21-La mordida

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09:06 am 13 de junio de 2018  

Rusakovo, Koriak, Rusia  

Siguiendo las indicaciones de su amigo, Fran corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron. Se giró unos segundos con la esperanza de ver a Bastian, pero lo único que pudo ver fue cómo el cuerpo de JDM lo embestía por un costado. En ese momento sintió la necesidad de ir a ayudarlo, sin embargo, recordó que Robert necesitaba ser operado cuanto antes y, además, no era la primera vez que su compañero tenía que hacerle frente a alguien. 

Luego de unos cuantos minutos corriendo, comenzó a sentirse agotado, así que se detuvo a descansar junto a una alta pared de ladrillos rojos. Se desembarazó de la chaqueta y, aun jadeando, le dio varios tragos a su cantimplora. De improviso, sintió cómo una mandíbula se cerraba con fuerza sobre su hombro, para luego arrancarle un pequeño trozo de piel. Fran, sorprendido por aquel ataque, le dio un culatazo a su atacante y, con lágrimas deslizándose por sus mejillas, le disparó repetidas veces en el cráneo. 

Era el fin, ese momento que todos los supervivientes temen, pero al mismo tiempo saben que tarde o temprano llegará: la mordida. Estaba iracundo, se sentía impotente por no poder hacer nada. Miles de recuerdos azotaron su memoria y, luchando consigo mismo para no echarse a llorar, se colocó el cañón del arma en la sien. Sin embargo, algo lo detuvo en seco: si acababa con todo, ¿quién ayudaría a su hermano?

Haciendo acopio de su fuerza de voluntad, decidió que antes de suicidarse le llevaría los medicamentos a Robert. La herida era superficial, así que probablemente eso extendería su límite de tiempo con vida. Se enjugó las lágrimas de los ojos y volvió a la realidad. En ese preciso instante, escuchó el sonido de varios pies arrastrándose hacia él, seguido de aquellos característicos gemidos y, por supuesto, aquel inconfundible hedor a descomposición. Observó los alrededores, le quitó el seguro a su P 90 y reanudó el paso.

Al girarse, notó cómo las siluetas de varios infectados se iban materializando a sus espaldas. Por un momento pensó en acabar con todos ellos, pero pronto se dio cuenta de que eran demasiados como para la munición con la que contaba. Lleno de frustración, volvió a guardar el arma y corrió en dirección a la montaña. Por desgracia, a medida que aquel grupo se acercaba, se le unían más de esas cosas. Era improbable que pudieran perseguirlo en una subida tan empinada, no obstante, si lograban alcanzarlo en tierra firme podía darse por perdido.

Aliviado, pudo ver cómo la silueta de la montaña era cada vez más cercana, hasta que al fin llegó a ella. Con aquella horda pisándole los talones, emprendió el arduo camino hacia la cima. Todo su cuerpo temblaba a causa del frío, el cual aumentaba gradualmente. Una ráfaga de viento helado azotaba su rostro con fuerza, y el agotamiento lo invadía. A sus espaldas varios infectados intentaban seguirlo, pero resbalaban bruscamente debido a lo empinada que era aquella subida. Otros se limitaban a seguirlo con la mirada, ya que eran incapaces de aguantar aquel clima helado. Mientras tanto, Fran hacía acopio de todas sus fuerzas para no desfallecer. Aún no podía darse por vencido, después de todo, antes de morir debía cumplir con una última misión: salvar a Robert...


11:32 pm 13 de junio de 2018

Rusakovo, Koriak, Rusia

Después de una subida que parecía infinita, Fran logró llegar a su destino: la entrada del laboratorio. Una puerta oculta se abrió ante él y, apenas hubo entrado, esta se cerró de golpe. No pasaron más de veinte segundos y el científico ya había salido a su encuentro. Su rostro mostraba cierta preocupación, cosa que puso nervioso a Fran.

El Elemento de la Destrucción (En reedición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora