Capítulo 8. Saqueo al anochecer.

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Hola lectores!!! Esos últimos días no pude escribir porque no tenía Internet, pero acá llego con dos capítulos nuevos de LOBO VINTERI. No olviden dejar su estrellita y si quieren comentar, adelante. Disfruten.

Maximilien volvió en una yegua que le prestó el posadero de "El león y el conejo" y regresó a su castillo al atardecer. Había recuperado su medallón pero claro estaba que no recuperaría nada más, estaba decidido a no volver a pensar en la muchacha mentirosa. Aunque sabía que era su propio orgullo el que impedía que comprendiera realmente a la chica y él mismo sabía aunque se negara a admitirlo que la muchacha lo había intrigado e inspirado ternura. Sabía por su postura y habilidad al montar que ella no era una chica común pues ella le había robado pero su corazón le decía que ella guardaba muchos más secretos de los que se negaba a admitir.

Sin estar dispuesto a esperar mucho, Maximilien se dispuso a conocer que era lo que ella hacía para sobrevivir, no le parecía que fuera una prostituta aunque tampoco le parecía una casta doncella por la manera como le respondió cuando él la besó. Desde que partiera no había podido dejar de pensar en ella y eso le inquietaba.

Nunca antes había sentido algo semejante por nadie, ni siquiera por Anne. Anne. Pensó en ella sintiéndose culpable por no haber sido un esposo adecuado para ella. Eso le causó más dolor y confusión porque él estaba seguro que la muchacha en realidad era quien había asesinado a Anne y aunque le pesara, tenía que hacer la pagar.

Así que decidió llamar a un soldado entrenado que podía serle útil en lo que deseaba hacer.

Su mayordomo Hachings estaba mirándole con curiosidad muy disimulada Era un hombre de pasados cincuenta con una calvicie fuertemente remarcada pero con un traje de servicio en gran manera impecable y sin arrugas. Era alguien muy especial para Max y un muy devoto empleado, pero más que eso Hachings era su amigo. Él le había dicho que jamás se había casado aunque nunca se atrevió a preguntarle porque. A pesar de su gran amistad y por más que Max insistiera, nunca el anciano había podido llamarle por su nombre y siempre le llamaba milord lo que a Max le irritaba porque él también era humano como él y necesitaba sentirse como una persona común aunque ante la mayoría solo se le apreciaba por sus riquezas.

-¿Necesita algo Milord? –Dijo Hachings en una voz perfectamente modulada.

-Si Hachings, manda llamar a Edmund necesito hablar con él. –Respondió el moreno.

-Como usted ordene milord. –Murmuró en voz baja y se marchó haciendo el menor ruido posible. Y como si fuera realmente veloz no pasaron cinco minutos cuando llegó el soldado que había mandado llamar. Primero entró al despacho donde se encontraba Max el soldado y después Hachings. Que al hacer una reverencia procedió a retirarse.

-¿Me mandó llamar coronel? –Dijo el soldado saludándole como su autoridad.

-Sí Edmund, necesito que realices un trabajo de mucha importancia y con absoluta discreción. -Respondió Max con semblante serio y autoritario.

-A sus órdenes coronel. –Dijo el soldado con la postura recta.

-Hay alguien a quien deseo investigar Edmund y no me atrevo a confiar más que en ti. Esto es de vital importancia. Se trata de una muchacha de vive en una cabaña y siempre anda vestida como hombre y quiero saber cómo se gana la vida y con quiénes se relaciona. Sobre todo lo que te parezca sospechoso o lo que suceda. No estoy seguro de dónde esté esa cabaña pero está al oeste cerca de las tierras del marqués Vinteri en Vensurensi.

-Con todo respeto señor pero ya sabe lo que hacen las mujeres hacen para sobrevivir y sobre todo si son indecentes y no se visten como corresponde. –Al oírlo Maximilien sintió rabia que no pudo contener y se levantó de un salto. No sabía que le pasaba ni porque se comportaba así, simplemente se molestó con el soldado.

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