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—¿Qué quieres de desayunar, Hipo? —preguntó ella, amarrándose el cabello

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—¿Qué quieres de desayunar, Hipo? —preguntó ella, amarrándose el cabello. Estaría muy apenada si resultara que la comida tenía un cabello platinado.

—Huevos estrellados con salchichas fritas —contestó, como era de costumbre, con su voz de infante.

—A la orden —susurró la otra. Se dirigió al refrigerador, abrió la puerta y sacó varias cosas. Ella tenía antojo de algo, pero no estaba segura de qué. Lo averiguaría en el proceso.

Pasaron dos días después de que se dieron el beso. Al principio estaba incómoda, totalmente avergonzada. No podía ni verle la cara al sujeto. Que por cierto, no le daba el espacio que necesitaba, en esos días en especial estuvo muy empalagoso.

Pero notó que, al menos lo que daba a entender con sus movimientos tranquilos y actitud amable, no parecía importarle. Así que se relajó.

Echó a la sartén tres huevos, les puso una pizca de sal a cada uno y agregó queso espolvoreado encima. Hipo era un hombre de gran apetito, y si no estaba satisfecho a la primera sentada, rato después buscaría qué comer y haría total desastre. Cosa que Elsa quería evitar porque, siendo sinceros, ¿a quién le gustaba limpiar todo el tiempo desastres ajenos?

Los huevos se cocinaron, y los colocó en un plato. Agregó más aceite y puso las salchichas a dorar.

Estaba tan absorta en sus pensamientos, que no notó la cercanía que el castaño estaba tomando. Sino que se dio cuenta cuando sintió una respiración tras su nuca, y el movimiento de su trenza siendo deshecha, hasta dejarla con el cabello suelto. Desprendiendo un delicioso aroma al shampoo que había en el baño.

—Tu cabello es muy lindo, bella Elsa —dijo él, acariciándolo con suavidad.

Daba gracias al cielo que no podía mirar su rostro, vería lo roja y nerviosa que estaba gracias a la poca distancia que había entre los dos.

—Gracias, es de familia —siseó, tratando de concentrarse en la comida.

—¿Por qué no me quieres? —preguntó, usando hoy más que nunca su adorable voz de niño como forma de manipulación.

Tiene tanto talento. Pensó.

—¿Qué... te hace pensar que no te quiero? —quiso evadir la pregunta con otra. No tenía cómo responderle. La mayor parte del tiempo era un manojo de emociones cambiantes, ¿cómo sabría lo que sentía si no había algo qué sentir?

¿Estás segura de ello? La vocecita de la razón le hizo saber.

—No lo demuestras tanto que digamos —contestó.

—No demuestro mucho lo que siento, especialmente cuando es cariño o afecto. ¿Por qué me preguntas eso?—se quedó callado.

Las salchichas ya estaban listas, un buen momento para huir de ahí.

—¡Woah, mira qué rápido ha salido tu comida! Ve a comer antes de que se enfríe —tomó el plato y lo llevó al comedor. El ojiverde la siguió.

Ya no tocó el tema, podía hablar como niño pero no era tan estúpido como para no ver que ella no deseaba responder esa pregunta.

Tenganme paciencia xfabo, se suponía que ayer me colocarían el internet y pues no, JAJAJAJA. Quedé como estúpida.
El próximo capítulo estará más largo, y muy intenso, que . Y no de una manera sexual, por si se lo imaginaban, loquillas.
—Hannya.

Hιρσ: Eʅ Nιñσ II Where stories live. Discover now