era obvio que ese muchacho estaba acompañado por al menos tres personas más.

Al observar bien la construcción, se dieron cuenta de que sería difícil entrar por las puertas. Así que, decidieron dejarlos ir por los momentos. Después de todo, un buen líder siempre toma las decisiones sabiamente y sabe cuándo admitir una pérdida. Los encapuchados se devolvieron por dónde venían, no sin antes grabarse el camino hasta el improvisado refugio.

De repente, el líder observó como una rata corría entre sus piernas, tomó su pequeño cuchillo y se lo enterró en su pequeño cráneo. La rata comenzó a sangrar y murió en el acto, el sujeto la recogió del suelo, la agarró por la mitad del cuerpo y la colocó contra la pared usándola como un macabro pincel.

Restregó el cadáver del animalito hasta que terminó de escribir su mensaje. El sujeto sonrió y contempló su creación orgulloso. Luego, los demás encapuchados hicieron lo mismo hasta que su líder les ordenó retirarse.       

Antes de partir, le dio un último vistazo a su obra. Bastante satisfecho, comenzó a leer en voz baja lo que había escrito: ''Cenizas, cenizas todos caerán''.


El Elemento de la Destrucción (En reedición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora